BEATA PETRONILA DE
MONCEL
1 de mayo
1355 d.C.
Nació en el seno de la noble familia de los condes de Troyes, en
Francia, fue educada religiosamente; joven aún logró ser
admitida entre las hermanas clarisas del Monasterio de Provins, donde
perfeccionó sus virtudes, particularmente la modestia, la
humildad, la paciencia, creció en un amor ardiente y desmedido
por Cristo en el Sacramento de la Eucaristía y por el
Crucificado. Se preocupó mucho por edificar a sus cohermanas
más con el ejemplo que con la palabra y transformó el
monasterio en un centro de eficaz apostolado, extendiendo su
acción benéfica particularmente entre los pecadores, los
afligidos y los necesitados.
Para testimoniar su total amor a Cristo prometió
buscar en todo y siempre lo más perfecto. A esta promesa
siguió un empeño de continua renovación, a lo cual
se añadieron numerosas penas por incomprensiones, pero Petronila
salió adelante con la continua oración, asistida por Dios
con favores celestiales de contemplación y éxtasis.
El rey de Francia, Felipe el Hermoso, fundó en 1309
un monasterio de hermanas clarisas, dedicado a San Juan Bautista, en
Moncel, cerca de Pont-Ste-Maxence (Puente Santa Majencia) en la
diócesis de Beauvais. Pero la construcción del monasterio
se retardó por la muerte del rey y solamente en 1336 se
establecieron allí doce monjas clarisas venidas de los
monasterios de Longchamp, de San Marcelo de París, y de Santa
Catalina de Provins. Una de las hermanas venidas de Provins era
Petronila de Troyes, quien fue escogida como abadesa y fue entronizada
solemnemente en presencia del rey Felipe de Valois y de la reina Juana
de Borgoña. Al año siguiente, el 27 de marzo de 1337 fue
consagrada la iglesia del monasterio por el cardenal de Boulogne.
La nueva abadesa formó un selecto grupo de almas
generosas, entregadas a la perfección seráfica.
Sobresalió por la humildad y la delicadeza para con todas sus
cohermanas, especialmente para con las enfermas, mientras se
hacía cada vez más profunda su unión con el esposo
celestial. Pero cuántas luchas debió soportar, sobre todo
por parte del demonio, que intentó arrojarla en la
desesperación. Muchas jóvenes siguieron su ejemplo y
pronto el monasterio de Moncel se convirtió en un
cenáculo de almas selectas. Después de ocho años
de sabio gobierno, Petronila renunció a su mandato, para mejor
prepararse al encuentro final con el esposo celestial. Vivió
todavía once años de vida oculta y humilde. El papa
Pío IX confirmó su culto el 11 de mayo de 1854.