Jesús es la segunda persona de la Santísima Trinidad. Como Dios, existió desde siempre con el Padre y el Espíritu Santo. Como hombre, empezó a existir en el vientre de la Virgen María. Las dos naturalezas, la divina y la humana, están unidas en la persona del Verbo, la segunda persona de la Santísima Trinidad.
Veamos lo que dice el Concilio de Calcedonia:
Siguiendo, pues, a los Santos Padres, todos a una voz enseñamos que ha de confesarse a uno solo y al mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el mismo perfecto en la divinidad y el mismo perfecto en la humanidad, Dios verdaderamente, y el mismo verdaderamente hombre de alma racional y de cuerpo, consubstancial con el Padre en cuanto a la dignidad, y el mismo consubstancial con nosotros en cuanto a la humanidad semejante en todo a nosotros, menos en el pecado (Heb 4,15); engendrado del Padre antes de los siglos en cuanto a la divinidad, y él mismo, en los últimos días, por nosotros y por nuestra salvación, engendrado de María Virgen, madre de Dios, en cuanto a la humanidad, que se ha de reconocer a uno solo y el mismo Cristo Hijo Señor Unigénito en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación en modo alguno borrada la diferencia de naturalezas por causa de la unión, sino conservando, más bien, cada naturaleza su propiedad y concurriendo en una sola persona y en una sola hipóstasis, no partido o dividido en dos personas, sino uno solo y el mismo Hijo unigénito, Dios Verbo Señor Jesucristo, como de antiguo acerca de El nos enseñaron los profetas, y el mismo Jesucristo, y nos lo ha trasmitido el símbolo de los Padres (Denzinger, El Magisterio de la Iglesia, 148).