Ha ocurrido con
este santo una confusión histórica: el hagiógrafo
español del siglo XVII Tamayo Salazar confundió la Pydna
griega con una antigua ciudad de España, y sobre esa base, no
sólo incluyó a san Alejandro de Pydna entre los santos
españoles, sino que hasta lo dotó de una biografía
y unas actas, naturalmente no auténticas. Él
conocía la inscripción de Alejandro en los menologios
griegos, como lo afirma en su santoral, pero consideró que los
confundidos habían sido los restantes hagiógrafos y no
él mismo.
Lo cierto es que
Pydna fue una ciudad en la antigua Macedonia, cuya sucesora, que sigue
llamándose igual, queda hoy en territorio griego. Allí
fue decapitado, posiblemente en el año 309, este mártir,
que se atrevía no sólo a ser cristiano sino a hablar
abiertamente de la fe a sus conciudadanos. Sin embargo, no murió
enseguida, sino que su martirio estuvo precedido de tantos tormentos
-como era usual-, que Dios premió tantos dolores como
padeció su testigo, otorgando a sus reliquias el don de
curación, por lo que era invocado para casos de enfermedades
desesperadas. Su memoria
está incripta en la mayor parte de los martirologios
históricos. En los santorales griegos se encuentra frecuente
unida su celebración a la de un grupo de mártires de
Tesalónica.