SAN ASCLA
20 de enero
287 d.C.

Mártir durante la persecución de Diocleciano, fue
arrojado al Nilo en Antinoe o Tebaida. Le dijo al juez: “No temo tus
amenazas, mayor sería mi temor si despreciara a Cristo”. Puede
ser el mismo San Acisclo.
Su vida, tal como la
resumen los sinaxarios, se reduce a lo siguiente en un relato plagado
de elementos legendarios: “Asclas, originario de la Tebaida, fue
acusado de creer en Cristo, y compareció ante el gobernador
llamado Arriano. Como confesara valientemente su fe, fue torturado en
el potro, azotado hasta dejarle descubiertas las costillas, y
finalmente encerrado en un calabozo.
Por entonces, el gobernador tuvo que hacer un viaje a la otra ribera
del Nilo. El santo pidió a Dios que no le dejase llegar a la
otra orilla, hasta que hubiese confesado por escrito la divinidad de
Cristo. Arriano se embarcó, pero la barca permaneció
inmóvil, a pesar de los esfuerzos de los remeros. Al saber esto,
el santo envió a decir al gobernador que sólo confesando
por escrito la divinidad de Cristo podría llegar a salvo a la
otra orilla. El gobernador pidió que le trajesen un papel y
escribió que era grande el poder del Dios de los cristianos y
que fuera de Él no existía ninguna otra divinidad.
Inmediatamente la barca empezó a avanzar. En cuanto Arriano
estuvo de vuelta, mandó que las heridas del santo fuesen
quemadas con antorchas; después, ordenó que le colgasen
una gran piedra al cuello y le arrojasen al río. Así
ganó Asclas la corona de los mártires”.