SAN ADRIANO DE
CANTERBURY
9 de enero
709 d.C.
De
origen africano. Era abad en Nisidia, cerca de Nápoles, cuando
el papa san Vitaliano, le pidió ir como Obispo de Canterbury,
pero no quiso, y propuso que fuera san Teodoro de Tarso. Después
de muchas reflexiones, el Papa accedió y mandó a san
Teodoro como obispo y a Adrián como su colaborador. En el 663
salieron de Roma y al llegar a Francia, creyendo el mayordomo de
palacio, Arboim, que Adrián era un agente del emperador de
Oriente, lo detuvieron, y el obispo Teodoro partió solo.
Durante su prisión, su virtud convenció a sus carceleros
de su inocencia. Alcanzó a su obispo, quién le
nombró abad del monasterio de San Pedro y San Pablo (más
tarde abadía de San Agustín en Canterbury), donde
dirigió una floreciente escuela. Su labor fue la de formar
monjes en la cultura y en la vida espiritual. Beda nos lo presenta como
una persona “que conocía profundamente las Escrituras, esperto
en la administración y en el gobierno eclesiástico y
monástico, gran estudioso del griego y del latín”. Desde
Canterbury, por invitación de san Wilfrido de York, llegó
a educar en el canto a las iglesias de Northumbría. A la muerte
de Teodoro se dice que le sucedió en la sede de
Canterbury. Tiene culto local.