Arzobispo de
Milán (681-725); gobernó su sede durante 45 años.
Pablo Diácono cuenta que Benito, definido por él como
«un hombre de particular santidad, cuya buena fama se
difundió por toda Italia», viajó de nuevo a Roma en
el 707 "a defender ardientemente" su derechos episcopales de consagrar
al obispo de Pavía, que venía siendo ordenado por Roma;
aunque el papa habría rechazado su requerimiento, ya que
hacía tiempo que el obispo de Pavía dependía de la
Santa Sede.
Se le atribuye la
construcción de una iglesia en honor de San Benito (junto con un
monasterio benedictino), en la zona de Porta Nuova y compuso el
epitafio para la tumba de san Caedwalla, rey de Wessex, sepultado en la
vieja basílica de San Pedro de Roma, catequizado por él
mismo y acompañado a Roma, donde fue bautizado por el Papa
Sergio I.
El
autor
anónimo de unas rimas tituladas «Versus de Mediolano
civitate» (Versos de la ciudad de Milán), lo
recuerda entre los santos y grandes obispos milaneses y dice que fue
sepultado en la basílica de San Ambrosio. Benito, junto con
otros santos, es invocado como protector de los que estaban
empeñados en algún proceso judicial, ya sea como
actuantes y acusadores o como reos.