SAN BENILDO ROMANCON
13 de agosto
1862 d.C.
Se llamaba
Pedro Romançon. Nació en Thuret, en el Puy-de-Dôme
(Auvernia), en el seno de una familia de campesinos honrados y
religiosos. Era muy bajo de estatura, y cuando pidió ingresar en
los hermanos de las Escuelas Cristianas, lo rechazaron por ser bajito.
Pero al año siguiente pidió de nuevo ingresar y fue
aceptado, con la ayuda del hermano director de Riom en 1820. Su padre
intentó que volviera a su casa, pero él se mantuvo firme
en su vocación religiosa. Adopto el nombre masculinizado de
Benilde; y durante 20 años fue maestro ejemplar, haciendo con
igual dedicación, maestro, cocinero o hortelano. Trabajó
en diversas escuelitas modestas de la región de
Clermont-Ferrand: Moulin, Limoges, Clermont-Ferrand… Siempre
cumplía con su deber cotidiano sin llamar la atención. En
1839 se le designó como director de la pequeña escuela de
Billom, donde trabajó dos años.
Su historia más viva fue cuando le nombraron
director en Saugues (diócesis de Puy) en 1841, en una escuela en
la que tres hermanos enseñaban a 300 niños, y algunos
eran ya adultos que querían aprender a leer y escribir.
Aquí estuvo 41 años. Su especialidad como pedagogo fueron
los niños retrasados, y tenía un método: la
paciencia. Sus resultados pedagógicos eran tan clamorosos que
alguno veía en ellos el milagro. Aunque algunas veces se
sentía totalmente frustrado con sus estudiantes, y decía:
“Imagino que los ángeles mismos, si descendieran para ser
maestros de escuela, encontrarían difícil controlar su
ira”. Cuando no enseñaba, oraba, y cuando no oraba,
enseñaba. Enseñar y orar eran para él, la
misma cosa. Se dejaba conducir, junto con sus niños por un
ángel guardián, y las cosas no le salían mal: "Yo
no sabía nada, y vos me habéis enseñado".
Pío XI le nombró “santo de los Quehaceres
Cotidianos” y su proceso de canonización, marcó un antes
y un después sobre la santidad. Ya no serán necesarias
las virtudes extraordinarias, con fenemenología mística o
carismas extraordinarios, sino simplemente hacer bien las cosas
cotidianas, dejándose llevar por la voluntad divina. Pío
XI dijo de él: “He aquí la gran lección que este
humilde siervo de Dios viene a darnos, a saber, que la santidad no
consiste en las cosas extraordinarias, sino en las cosas comunes
realizadas de modo no común”. En 1896, se inició el
proceso en Le Puy, en 1948, se llevó a cabo en Roma la
beatificación de Benilde Romançon, y en 1967 tuvo lugar
su canonización por SS Pablo VI.