SAN AUGUSTO CHAPDELAINE
28 de febrero
1856 d.C.
Nació en La
Rochelle, Francia, en el seno de una familia de campesinos.
Estudió en el seminario de Coutances y, fue ordenado sacerdote
en 1843. Fue destinado al pueblo de Boucey como coadjutor, y
después fue párroco del mismo. Cumplió con sus
obligaciones pastorales y atrajo a muchos a la iglesia. Pero él
sentía la vocación misionera. En 1851, ingresó en
la Sociedad de Misiones Extranjeras de París.
En 1852, fue enviado a
China como misionero en el vicariato apostólico de Kuang-si, en
el que hacía más de un siglo que no había entrado
ningún misionero y se desconocía si quedaban cristianos.
Con el fin de tener más noticias de su territorio,
prefirió quedarse un tiempo en Ta-Chan, hasta que por las
noticias de un indígena convertido supo que había
cristianos. Pudo trabajar en su territorio durante cuatro años,
que tuvo su apostolado un gran fruto de conversiones.
En diciembre de 1854,
fue denunciado al mandarín de la región por el celoso
pariente de un convertido. Fue arrestado y pasó en la
prisión algunos días de ansiedad, pero el mandarín
se mostró bondadoso y no le hizo daño alguno. El P.
Chapdelaine volvió con mayor ímpetu al trabajo
apostólico y logró muchas conversiones, a pesar de su
imperfecto conocimiento de la lengua.
Pero algún
tiempo después, un nuevo mandarín sustituyó al
primero. El P. Chapdelaine fue denunciado por segunda vez por un hombre
despechado porque una de sus concubinas, se había convertido y
se negaba a seguir con él, lo delató, por lo que con
muchos neófitos fue arrestado por un grupo de soldados, en 1856.
Sus valientes respuestas provocaron la cólera de los jueces,
quienes le condenaron a ser apaleado. El mártir quedó
medio sordo a resultas del castigo, pero no dejó escapar ni una
queja ni una protesta y, uno o dos días después se
restableció milagrosamente. Creyendo el mandarín que su
curación se debía a la magia, mandó que
bañaran al santo con la sangre de un perro para anular el
conjuro. La segunda vez que el P. Chapdelaine compareció ante
los jueces, fue condenado a recibir trescientos golpes en el rostro con
una especie de pesada suela de cuero; en el suplicio perdió
varios dientes y sufrió la fractura de la mandíbula. Al
fin, los jueces le dieron a entender que le dejarían libre por
1.000 taels, o aun por 300, pero los cristianos no pudieron reunir esa
suma.
Así pues, los
jueces ordenaron su ejecución en la llamada jaula: metido en
ella, la cabeza se le ponía en la cubierta superior, en la que
se había hecho un agujero, y quitando el fondo de la jaula, se
dejaba el cuerpo colgando hasta que se producía la muerte por
asfixia. Los verdugos decapitaron al mártir después de la
muerte, y se cuenta que de su cuello brotaron tres chorros de sangre,
cosa que convenció a todos los presentes de que algo
extraordinario había en él. Murió en la ciudad
china de Sy-Lin-Hien. Fue canonizado el 1 de octubre de 2000 por
San Juan Pablo II.