BEATO PEDRO CABALL
JUNCÁ
1936 d.C.
26 de julio
Nació el 1 de
agosto de 1913 en Vilanova de la Muga (Gerona)
Profesó el 15 de agosto de 1931
Fusilado el 26 de julio de 1936 en Lérida
Pedro Caball
nació en Vilanova de la Muga, provincia de Gerona, el día
1 agosto de 1913, hijo de D. Hermenegilo Caball, pastor, y de Dª
María Juncá. Fue bautizado solemnemente por el
párroco en la parroquia de Santa Eulalia de dicho pueblo el
día 9 de ese mismo mes y año. La confirmación la
recibió de manos del Exc.mo José Clos, Obispo de
Zamboanga (Mindanao), el día 12 de julio de 1925.
Ingresó en El
Collell, seminario diocesano, donde cursó los tres primeros
años de Humanidades. El 6 de noviembre de 1928 ingresó en
el postulantado claretiano de Cervera. Al mes siguiente escribe dos
cartas a su casa. En la primera cuenta que le va bien y pide que le
envíen el libro Gramática Latina, mientras que en
la segunda de noticias del viaje en tren, que le costó 20
pesetas, y su llegada un tanto mareado a Cervera. A consecuencia de
ello tuvo que guardar cama algunos días.
El 29 de julio de 1930
pasó a Vic para hacer el noviciado. La toma de hábito y
el inicio del noviciado fue el 14 de agosto bajo la dirección
del P. Ramón Ribera y profesó el 15 de agosto del
años siguiente.
Se trasladó a
Solsona para hacer los estudios de filosofía el 26 de agosto de
ese mismo año. También en este centro comenzó los
estudios de teología en 1934 con gran aprovechamiento. Al final
de dicho curso, el 13 de junio de 1935 recibió la primera
tonsura y las dos primeras órdenes menores de manos del Exc.mo
Valentín Comellas, Obispo de Solsona.
El 26 de agosto de
1935 pasó a Cervera para continuar los estudios, que no pudo
concluir a causa de la persecución religiosa desatada en 1936.
Era de muy buena
conducta, religioso piadoso y dócil. Tenía buenas
cualidades intelectuales y condiciones para el trabajo y la actividad.
Era gran latinista, con el cual contaba el P. Jové para la
revista.
Entre sus
propósitos de los ejercicios de febrero de 1932 se puede leer:
Para estar preparados para lo que pueda suceder he propuesto lo
siguiente. Pedir constantemente a Jesús y a la Madre que aumente
n más y más cada día la fe en mi corazón de
modo que pueda confesarla públicamente aun derramando la sangre
si fuere su divino beneplácito; todos los días en la
Sagrada Comunión me ofreceré a Jesús como
víctima de expiación y le pediré especialmente me
dé fuerzas para serle fiel aun a costa de mi vida si fuere
menester. Tendré presente aquel y Jesús callaba para
saber sufrir en silencio y con alegría todas las burlas,
injurias, denuestos y persecuciones que nos podrían sobrevenir.
Martirio
Siguió la misma
suerte que todo el grupo encomentado al P. Jové.