Se llamaba Witiza y
era visigodo de Aniano, en la Septimania (Languedoc); era hijo de
Aigulf, conde de Maguelonne. Fue copero del rey Pipino el Breve y de
Carlomagno, pero a los 20 años, tomó la resolución
de entregarse a Dios. En el 774, mientras servía en el
séquito de Carlomagno en su campaña de Italia contra los
longobardos, estuvo a punto de ahogarse en el Tesin, cerca de
Pavía, al intentar salvar a su hermano, hizo la promesa de
retirarse del mundo por completo. De regreso al Languedoc se
reafirmó en su resolución gracias al consejo de un
ermitaño llamado Widmar y se retiró a la abadía de
Saint-Seine cerca de Dijon, donde le nombraron ecónomo. Sus
hermanos de religión le detestaban por severo (negaba el vino
que concedía la regla), y los rigores de su ascesis
parecían echarle en cara costumbres relativamente
cómodas. Entonces Witiza decidió volver a su tierra natal
del Languedoc, y allí junto al río Aninae, fundo una
comunidad con una regla mucho mas estricta que la de san Benito, que a
su juicio pecaba de condescendiente. Se le unió el anciano y
piadoso Guimer o Widmar. La suma pobreza, el trabajo durísimo y
los implacables ayunos (sólo pan y agua) que hacían morir
a los monjes de inanición frustraron su intento, y hacia el 782,
Witiza rectificó: adopta el nombre de Benito así como su
regla.
El rey Ludovico
Pío le ordenó asumir la vigilancia de todas las
abadías de Languedoc, Provenza y Gascuña, y le
encargó la reforma de todas las abadías francesas y
alemanas; en 814 le nombró abad de Marmoutier, en Alsacia, y
luego, más cerca de él, en Inden, donde con la ayuda de
Ludovico Pío, fundó la abadía de
Kornelimünster o Inden, cerca de Aquisgrán, como modelo de
todas las abadías y que será el lugar de su muerte. En
Aquisgrán presidió una reunión o concilio de todos
los abades del Imperio (871) que marcó historia entre los
benedictinos. Fue el guía y maestro de la Europa civilizada,
siempre con su férreo y característico talante absoluto,
disciplinado y centralizador, sin más ley que la regla, que no
debía interpretarse ni comentarse, sólo cumplirse.
Reformador del monacato benedictino y es considerado como “el primer
artífice de la unidad cultural y espiritual europea”.