BEATO REGINALDO DE
ORLEANS
1 de febrero
1220 d.C.
Nació en Saint-Giles en Languedoc; enseño Derecho
canónico en la Universidad de París (1206-1211); fue
nombrado deán de Saint-Aignan en Orleans; en el 1218 nos lo
encontramos en Roma, formando parte del séquito del obispo
Manases II de Seignelay que marchaba para Tierra Santa.
En Roma conoció
al cardenal Ugolino (futuro papa Gregorio IX) y por su
intermediación trabó amistad con Santo Domingo de
Guzmán, fundador de la Orden de Predicadores. Reginaldo era un
hombre inteligente, abierto a los problemas religiosos de su tiempo y
advirtió, con cierto remordimiento, el contraste entre su vida
tranquila y refinada, su actividad administrativa y el consejo lanzado
en el 1215 por el Concilio Lateranense IV, hacia un estilo de vida
más evangélico. El mensaje de la pobreza
evangélica, íntegramente realizado, de la Orden dominica,
atrajo profundamente su ánimo insatisfecho.
Durante su estancia
romana enfermó gravemente, Santo Domingo al hacerle una visita,
lo invitó a ingresar en los dominicos para seguir la pobreza de
Cristo; después de una milagrosa curación en la que tuvo
una aparición de María, que le mostró el
hábito completo de la nueva Orden, su resistencia decayó
y prometió ingresar en los dominicos a su regreso de
Palestina, haciéndose uno de sus más fervientes
discípulos.
En diciembre de 1218,
santo Domingo lo trasladó a Bolonia como su vicario, y en la
ciudad estudiantil, Reginaldo se sintió muy agusto;
trasladó la comunidad dominica de Mascarella a San
Niccoló delle Vigne y con su irresistible elocuencia atrajo a la
Orden alumnos y profesores universitarios.
Un año
después, en 1219, Santo Domingo lo trasladó a St-Jacques
de París para vigorizar la vacilante comunidad que allí
estaba; también aquí afluyeron estudiantes y profesores
de la Universidad para ingresar en los dominicos y, en torno, a los
religiosos se creó un halo de cultura y espiritualidad.
Pocas semanas
después de su llegada a París, Reginaldo murió;
fue uno de los grandes dolores del santo fundador, aunque le
consoló saber que Reginaldo había muerto con la sonrisa
en los labios y manifestando su felicidad por haber abrazado la pobreza
de los Apóstoles. Fue sepultado en la Iglesia benedictina de
Notre-Dame des Champs, de donde su cuerpo desapareció durante la
revolución de finales del s. XVIII. La Orden de Predicadores
celebra su festividad el 12 de Febrero.
De la obra "Orígenes
de la Orden de Predicadores" del
Beato Jordán de Sajonia dice: "Se consagró
en seguida y por entero a la predicación; su palabra era de
fuego, y sus sermones como antorchas encendidas, inflamaban los
corazones de los oyentes, que apenas lo había tan endurecido que
pudiera sustraerse a su calor”.
"No puedo menos de recordar que estando en vida fray Mateo, que lo
había conocido en el mundo vanidoso y delicado,
preguntóle como admirado en cierta ocasión: “
¿Estáis triste, maestro, de haber tomado este
hábito? “. A la que él respondió, bajando la
cabeza con humildad: Creo que en la Orden no hago mérito
alguno, pues siempre me gustó demasiado.” El culto al beato
Reginaldo fue confirmado en 1875 por el Beato Pío IX.