SAN AURELIO DE CARTAGO
20 de julio
429 d.C.
Hacia
el año 392, después de que San Agustín de Hipona
recibió la ordenación sacerdotal y el obispado de Hipona,
Aurelio, un diácono, fue elegido obispo de Cártago. En
aquella época la Iglesia de África estaba en la cumbre de
su esplendor; el obispo de Cártago era a la vez primado o
patriarca de África, es decir, uno de los prelados más
importantes de la Iglesia universal.
Amigo y colaborador de
san Agustín de Hipona en la lucha contra la herejía.
Aunque no se distinguió por su capacidad intelectual, si lo fue
por su humildad. Protegió a los fieles contra las costumbres
paganas y colocó la sede en el lugar de la imagen de la diosa
Celeste y dio a los presbíteros la facultad de predicar la
palabra de Dios. Fue el primero en descubrir y combatir el
pelagianismo, la violencia de sus adversarios le obligó a pedir
ayuda a las autoridades civiles. Convocó un concilio en Hipona,
para la recta administración de la Iglesia, y condena de la
herejía donatista.
Durante los 37 años que gobernó la sede, Aurelio
convocó numerosos sínodos provinciales y concilios
plenarios de los obispos africanos para resolver ésos y otros
problemas. Aurelio era íntimo amigo de san Agustín y,
cuando aquél se quejó de que muchos monjes, so pretexto
de vida contemplativa, eran simples holgazanes, san Agustín
escribió el tratado "Sobre el trabajo de los monjes" para
tratar de mejorar la situación. San Fulgencio de Ruspe, obispo
africano de la siguiente generación, escribió en
términos encomiásticos acerca de Aurelio, como lo hizo
también el erudito español Pablo Osorio.