BEATO PEDRO II DE CAVA
13 de marzo
1208 d.C.
Fue el
noveno abad benedictino de la abadía de La Cava (Salerno)
(1195-1208), sucediendo al beato abad Benincasa; se le ha definido como
"enemigo de contiendas", elogio admirable para aquel tiempo. Pero la
sucesión no ocurrió sin oposición: en un primer
momento una fracción de la comunidad eligió como abad a
un tal Rogerio, pero luego la fracción más comprensiva y
obediente prevaleció, y así, al final de 1194, se
reconstituyó la paz y la armonía, con Pedro II como abad.
Su gobierno
ocurrió en circunstancias políticas convulsas en todo el
sur de Italia; él procuró ganar la benevolencia del
emperador Enrique VI, hijo de Federico Barbarroja, que se mostró
generoso con la abadía; de hecho, con una cédula de
septiembre de 1195, confirmó al monasterio los bienes que
poseían, y los privilegios concedidos por sus predecesores. Sin
embargo sufrió una disputa con el arzobispo de Salerno y con el
obispo de Capaccio, y varios abusos de los barones locales, que
trajeron pérdidas de muchos bienes feudales y varios derechos de
naturaleza económica. Sin embargo, en 1201 se produjo la
fundación del hospital de Vietri sul Mare, que formó, con
su puerto, uno de las más útiles dependencias de la
abadía madre.
Después de 13 años de gobierno, Pedro II murió.
Para prevenir disturbios, designó él mismo su sucesor, el
beato Bálsamo. Su cuerpo fue depositado en la «Cripta
Arsicia», la cueva del primer eremitorio del fundador de la
abadía, San Alferio; pero ahora las reliquias reposan bajo uno
de los altares de la magnífica basílica abacial. El
16 de mayo de 1928 el papa Pío XI confirmó el culto
inmemorial que se le venía tributando.