BEATO PEDRO JOSÉ RODRIGUEZ CABRERA
31 de enero
1937 d.C.
En los nueve años de
apostolado sacerdotal tuvo cuatro destinos: Puerto Lumbreras y Alhama, de
Murcia, La Cortija de El Moral y La Gineta, de Albacete. D. Pedro José,
de carácter bondadoso, apacible, muy cumplidor de su deber, era una
de las más bellas y fundadas esperanzas de la diócesis de Cartagena.
Al ardor generoso de un celo juvenil unía la exquisita prudencia,
un don de gentes y una innata simpatía. Una de las cosas, que más
contribuyeron a ganarle el afecto en La Gineta, fue su acendrado amor a los
pobres.
MARTIRIO: En julio de 1936 D. Pedro José, que era párroco
de La Gineta, se tuvo que refugiar con su padre en Totana. Allí lo
detuvieron a finales de octubre de 1936. En la cárcel se encontró
con sus dos compañeros de martirio. Los sacerdotes vivieron y proyectaron
ante el conjunto de detenidos su fe, su confianza en el Señor, su
concepción de la vida y de su propia muerte, que no da lugar al odio
hacia los verdugos y que supera los acontecimientos externos que la hayan
motivado, porque se inserta en el misterio redentor de Cristo. Las familias
no los abandonaron lo cual les sirvió de consuelo, pero también
de sufrimiento sabiendo el riesgo que corrían. Poco a poco fueron
dando libertad a todos los reclusos, que habían llegado a ser 150,
dejando únicamente a los tres elegidos para el sacrificio.
Tanto el jefe de la cárcel, D. Agapito, como Josefa la
mandadera, eran profesionales, no milicianos, excelentes personas que conocían
su vida de oración, les permitieron el uso de los breviarios, y los
trataron muy bien. Pero los milicianos tenían tomada la cárcel
y fueron estos quienes los atormentaron y los culpables de su muerte violenta.
Los ejecutores materiales fueron soldados comunistas de la columna de Ángel
Pestaña con algunos milicianos de Totana. La mañana del domingo
31 de enero de 1937 irrumpieron violentamente en la cárcel, encerraron
al jefe que se negó a entregar a los presos, al padre de D. Pedro
José que se encontraba en la antesala de la prisión le dijeron:
Espérese, que va a oír Vd. los disparos de la muerte de su
hijo. A continuación, entraron hasta el fondo de la prisión.
A la derecha había unos lavabos que utilizaban los presos para su
higiene, allí ejecutaron a los tres sacerdotes: P. José Acosta
Alemán, D. Juan José Martínez Romero y D. Pedro José
Rodríguez Cabrera. Después de fusilados les pincharon con el
machete del fusil y se ensañaron con sus cadáveres, pero las
familias pudieron rescatar los cuerpos sin vida y enterrarlos dignamente.