SAN AVENTINO DE TROYES
4 de febrero
537 d.C.
Nació probablemente en Bourges, en Francia, en el seno de una
familia pudiente y muy religiosa. Cuando llegó a la adolescencia
se preguntó sobre la finalidad de su vida. Quiso visitar al
personaje religioso más importante de la región, el
obispo san Lupo de Troyes. El anciano prelado vio en el joven sinceras
virtudes cristianas y se lo llevó consigo como colaborador.
Aventino se distinguió por su humildad y el celo con el que
trabajaba; constante en la práctica de la piedad, pero en la
virtud que le distinguió fue la caridad hacia el prójimo.
Junto con san Lupo liberó a muchos esclavos y se preocuparon de
su sustento y educación en la fe.
En el 479 murió
san Lupo y le sucedió en la sede san Cameliano, que conocedor de
la virtud de Aventino, lo hizo su limosnero y ecónomo. Solamente
Dios sabe cómo pudo atender y socorrer a tantos indigentes con
los bienes de la diócesis sin que estos se vieran mermados. La
fama de Aventino fue tanta, que él por humildad, le pidió
al obispo permiso para retirarse a vivir en soledad.
El lugar donde
vivió hoy se llama Saint-Aventin, y era un eremo donde ya
existía una comunidad que cuando él llegó fue
elegido superior. El retiro llegó a ser una escuela de
perfección. A pesar de su retiro no dejó de pensar en
conseguir la libertad de los esclavos; entre los que liberó se
encuentra san Fidolo, que luego lo sustituiría como superior de
la comunidad. Como la fama de santidad de Aventino era tanta, e iba
tanta gente a visitarlo para pedirle consejo, que la tranquilidad de la
comunidad se vio comprometida y Aventino decidió alejarse de
nuevo.
Se retiró a un lugar solitario a lo largo del río Sena,
lejano cerca de 7 millas de Troyes. Llevó consigo pan, algunas
legumbres, un pico y algunas semillas. No quería que nadie lo
mantuviera. Finalmente había conseguido la tranquilidad que
tanto deseaba, dividía su tiempo entre la oración, el
trabajo y penitencia. Pero su fama atrajo a muchos e incluso el obispo
san Cameliano, que sabía de su conocimiento de las Escrituras,
lo ordenó sacerdote. Vivió los últimos años
de su vida celebrando la Misa en su choza, con la asistencia de los
lugareños. Tuvo dones taumatúrgicos. Sus reliquias
reposan en una iglesia que lleva su nombre.
Saint-Aventin-sous-Verrières y el pueblo de Creney lo veneran
como patrón.