BEATO PEDRO DONDERS
14 de enero
1887 d.C.
Nació en Tilburg (Brabante del Norte, Holanda) en el seno de una
familia comerciante de tejidos. Desde niño, Pedro deseaba
hacerse sacerdote. Quiso entrar en los redentoristas, pero fue
rechazado por ser ya demasiado mayor. Después, con la ayuda del
clero de la parroquia pudo iniciar sus estudios a los 22 años en
el pequeño seminario. Fue ordenado sacerdote en 1841 en
Oogstgeest, pero sus pocas capacidades intelectuales hicieron que lo
ordenaran sacerdote “sólo para las misiones”.
Esto no fue un
impedimento para él porque se sentía llamado a las
misiones, por ello, nada más ordenarse pidió ser
destinado a las misiones de lo que hoy es Surinam. Ahora, estudiante de
Teología, los superiores del seminario lo orientan hacia las
misiones de la colonia holandesa del Surinam. Arribó a
Paramaribo, la ciudad más importante, en 1842 dedicándose
inmediatamente al trabajo pastoral al que permanecería fiel
hasta su muerte. Sus principales deberes fueron visitar las
plantaciones a lo largo de los ríos de la colonia donde
predicaba y administrar los sacramentos, especialmente a los esclavos.
Sus cartas rebosan indignación contra los duros maltratos a los
que eran sometidos los pueblos africanos condenados a trabajos forzados
en las plantaciones.
En 1856 fue enviado al
lugar donde se encontraban apartados los leprosos de Batavia. Este
será el escenario - salvo algunas excepciones - de su
dedicación de por vida. Su caridad lo impulsaba no sólo a
socorrer espiritualmente a los enfermos, sino también a curarles
personalmente aún cuando no logró convencer a las
autoridades de que les suministraran los medicamentos apropiados. No
obstante, de muchas otras maneras, logró mejorar las condiciones
de vida de los leprosos gracias a sus esfuerzos por llamar la
atención de las autoridades coloniales sobre las necesidades de
los pobres enfermos. Cuando en 1866 llegaron los redentoristas
para hacerse cargo de la misión del Surinam, el Padre Donders,
junto con uno de sus compañeros sacerdotes, pidieron entrar en
la Congregación.
Los dos candidatos
hicieron el noviciado con el Vicario Apostólico, Mons. Juan
Bautista Winkels, y el 24 de junio de 1867 emitieron sus votos. El
Padre Donders regresó a Batavia. En vista de que obtuvo ayuda
para los leprosos, pudo dedicarse a una actividad que hacía
tiempo deseaba emprender. Como redentorista, prestó su
atención a los indios del Surinam. Continuó en este
trabajo, descuidado debido a la falta de operarios, hasta su muerte.
Aprendió la lengua de los indios y los instruyó en la
doctrina cristiana hasta que decayeron sus fuerzas y se vio obligado a
dejar a otros este trabajo.
En 1883, el Vicario Apostólico, queriendo relevarle de
obligaciones demasiado pesadas, lo trasladó a Paramaribo y,
más tarde, a Coronie. En noviembre de 1885 regresó a
Batavia. Se reintegró a sus ocupaciones anteriores hasta que su
frágil salud le obligó a guardar cama en 1887. Su fama de
santidad se difundió por el Surinam y por Holanda de donde era
oriundo y se introdujo su causa de canonización. Sus restos
reposan en la catedral de Paramaribo. El Papa Juan Pablo II lo
proclamó beato el 23 de mayo de 1982.