BEATO PEDRO DE TREIA
20 de febrero
1304 d.C.
Nació en Treia, antiguo municipio romano, en la provincia de
Macerata. También fue religioso activo, sobre todo en el
ministerio de la palabra, como predicador irresistible. Las "Florecillas" lo califican como “estrella
brillante en la provincia de la Marca y hombre celestial”. Y el
martirologio franciscano dice de él que fue “célebre por
su santidad y su predicación, insigne por su devoción y
sus milagros”. Por algún tiempo participó del movimiento
religioso de la Congregación Celestina, pero no adhirió a
la corriente secesionsita de los “herejes fratricelos”.
Ingresó muy
joven en los franciscanos y parece que recibió el hábito
de manos del mismo san Francisco de Asís. Permaneciendo por
largo tiempo en el monte Alvernia. Pedro fue
también apóstol de la predicación, recorrió
la región de las Marcas fascinando con su sagrada elocuencia a
las multitudes. Tuvo el don de conmover a los pecadores, que mediante
una buena confesión, arrepentidos, eran por él conducidos
a Dios.
Son famosos sus éxtasis y visiones. En Ancona el
superior del convento lo encontró en la iglesia en
oración, elevado de la tierra. Más tarde, en el convento
de Forano, fue Pedro quien observó una escena admirable en la
cual la Santísima Virgen colocaba afectuosamente el niño
Jesús en manos del cohermano beato Conrado de Offida. Pedro de
Treia y el beato Conrado de Offida, ambos de las Marcas, ambos
franciscanos, ambos honrados, no solamente fueron cohermanos y
compañeros de apostolado, sino también verdaderos
compañeros de alma, cuya santidad procedía por caminos
iguales, y se alentaban mutuamente en una santa emulación.
Vivió en los conventos de San Francisco de Ancona, en Forano y
en Sirolo. Pedro murió en el convento de Sirolo, a los 79
años de edad. Sus restos reposan en la iglesia del Rosario
de Sirolo en la provincia de Ancona.