SAN AMÓS
15 de junio
785 a.C.
Es uno de
los más antiguos entre los profetas menores de Israel. Era
pastor y recolector de sicomoros en Tekoa, junto a Belén. Se
trasladó a Samaría tras recibir su vocación (3,
8). Con la agudeza del creyente fue releyendo los acontecimientos y la
historia que ante él se desarrollaban. Y su voz se hizo
denuncia. No es extraño que fuera repudiado por un culto
demasiado ligado con los gobernantes de turno. El sacerdote
Amasías decidió expulsarlo de las cercanías del
santuario de Betel. Amós fue un profeta a pesar suyo. Hubo una
fuerza que lo tomó de detrás del rebaño y lo
lanzó a una misión que nunca habría soñado:
la de denunciar a los no creyentes sus crímenes contra la vida a
los hombres de Israel su cómoda frivolidad y a las gentes de
Judá su vacío ritualismo. Pero no se limitó a
denunciar y a juzgar, que no hay un profetismo sin una oferta de
misericordia, sin una exhortación a la esperanza. “Buscad a
Yahvé y viviréis” (5, 6). Murió de un lanzazo.