SAN ALIPIO DE TAGASTE
15 de agosto
430 d.C.



   Nació en Tagaste, en el seno de una familia pagana acomodada. Sabemos que era pequeño de estatura sufrido y amigo de los buenos libros; que cursó la carrera de leyes y llegó a abrirse paso en la administración del Imperio. En el desempeño de su cargo dio muestras de probidad, renunciando a servirse de él para satisfacer su afición a la lectura y oponiéndose a los atropellos de un senador muy poderoso. Se narra de él que un día le invitaron a una pelea de gladiadores, pero él, que no estaba de acuerdo, no quería ir, pero al final para no quedar mal con sus amigos, decidió acudir, pero cerró los ojos para no ver el espectáculo, pero en un grito del público, abrió los ojos, y se quedó prendado de los juegos; desde ese día hasta el de su conversión, fue el más ferviente defensor de las luchas de gladiadores. En su madurez, su sentido de la justicia le impulsó a combatir la esclavitud.

   Consta que era más joven que san Agustín, que además fue su maestro en Tagaste y en Cartago. Como san Agustín, su amigo, fue maniqueo. Marchó a Italia, como maestro de Retórica, donde se encontraron. Fue en un jardín de Milán, cuando Agustín, en compañía de Alipio, sintió la voz de un niño que le decía: "Toma y lee" y encontró la carta de san Pablo que dice: "No en las fiestas, ni en las juergas, no en la lujuria y en la impureza, no en las disputas y en los celos, sino que revestíos del Señor Jesús y no os hagáis servir de la carne y de la concupiscencia". 

   La conversión fue mutua. Y fue en el retiro de Cassiciaco, que Alipio y Agustín fueron bautizados por san Ambrosio de Milán en el 387. Después regresaron a África, donde fue ordenado sacerdote, y junto con Agustín durante tres años ensayaron un tipo de vida monástica que dejaría profunda huella en la vida religiosa de Occidente. Fue peregrino en Tierra Santa donde hizo una visita a san Jerónimo, y finalmente fue nombrado obispo de Tagaste en el 395, antes que lo fuera Agustín de Hipona. Como obispo colaboró con Agustín en la reconstrucción de la iglesia africana, duramente probada por el donatismo y otras herejías. Participó en el concilio de Cartago del 411 que puso fin al cisma donatista. También fue valiosa su intervención en la disputa de Tubursico (397), en la que libró a Agustín de una situación embarazosa. Luchó contra arrianos y pelagianos. Murieron los dos el mismo año.

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(Parroquia San Martín de Porres)