Al morir su padre, la madre se trasladó
con sus hijos a Málaga donde estuvieron unos años, marchándose
después a Antequera pues Pedro fue solicitado como oficial zapatero.
Después de la muerte de su madre y de sus hermanos, entró en
contacto con los Carmelitas, surgiendo su vocación al Carmelo. Solicitó
el ingreso en la Orden en calidad de postulante en 1933, residiendo durante
los años 1934-1935 en la comunidad de Osuna (Sevilla) con los padres
carmelitas; su estancia entre ellos le entusiasmó.
En julio de 1936 formaba parte de la comunidad de Hinojosa del Duque (Córdoba), continuando su tiempo de postulantado, sorprendiéndole allí la guerra. Sabedor del ambiente antirreligioso existente, y sabiendo que a todos los religiosos les rondaba la muerte, estaba dispuesto a hacer la voluntad de Dios, y aun cuando podía haber marchado a su casa, como postulante que era, quiso quedarse en el convento.
Durante el asalto al convento del 14 de agosto
de 1936, se encontraba allí junto con Fray Antonio María Martín
Povea, que era el portero. Ambos afrontaron la situación con valentía
e incluso, como aquel día en la Orden era de abstinencia (vísperas
de la Asunción de la Virgen), lo pasó de ayuno para así
prepararse para el martirio, junto con Fr. Antonio María Martín
Povea. Al pasar por el corredor alto del convento donde tenían a Fray
Antonio Martín, tras matar a éste, le dieron un tiro a Fray
Pedro y murió allí mismo junto a la puerta del coro el 14 de
agosto de 1936.
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(Parroquia San Martín de Porres)