SAN AVITO DE ORLEANS
17 de junio
530 d.C.
Se dice de
él que nació en la zona de Orleans, teniendo por padres a
unos cristianos pobres y que, cuando era pequeño conoció
a los monjes de la abadía de Micy donde ingresó con el
permiso del abad san Maximino. Cuentan de él que la primera
época de fraile la vivió tan amable, servicial y
obediente que su sencillez y deseos de agradar a la comunidad a veces
fue considerado por algunos como una actitud que rayaba con lo
estúpido. El abad le encomendó muy pronto el oficio de
ecónomo. Que lo hiciera bien o mal en preparar la intendencia
sólo Dios lo sabe, pero el resultado fue la continua
crítica y murmuración que provocó en los
compañeros de salmos.
La situación de aparente fracaso le llevó a
replantearse con mayor seriedad sus deseos de soledad. Se marchó
del monasterio. Ahora sí que podrá en el bosque cercano
dedicarse a la oración y penitencia a sus anchas sin necesidad
de escuchar las protestas de sus hermanos y dando cuenta al abad de su
vida de vez en cuando. Intentará imitar a los ermitaños
comiendo la hierba, raíces y frutas que encontrase por el campo.
Hizo falta el ruego de los frailes y la intervención del obispo
de Orleans para sacarlo del retiro de Solaña y conseguir que
aceptara el gobierno de la abadía, en el año 520,
después de la muerte de san Maximino. El nuevo abad hizo
más con humildad y ejemplo que con mandatos; pero por su medio
se restableció la primera disciplina y se elevó el tono
sobrenatural del monasterio.
Se marchó de nuevo como ermitaño en la
provincia francesa de Perche, en compañía de San
Carileffo. Vivirán como en la primera época en la
contemplación y penitencia, metidos en el alejamiento y el
silencio. Pero tuvo tantos seguidores que tuvo que construir un
monasterio y gobernarlo. Cuenta una leyenda que cuando pasaba hambre en
el bosque, un roble cuyas bellotas no eran comestibles, se
metamorfoseó en grosellero. Dicen que a ruegos de Avito,
llegaron a soltar en Orleans a los presos de la cárcel. Y
además hablan del ciego curado milagrosamente; y el mismo Lubin,
el obispo de Chartres, relata la resurrección de un monje. Y con
el rey Clodomiro, el hijo de Clodoveo y santa Clotilde, tuvo palabras
de paz intercediendo por el preso rey de Borgoña, Segismundo y
su familia. Después de muerto, refieren de él muchos
milagros y le atribuyen bastantes victorias guerreras logradas por su
intercesión. Chateaudrum y Orleáns se distribuirán
posteriormente sus preciosas reliquias.