Pedro
nació en Vannes. Huérfano de padre muy pronto, fue
educado por su enérgica madre en los principios de la
religión cristiana. A los 16 años ingresó en el
seminario diocesano de Vannes, donde fue ordenado en 1782. Primero fue
capellán del colegio del Retiro. Este colegio era una comunidad
de religiosas que se cuidaba de la formación e
instrucción de niñas y jóvenes, para las que el
abate Rogue fue un hábil catequista y un magnífico
director espiritual.
Ingresó
en el seminario de San Lázaro de París, en la
Congregación de la Misión, a pesar la fuerte
oposición de su madre, que con mucha paciencia, supo convencer.
Una vez profesó como paúl, fue enviado al seminario
diocesano de Vannes (que estaba a cargo de los paulistas), con el cargo
de director espiritual y director de la liturgia del seminario. Igual
que en su cargo anterior, se esmeró por cumplir su oficio, dando
el ejemplo de su sincera piedad y espíritu de servicio y
disponibilidad sacerdotal, así como de su celo por el culto
divino.
Se
negó a
prestar juramento constitucional, y presentó contra ella un
fuerte alegato en la corte de justicia de Vannes. Tuvo que pasar a la
clandestinidad, ocultándose en el seminario y no saliendo
más que una vez para administrar los sacramentos. Y llevaba la
comunión a un enfermo cuando, fue detenido (1795) porque
había sido delatado. Fue encarcelado, y en la prisión fue
considerado un ángel por los detenidos porque los consolaba, y
compuso un cántico inspirado en el Salmo 121 que cantaban todos
juntos.
Fue condenado a
morir en la guillotina, y el día de su ejecución se
congregó mucha gente, en la que estaba su propia madre, que
prefería un hijo muerto que renegado. Murió en
Vannes. Su causa de beatificación empezó a
tramitarse en cuanto se restableció la paz. La
beatificación tuvo lugar el 10 de mayo de 1934 por Pío
XI, y en el mismo año, las reliquias de Pedro Rogue fueron
transladadas a la catedral de Vannes.