BEATA PLÁCIDA
VIEL
4 de marzo
1877 d.C.
Victoria Eulalia Jacqueline Viel, nació en el pueblecito
normando de Val-Vacher, en el seno de una familia de agricultores. Era
seria y tímida por temperamento. Hasta los diecisiete
años, vivió la existencia tranquila y ordenada de una
hija de agricultor, encargada de hacer casa a su hermano. A esa edad
fue a visitar a una tía suya, que era religiosa en el convento
de santa María Magdalena Postel, en Saint-Sauveur-le- Vicomte.
La visita impresionó tanto a la joven, que decidió
ingresar en la comunidad. Fue admitida y tomó el nombre de
Plácida.
La madre Postel, que
tenía ya ochenta años, vio en la joven religiosa a una
sucesora ideal para el gobierno de la congregación. Así
pues, cuando Plácida terminó sus dos años de
noviciado, asistió a unos cursos intensivos en la escuela normal
de Argentan y después fue nombrada profesora en un pensionado.
Al mismo tiempo, la santa fundadora la iba iniciando en los deberes y
responsabilidades de la administración y aun la mandó a
abrir algunas nuevas casas. A los cinco años de vida religiosa,
Plácida fue nombrada maestra de novicias, pero bien pronto tuvo
que dejar el cargo para ir a París a reunir fondos para la
restauración de la iglesia en la abadía de Saint-Sauveur
y a arreglar otros asuntos de importancia.
Después de la
muerte de santa María Magdalena Postel. El capítulo
general de las Hermanas de las Escuelas Cristianas escogió a
Plácida para sucederla. La hermana María, su tía,
esperaba ser elegida y, aunque la nueva superiora le dio mucha
autoridad y responsabilidades, la hermana María, que ya desde
antes se había mostrado hostil a su sobrina, obstaculizó
mucho el gobierno de la madre Plácida durante los diez
años siguientes. Para evitar esa dificultad, la beata
residía el menor tiempo posible en la casa matriz y, mientras
vivió su tía, gobernó la congregación
"desde los abruptos y tortuosos caminos y senderos del centro y el
oeste de Francia." En efecto, durante esa época, viajó
mucho por Francia para recoger fondos y visitar los conventos de la
congregación, que crecía rápidamente.
Trabajó con particular empeño por obtener la
aprobación oficial de la congregación. Las negociaciones
fueron muy laboriosas y en una ocasión, la beata tuvo que hacer
un viaje secreto a Viena para ver al conde de Chambord.
La madre
Plácida fue superiora general durante treinta años y la
congregación prosperó mucho bajo su gobierno; se
multiplicaron los orfanatos, las casas de cuna, los talleres y las
escuelas primarias gratuitas. Una de las más famosas fundaciones
fue el orfanato del Sagrado Corazón de María, en
París, donde en 1877, había ya 500 niños. La beata
pudo también llevar felizmente a término la
reconstrucción de la gran iglesia de la casa matriz, emprendida
por la fundadora. El cardenal Guibert, arzobispo de Burdeos, hablando
de la situación de Francia en 1870, aplicó a la madre
Plácida lo que se había dicho de la beata Ana
María Javouhey: "Sólo conozco a una persona capaz de
restablecer el orden en Francia: la madre Plácida, del convento
de Saint-Sauveur-le-Vicomte". La impresión que dejan la vida y
las realizaciones de la beata es la de que fue una religiosa de gran
encanto personal y buen humor, serenamente decidida a hacer por las
niñas lo que san Juan Bautista de la Salle había hecho
por los niños. Durante su gobierno, se abrieron en
Normandía treinta y seis colegios para niñas pobres y se
suprimió como libro de lectura "Les ordonnances de Louis XIV".
Su trabajo de organización durante la guerra franco-prusiana fue
heroico.
La vida de la Beata
fue muy sencilla en todos sentidos. No tuvo pruebas espirituales
especiales ni gracias místicas. Sin embargo, no faltaron algunos
hechos milagrosos, que ella atribuía a la intercesión de
la madre Postel por cuya beatificación trabajó mucho. Su
muerte ocurrió, cuando tenía sesenta y dos años de
edad.
Bajo su gobierno, el número de conventos de la
congregación aumentó de treinta y siete a ciento cinco y
el número de religiosas, de ciento cincuenta a más de
mil. Fue beatificada el 6 de mayo de 1951 por Pío XII.