SAN ATTALO DE BOBBIO
10 de marzo
627 d.C.
Nació en Borgoña (Francia), en el seno de una noble
familia. Para que recibiera una buena educación fue confiado a
san Arigio, obispo de Gap. Deseando una vida más austera, Atalas
huyó y se refugió en el monasterio de Lerins. Como no
estuviera contento de la vida que allí se hacía
pasó al monasterio de Luxeuil, cuando era abad san Columbano.
Aquí encontró la austeridad que tanto deseaba.
Cuando el santo
irlandés tuvo que exiliarse de tierras francesas, Atalas, le
siguió en todas sus fundaciones: Saint Gallo en Suiza, y el
célebre monasterio de Bobbio, en Italia septentrional, donde fue
el segundo abad (615), hasta su muerte. Tuvo que afrontar el hecho de
que sus monjes le abandonaran durante algún tiempo porque no
podían soportar el rigor de la regla de san Columbano, pero poco
tiempo después regresaron arrepentidos.
Jonás de Susa,
su hagiógrafo nos lo describe como “hombre querido por todos, de
gran fervor, caridad con los pobres y peregrinos. Sabía mantener
el orgullo, pero era humilde con los más humildes, no se dejaba
acallar en conversaciones con las personas inteligentes, pero con los
simples sabía hablar de los secretos de Dios. Sabio cuando
aparecian problemas espinosos, firme contra los herejes, era fuerte en
la adversidad, disciplinado en los momentos favorables, siempre
templado y discreto. Mostraba aprecio hacia sus subalternos,
sabiduría con sus discípulos. En su presencia ninguno
podía estar demasiado triste o feliz”.
Como san Columbano, combatió el arrianismo, difundido en los
alrededores de Milán. Cuando enfermó gravemente,
pidió que lo sacaran de la celda, cercana a la cual había
una cruz que él tocaba cada vez que entraba o salía,
también pidió que lo dejaran solo. Como testimonio un
monje dijo que el santo estando moribundo oró con fervor y
durante varias horas tuvo una visión del paraíso. Llevado
de nuevo a su celda, murió al día siguiente. Su cuerpo
fue colocado junto al de San Columbano.