SAN AFRAATES
29 de enero
378 d.C.
Ermitaño persa que se estableció en Edessa de
Mesopotamia, luego peregrinó a Belén siguiendo las
huellas de los Magos y, más tarde en Antioquía de Siria,
donde combatió valerosamente el arrianismo durante el imperio de
Valente. Algunos autores le identifican con san "Afraates el Sabio
persa", célebre escritor eclesiástico.
Según los
bolandistas, en los que se basa Alban Butler, debemos todas las
noticias sobre san Afraates a Teodoreto, que lo conoció cuando
era niño. Afraates parece que descendia de una ilustre
familia persa. Después de su conversión al cristianismo,
se estableció en Edesa de Mesopotamia, con el objeto de aprender
a servir más perfectamente a Dios. Comprendió que la
única manera de conseguirlo era la soledad, se encerró en
una celda en las afueras de la ciudad, y en ella se dedicó a la
penitencia y la contemplación. Después de algún
tiempo, se trasladó a una ermita en las proximidades de un
monasterio de Antioquía de Siria, adonde la gente iban a su
encuentro en busca de consejo.
El emperador Valente
había desterrado al obispo san Melecio, y la persecución
arriana hacía estragos en la Iglesia de Antioquía. En
tales circunstancias, Afraates abandonó su retiro para acudir en
ayuda de Flaviano y Diodoro, quienes gobernaban la diócesis en
ausencia de san Melecio. La fama de los milagros y de la santidad de
Afraates daban gran peso a sus acciones y palabras. Como los arrianos
se habían apoderado de las iglesias, los fieles tenían
que practicar el culto en la otra ribera del Orontes o en el campo
militar que se extendía en las afueras de la ciudad. En cierta
ocasión, cuando san Afraates se dirigía a toda prisa al
campo militar, el emperador, que se hallaba en la terraza de su palacio
que daba sobre el camino, ordenó que le detuviesen y le
preguntó a dónde iba: «Voy a orar por el mundo y
por el emperador», replicó el ermitaño. Entonces le
preguntó por qué, si estaba vestido de monje,
había abandonado su celda. Afraates le respondió con una
parábola: «Si fuese yo una doncella retirada en la casa de
su padre y viese la casa incendiarse, ¿me aconsejaríais
que permaneciese tranquila, sin hacer nada por extinguir el fuego?
Así, pues, más bien hay que acusaros a vos, que
habéis desatado el incendio, que a mí que no hago sino
tratar de apagarlo. Cuando nos reunimos para instruir y fortalecer a
los fieles, no hacemos nada contrario a la profesión
monástica».
El emperador no respondió, pero uno de sus criados
insultó al varón de Dios y aun le amenazó con
matarle. Poco después, el criado cayó en un caldero de
agua hirviente; su muerte impresionó tanto al supersticioso
Valente, que se negó a prestar oídos a los arrianos,
quienes le aconsejaban que desterrase a san Afraates. También
impresionaron mucho al emperador los milagros del Santo, el cual
curó a muchos hombres y mujeres y, según cuenta la
leyenda, devolvió también la salud al caballo favorito
del emperador.