SAN BABILA DE ANTIOQUÍA Y COMPAÑEROS
24 de enero
250 d.C.



   Babila fue obispo de Antioquía en el 237. Se conoce sólo un episodio de Babilás (que parece que es una equivocación con otro obispo de Antioquía), cuando el emperador Filipo el Árabe, asociado en el gobierno con Giordano Pío, hizo asesinar al hijo de su homólogo en el gobierno (Filipo se cree que era cristiano, o al menos lo era su mujer Severa), pero sea como fuere, parece ser que un día Filipo entró en la iglesia donde oficiaba Babila, y éste le ordenó meterse en el lugar de los penitentes, ya que había matado y era un criminal. Filipo, humildemente, agachó la cabeza y se puso hacer penitencia. Gesto este raro para un emperador e imponente para un santo.

   A Filipo le sucedió Decio, que persiguió a los cristianos, Babila fue uno de ellos. Murió en la cárcel, por su defensa de la Iglesia. Como última voluntad había pedido ser enterrado con las cadenas de su prisión. Murió junto con sus discípulos Epolonio, Prilidiano y Urbano.

   Una de las características históricas de Babila, es que fue el primer santo que se recuerda que haya habido traslación de reliquias, (de Antioquía a Constantinopla (s. IV) y después a Cremona) anteriormente a él, las reliquias permanecían en el lugar de su muerte. La leyenda dice que bautizó a San Cristóbal. Le sucedió Fabio.

   Los Sinaxarios refieren en otra historia, que Babila, había nacido en Antioquía en el seno de una noble familia, después de estudiar y de ser ordenado sacerdote, distribuyó sus bienes a los pobres y se dedicó a la predicación junto con Agapio y Timoteo. Encontrándose en Roma durante una persecución, los tres compañeros huyeron a Sicilia, donde difundieron la religión, pero fueron denunciados al gobernador de la isla y condenados a muerte.

   Se trata de un grupo ficticio; Babila es el Obispo de Antioquía. Timoteo y Agapio dos mártires palestinos, conmemorados en los sinaxarios el 19 de agosto y el 19 de septiembre y considerados compañeros de Babilas en su viaje a Roma y en su martirio en Sicilia y que en realidad no sucedió jamás.

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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)