Era duque de
Friuli, y pariente de Astolfo, rey de los lombardos,
acompañó en sus campañas militares. El duque no
sólo era un valiente soldado, sino también un fervoroso
cristiano. Disgustado del mundo, decidió consagrarse a Dios,
retirándose en oración y penitencia. Obtuvo de Astolfo un
terreno, donde construyó un monasterio benedictino con un hostal
para peregrinos y viajeros. Después fundó el celebre
monasterio de Nonántola. El Papa le nombró abad.
El Papa Esteban III
le dio también permiso de trasladar a Nonántola el cuerpo
del papa san Silvestre. Astolfo enriqueció mucho la
abadía, y le concedió grandes privilegios, de suerte que
se hizo famosa en toda Italia. El abad Anselmo llegó a gobernar
a más de mil monjes. Fue activísimo, aunque de extrema
modestia. Promovió la disciplina monástica, más
con el ejemplo que con preceptos. Bajo su mandato el monasterio fue uno
de los centros de espiritualidad italianos. Muerto Astolfo, el nuevo
rey, Desiderio, lo desterró a Montecasino, pero Carlomagno,
hacia 768, lo reintegró a su abadía donde vivió
durante 35 años. Tiene culto local.