Siempre Serán Nuestros Hijos: Un
mensaje pastoral a los padres con hijos homosexuales y sugerencias para agentes
pastorales
Una declaración del Comité de Obispos para el Matrimonio y
la Familia
Prefacio
Este mensaje pastoral tiene como propósito llegar a aquellos padres
que están tratando de comprender el hecho de que un hijo, adolescente
o adulto, es homosexual. Es una súplica a las familias para que acudan
a las fuentes de la fe, la esperanza y el amor al enfrentarse a un futuro
incierto. Les pide que reconozcan que la Iglesia les ofrece grandes recursos
espirituales para darles fuerza y apoyarlos en este momento de su vida familiar
y en el futuro.
Este mensaje se deriva del Catecismo de la Iglesia Católica, las
enseñanzas del Papa Juan Pablo II y las declaraciones de la Congregación
de la Doctrina de la Fe y de nuestra conferencia episcopal. Este mensaje
no es un tratado sobre la homosexualidad. No es una presentación sistemática
de la enseñanza moral de la Iglesia. No abre senderos nuevos en la
teología que presenta. Más bien, basados en la enseñanza
de la Iglesia, y también en nuestra experiencia pastoral, tratamos
de expresarnos con palabras de fe, esperanza y amor a los padres que necesitan
la amorosa presencia de la Iglesia en un momento que bien podría ser
uno de los más difíciles de su vida. También tenemos
la esperanza de que este mensaje ayude a sacerdotes y agentes pastorales que
frecuentemente son los primeros a quienes padres e hijos acuden con sus luchas
y ansiedades.
En años recientes hemos tratado de acercarnos a familias que atraviesan
circunstancias difíciles. Nuestras iniciativas tomaron la forma de
declaraciones cortas, como ésta, dirigida a las personas que tal vez
pensaban que no había lugar para ellas en el círculo de interés
de la Iglesia. Siempre Serán Nuestros Hijos sigue la misma tradición
de esas otras declaraciones pastorales.
Este mensaje no es para interceder ni está al servicio de ninguna
agenda. Tampoco se debe interpretar como una aprobación de lo que algunos
llaman "el estilo homosexual de vivir". Siempre Serán Nuestros Hijos
es dar una mano a los padres y otros miembros de familia por parte del Comité
de Obispos sobre el Matrimonio y la Familia, y les ofrece una perspectiva
diferente a la gracia presente en la vida familiar y la invariable misericordia
de Cristo nuestro Señor.
Momento crítico, tiempo de gracia
Al empezar a leer este mensaje usted podría sentir que su vida es
un torbellino. Usted y su familia podrían enfrentarse a una de esas
situaciones difíciles a las que se refiere el Santo Padre:
• Piensa que su hijo o hija adolescente está sintiendo
la atracción hacia personas del mismo sexo y/o ha observado actitudes
y comportamiento que le parecen confusos o lo mortifican, o con los que no
está de acuerdo.
• Su hijo o hija le ha informado de alguna manera que
tiene una inclinación hacia la homosexualidad.
• Siente una tensión entre amar a su hijo como
la creación valiosa de Dios que es y no aprobar ningún comportamiento
que la Iglesia enseña que es inmoral.
Usted no tiene que enfrentarse solo a este momento doloroso, sin ayuda humana
o sin la gracia de Dios. La Iglesia puede ser un instrumento de ayuda y sanación.
Esta es la razón por la cual los obispos, como pastores y maestros,
han escrito esta carta para usted en particular.
En este mensaje pastoral, acudimos al don de la fe, y también a las
sólidas enseñanzas y a la práctica pastoral de la Iglesia
para ofrecer ayuda amorosa, guía responsable y recomendaciones para
los ministerios apropiados a sus necesidades y a las de sus hijos. Nuestro
mensaje trata sobre su aceptación de ustedes mismos, sus creencias
y valores, sus interrogantes y todas sus luchas actuales; sobre su aceptación
y amor por su hijo por ser un don de Dios; y de su aceptación de la
completa revelación de Dios sobre la dignidad de la persona y el significado
de la sexualidad humana. Dentro de la visión moral católica
no hay ninguna contradicción entre estos grados de aceptación,
ya que la verdad y el amor no se oponen. Están unidos inseparablemente
y arraigados en una persona, Jesucristo, quien nos revela que Dios es la verdad
suprema y el amor salvífico.
Dirigimos nuestro mensaje a toda la comunidad eclesial y especialmente a
los sacerdotes y a otros agentes pastorales pidiendo que nuestras palabras
se conviertan en actitudes y acciones según el camino del amor que
Cristo nos enseñó. Es mediante la comunidad de fieles que Jesús
nos ofrece su esperanza, ayuda y sanación para que toda la familia
pueda continuar creciendo y convertirse en la comunidad íntima de vida
y amor que Dios desea.
Aceptarse a sí mismo
Primero consideramos los sentimientos debido a que usted puede sentirse
sobrecogido por una marejada de emociones. Aunque el don de la sexualidad
humana puede parecer a veces como un gran misterio, la doctrina de la Iglesia
sobre la homosexualidad es muy clara. Sin embargo, debido a que los términos
de esa enseñanza se han vuelto muy personales en lo referente a su
hijo o hija, es posible que usted se sienta confuso y con conflictos internos.
Podría estar sintiendo emociones muy diversas, y a diferentes niveles,
tales como las siguientes:
Alivio: Tal vez ya percibía por algún tiempo que su hijo o
hija era diferente en algunos aspectos. Ahora él o ella ha venido y
le ha confiado algo muy importante. Es posible que sus hermanos se enteraron
antes y tuvieron temor de contárselo. Pero, sea como sea, se ha quitado
un peso de encima. Reconozca la posibilidad de que su hijo le haya comunicado
esta noticia no para herirlo ni para crear mayor distancia, sino por amor
y confianza, con el deseo de ser honesto, sentirse cerca y tener mejor comunicación.
Ira: Podría sentirse engañado y manipulado por su hijo e hija.
Podría sentirse enojado con su cónyuge, culpándole de
"ser la causa de que su hijo o hija sea así"— especialmente si ha habido
dificultad en la relación entre padre e hijo. Podría sentirse
enojado consigo mismo por no haber reconocido las señales de la homosexualidad.
Junto a la ira, podría sentir desengaño, si otros miembros
de la familia, u otros hijos, han rechazado a su hermano o hermana homosexual.
También es posible estar enojado si los miembros de la familia o los
amigos parecen aceptar y hasta consentir la homosexualidad. También—y
no se puede ignorar—es posible sentirse enojado con Dios por permitir lo
que está sucediendo.
Aflicción: Puede sentir que su hijo no es exactamente el mismo individuo
que conocía anteriormente. Puede sentir que su hijo o hija nunca le
dará nietos. La pérdida de esas ilusiones, como también
la realización de que los homosexuales sufren discriminación
y mucha hostilidad, puede causarle gran tristeza.
Temor: Puede temer que la vida y el bienestar de su hijo o hija están
en peligro a causa del prejuicio que existe en contra de los homosexuales.
Particularmente, puede temer que la comunidad empiece a excluir a su hijo
o a tratar a su familia con desprecio. El temor de que su hijo contraiga VIH/SIDA
u otras enfermedades transmitidas sexualmente es una amenaza seria y constante.
Si su hijo se siente deprimido, usted podría temer la posibilidad
de un suicidio.
Culpabilidad, vergüenza y soledad: "Si hubiéramos hecho . .
. o si no hubiéramos hecho . . .", son frases que pueden torturar
a los padres en estos momentos. Pesares y desengaños se levantan como
fantasmas del pasado. Sentir que uno ha fracasado puede llevarlo a un valle
de vergüenza que a su vez puede aislarlo de sus hijos, de su familia
y de otras comunidades de apoyo.
Sentido protector de padre y orgullo: Las personas homosexuales a veces
tienen la experiencia de la discriminación y los actos de violencia
en nuestra sociedad. Como padre o madre es natural que quiera proteger a
su vástago del peligro, sin importar su edad. Usted podría
insistir: "Siempre serás mi hijo o mi hija; nada cambiará eso.
También eres un hijo de Dios, con talentos y llamado a cumplir su
propósito en los planes divinos".
Mantenga presente dos cosas importantes cuando trate de comprender todas
esos sentimientos. Primero, debe escucharlos. Puede ser que le den la clave
que lo lleve a descubrir más plenamente la voluntad de Dios para usted.
Segundo, debido a que muchos sentimientos pueden ser confusos o conflictivos,
no es necesario tratar de controlarlos todos a la vez.
Reconocerlos podría ser suficiente, pero también podría
necesitar hablar sobre esos sentimientos. No anticipe que todas las tensiones
se podrán resolver. La vida cristiana es un sendero marcado por la
perseverancia y la oración. Es también una senda que nos lleva
desde donde estamos hasta donde sabemos que Dios nos llama.
Aceptación de su hijo
¿Cuál es la mejor manera de expresar su amor, que es en sí
un reflejo del amor incondicional de Dios, hacia su hijo? Por lo menos dos
cosas son necesarias.
Primero, no rompa la comunicación; no rechace a su hijo. Un número
sorprendente de jóvenes homosexuales termina en la calle por el rechazo
de su familia. Esto y otras presiones externas, pueden poner a los jóvenes
en un mayor riesgo de comportarse de manera autodestructiva con el abuso de
narcóticos o el suicidio.
Su hijo puede necesitarlo a usted y a su familia ahora más que nunca.
Él o ella es todavía la misma persona. Este hijo, que siempre
fue un regalo de Dios para usted, puede ser que ahora sea la causa de otro
regalo: que su familia se vuelva más honesta, respetuosa y comprensiva.
Sí, su amor enfrenta una prueba ante esta realidad, pero también
puede ser fortalecido mediante su lucha por responder amorosamente.
La segunda manera de comunicar amor es buscando ayuda apropiada para su
hijo y para usted mismo. Si su hijo o hija es un adolescente, es posible
que dé muestras de características que le preocupen, tales
como lo que el joven lee o ve por los medios de comunicación, amistades
intensas y otras señales y tendencias visibles. Lo que los padres
necesitan hacer es no asumir que su hijo ha desarrollado una orientación
homosexual, y cultivar una actitud que lo ayude a mantener una relación
cariñosa que proporcione a su hijo apoyo, información, ánimo
y guía moral. Los padres deberán siempre estar alertas sobre
la conducta de sus hijos e intervenir de manera responsable cuando sea necesario.
En muchos casos, puede ser apropiado y necesario que su hijo reciba ayuda
profesional, incluyendo dirección espiritual y consejería. Es
importante, por supuesto, que esté dispuesto a hacerlo voluntariamente.
Busque un terapeuta que aprecie los valores religiosos y que entienda la naturaleza
compleja de la sexualidad. Una persona así, tendrá la experiencia
necesaria para ayudar a otros a discernir el significado del primer comportamiento
sexual, de las atracciones y fantasías sexuales de manera que lleven
a una mayor claridad y autoidentidad. Durante ese proceso, sin embargo, es
esencial que usted permanezca abierto a la posibilidad de que su hijo o hija
esté luchando por entender y aceptar una orientación homosexual
básica.
El significado y las implicaciones del término "orientación
homosexual" no se han aceptado de manera generalizada. La doctrina de la Iglesia
reconoce que hay una distinción entre una "tendencia" homosexual que
termina siendo "transitoria", y los "homosexuales que son definitivamente
así, debido a algún tipo de instinto innato" (Congregación
para la Doctrina de la Fe, Declaración sobre ciertas preguntas de la
ética sexual, 1975, no. 8).
Por lo tanto, en vista a esa posibilidad, es apropiado entender la orientación
sexual (heterosexual u homosexual) como una dimensión con raíces
profundas de la personalidad de cada uno y reconocer su estabilidad relativa
en la persona. Una orientación homosexual produce una atracción
emocional y sexual mayor hacia individuos del mismo sexo, en vez de los del
sexo opuesto. No excluye enteramente el interés, la atención
y la atracción hacia miembros del sexo opuesto. Tener una orientación
homosexual no significa necesariamente que una persona participe en actividades
homosexuales.
No parece haber una causa simple de la orientación homosexual. Una
opción común de los expertos es que hay factores múltiples—genéticos,
hormonales, psicológicos—que pueden causarla. Generalmente la orientación
homosexual se vive como algo dado, no algo que se escoge. Por lo tanto, de
por sí, la orientación homosexual no puede considerarse como
pecaminosa, ya que la moralidad supone la libertad de escoger.1
Algunas personas homosexuales quieren que públicamente se las reconozcan
como lesbianas o "gays". Estos términos frecuentemente expresan el
grado de autorealización y autoaceptación personal dentro de
la sociedad. Aunque usted pueda sentir que esos términos son ofensivos
por sus connotaciones políticas o sociales, es necesario ser sensible
a cómo su hijo o su hija los usa. El lenguaje no debe ser una barrera
a la edificación de comunicación confiada y abierta.
Usted puede ayudar a una persona homosexual de dos maneras generales. Primero,
anímela a cooperar con la gracia de Dios para que viva una vida de
castidad. Segundo, concéntrese en la persona, no en su orientación
homosexual. Esto implica respetar la libertad de una persona de escoger o
rehusar terapia que va dirigida a cambiar su orientación homosexual.
Con el presente estado de la ciencias médicas y sicológicas,
no hay garantía de que esa terapia funcione. Por eso, no hay obligación
de participar en ella, aunque algunos la consideren útil.
Sobre todo, es esencial recordar una verdad fundamental. Dios ama a cada
persona como individuo único. La identidad sexual ayuda a definir a
las personas únicas que somos y, un componente de nuestra identidad
sexual, es nuestra orientación sexual. Por consiguiente, nuestra personalidad
total va más allá de nuestra orientación sexual. Los
seres humanos ven las apariencias, pero el Señor ve el corazón
(cf. 1 Sm 16:7).
Dios no ama a alguien menos porque es homosexual. El amor de Dios siempre
y en todas partes se ofrece a los que están abiertos para recibirlo.
Las palabras de San Pablo son de gran esperanza:
Estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni
los poderes espirituales, ni el presente, ni el futuro, ni las fuerzas del
universo, sean de los cielos, sean de los abismos, ni criatura alguna, podrá
apartarnos del amor de Dios, que encontramos en Cristo Jesús nuestro
Señor. (Rom 8:38-39)
Aceptación del plan de Dios y del ministerio de la Iglesia
Para el cristiano, la aceptación de sí mismo y de un hijo
homosexual deberá ocurrir dentro del contexto más amplio de
la aceptación de la verdad revelada sobre la dignidad y el destino
de cada persona. La Iglesia es responsable de profesar y enseñar esta
verdad, presentándola como una vasta visión moral con aplicándola
a situaciones particulares mediante sus ministerios pastorales. Presentaremos
aquí los puntos principales de esta enseñanza moral.
Cada persona tiene su dignidad intrínseca porque ha sido creada a
imagen de Dios. Un profundo respeto por toda la persona lleva la Iglesia a
enseñar que la sexualidad es un regalo de Dios. El que una persona
sea hombre o mujer es parte esencial del plan divino, porque su sexualidad
— una mezcla misteriosa de cuerpo y espíritu — es lo que permite a
los seres humanos compartir el amor y la vida creativa de Dios.
Igual que todos los dones de Dios, el poder y la libertad de la sexualidad
pueden ser canalizados hacia el bien o hacia el mal. Todos — los homosexuales
y los heterosexuales — son llamados a la madurez personal y a la responsabilidad.
Con la ayuda de la gracia de Dios, todos están llamados a comportarse
según la virtud de la castidad en las relaciones personales. La castidad
significa la integración de pensamientos, sentimientos y acciones en
la dimensión de la sexualidad humana, de manera que se valore y respete
la dignidad personal propia y la de los demás. Es "el poder espiritual
el que libera al amor de su egoísmo y agresión" (Concilio Pontificio
para al Familia, La verdad y el significado de la sexualidad humana, 1996,
no. 16).
Cristo llama a todos sus seguidores — ya sean casados o célibes —
a una vida regida por una norma superior de amar. Esto incluye no sólo
la fidelidad, el perdón, la esperanza y la perseverancia y el sacrificio,
sino también la castidad que se expresa en la modestia y el auto-control.
La vida de castidad es posible, aunque no siempre es fácil, porque
implica un esfuerzo continuo para avanzar hacia Dios y alejarse del pecado,
especialmente con la fuerza de los sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía.
Sin duda, Dios espera que todos busquen la perfección del amor, pero
que lo logren gradualmente pasando por las etapas del crecimiento moral (cf.
Juan Pablo II, Sobre la familia, 1981, no. 34). Para mantenernos firmes en
el camino de la conversión, tenemos a nuestro alcance la gracia de
Dios que es suficiente para todos los que están dispuestos a recibirla.
Ademàs, cuando las personas homosexuales "dediquen sus vidas a entender
la naturaleza de la llamada personal que Dios les hace, podrán celebrar
el sacramento de la penitencia con más fidelidad y recibir la gracia
del Señor que tan libremente se les ofrece allí para convertir
sus vidas a la plenitud de su camino" (Congregación para la Doctrina
de la Fe, Carta sobre el Cuidado Pastoral de Personas Homosexuales, 1986,
no. 12).
Para vivir y amar con castidad hay que entender que "sólo dentro
del matrimonio el acto sexual simboliza a plenitud el doble designio del
Creador, un acto de amor comprometido con el potencial de procrear una nueva
vida humana" (United States Catholic Conference, Human Sexuality: A Catholic
Perspective for Education and Lifelong Learning [La sexualidad humana: una
perspectiva católica para la educación y la vida de continuo
aprendizaje], 1991, p. 55). Esta es una enseñanza fundamental de nuestra
Iglesia sobre la sexualidad, enraizada en el relato bíblico del hombre
y la mujer creados a imagen de Dios y hechos para la unión mutua (Gn
2-3).
A esto siguen dos conclusiones. Primero, el plan de Dios es que el acto
sexual ocurra solamente dentro del matrimonio entre un hombre y una mujer.
Segundo, cada acto de intimidad sexual tiene que estar abierto a la posible
creación de una vida humana. La relación sexual entre homosexuales
no cumple esas dos condiciones. Por eso, la Iglesia enseña que el
comportamiento "homo-genital" es objetivamente inmoral, pero al mismo tiempo
hace la distinción entre este comportamiento y la orientación
homosexual que no es de por sí, inmoral. Es importante reconocer que
ni la orientación homosexual ni la heterosexual, lleva inevitablemente
a la actividad sexual. La totalidad de la persona no se puede reducir a su
orientación ni a su comportamiento sexual.
El respeto por la dignidad que Dios concede a todos los seres humanos significa
que hay que reconocer los derechos humanos y las responsabilidades. La enseñanza
de la Iglesia expresa muy claramente que los derechos humanos de las personas
homosexuales deben ser defendidos y que todos tenemos la obligación
de luchar por eliminar cualquier forma de injusticia, opresión o violencia
en su contra (cf. El cuidado pastoral de personas homosexuales, 1986, no.
10).
No es suficiente evitar la discriminación injusta. Las personas homosexuales
"deben ser acogidas con respeto, compasión y delicadeza" (Catecismo
de la Iglesia Católica, no. 2358). Como es cierto de todos los seres
humanos, necesitan ser fortalecidos simultáneamente en diferentes niveles.
Esto incluye la amistad, la cual es una manera de amar esencial al desarrollo
humano que es saludable así como también es una de las experiencias
humanas más enriquecedoras. La amistad puede florecer, y de hecho
florece, fuera de las relaciones sexuales genitales.
La comunidad cristiana debe ofrecer a sus hermanos y hermanas homosexuales
comprensión y servicios pastorales. Hace más de veinte años
nosotros los obispos dijimos que "los homosexuales... deberían tener
un papel activo en la comunidad cristiana" (National Conference of Catholic
Bishops, To Live in Christ Jesus: A Pastoral Reflection on the Moral Life
[Vivir en Cristo Jesús: Una reflexión pastoral sobre la vida
moral], 1976, p. 19). ¿Qué significa eso en la práctica?
Significa que las personas homosexuales tienen el derecho de sentirse bienvenidos
en la comunidad, de oír la palabra de Dios y de recibir servicios pastorales.
Las personas homosexuales que viven castamente deben tener oportunidades para
dirigir y servir a la comunidad. Sin embargo, la Iglesia tiene el derecho
a negar funciones públicas de servicio y liderazgo a
personas, ya sean homosexuales o heterosexuales, cuyo comportamiento público
viole abiertamente sus enseñanzas.
La Iglesia también reconoce la importancia y la urgencia de servir
a las personas con VIH/SIDA. Aunque el VIH/SIDA es una epidemia que afecta
a toda la raza humana, no sólo a los homosexuales, ha venido teniendo
un efecto devastador entre ellos y ha llenado de angustia a muchos padres,
familias y amistades.
Sin dar aprobación a un comportamiento autodestructivo ni negar la
responsabilidad personal, rechazamos la idea de que el VIH/SIDA es un castigo
directo de Dios. Además
Personas afectadas por el SIDA no son personas distantes, extrañas,
objetos de una mezcla de piedad y aversión. Tenemos que tenerlos presentes
en nuestra conciencia como individuos y comunidad, y abrazarlos con amor incondicional.
La compasión y el amor hacia las personas afectadas por VIH son la
única respuesta auténticamente bíblica (National Conference
of Catholic Bishops, Called to Compassion and Responsibility: A Response
to the HIV/SIDA Crisis, [Llamados a la compasión y la responsabilidad:
Una respuesta a la crisis del VIH/SIDA], 1989).
No hay nada en la Biblia ni en la doctrina católica que se pueda
usar para justificar actitudes y comportamientos prejuiciados o discriminatorios.2
Reiteramos aquí lo que hemos dicho anteriormente en otra declaración:
Llamamos a todos los cristianos y ciudadanos de buena voluntad a confrontar
sus propios temores sobre la homosexualidad y a impedir las bromas y la discriminación
que ofenda a los homosexuales. Sabemos que una orientación homosexual
conlleva suficiente ansiedad, dolor e inquietudes relacionadas a la autoaceptación
como para que la sociedad añada más prejuicios (Human Sexuality:
A Catholic Perspective for Education and Lifelong Learning, 1991, p. 55).
Recomendaciones Pastorales
Con la meta clara de vencer el aislamiento que usted, su hijo o su hija
estén viviendo, le ofrecemos estas recomendaciones; también
van dirigidas a los sacerdotes y ministros pastorales.
A los padres:
1. Acéptense y ámense ustedes mismos como
padres para poder aceptar y amar a su hijo o su hija. No se culpen por su
orientación homosexual.
2. Hagan todo lo posible para continuar demostrando amor
por su hijo. Sin embargo, la aceptación de su orientación homosexual
no tiene que incluir la aprobación de todo lo relacionado con las actitudes
y el comportamiento que elija. De hecho, usted puede cuestionar ciertos aspectos
de su estilo de vida que considere objetables.
3. Inste a su hijo o a su hija a permanecer dentro de
la comunidad de fe católica. Si ha dejado la Iglesia, estimúlelo
a volver y a reconciliarse con la comunidad, especialmente mediante el sacramento
de la Penitencia.
4. Recomiende a su hijo o a su hija que busque un director
espiritual/mentor que le ofrezca consejos en la oración y en cómo
vivir una vida casta y virtuosa.
5. Busque ayude para usted también, tal vez en
la forma de consejería o dirección espiritual, mientras trata
de encontrar entendimiento, aceptación y paz interior. También,
considere unirse a un grupo de apoyo o participe en un retiro dirigido a los
padres católicos de hijos homosexuales. Otras personas han tenido que
andar por esa misma ruta pero puede ser que hayan avanzados más en
la jornada. Pueden compartir maneras eficaces de manejar situaciones familiares
delicadas tales como la forma de hablar sobre su hijo a otros miembros de
la familia y amistades, cómo explicar la homosexualidad a niños
menores y cómo tratar cristianamente a las amistades de su hijo o hija.
6. Acudan en espíritu de amor y servicio a otros
padres que también luchan con la homosexualidad de un hijo o una hija.
Contacten a su parroquia sobre la posibilidad de organizar un grupo de apoyo
para padres. Su oficina diocesana para el ministerio familiar, Caridades Católicas
o un ministerio diocesano especial para personas homosexuales pueden ayudarlo.
7. Al hacer uso de las oportunidades para la educación
y apoyo, recuerde que sólo usted puede cambiar; sólo usted puede
ser responsable de sus propias creencias y acciones, no por las de sus hijos
adultos.
8. Pongan toda su fe en Dios que es más poderoso,
más compasivo y más misericordioso de lo que nosotros somos
o podemos ser.
A los ministros de la Iglesia:
1. Pónganse a la disposición de los padres
y las familias que les piden su ayuda pastoral, consejería espiritual
y oración.
2. Reciban a las personas homosexuales en la comunidad
de fe y busquen a los que están marginados. Eviten los estereotipos
y las condenas. Traten primero de escuchar. No piensen que todas las personas
homosexuales están sexualmente activas.
3. Aprendan más sobre la homosexualidad y la doctrina
de la Iglesia para que su prédica, enseñanza y consejería
sean bien informadas y efectivas.
4. Cuando hablen en público use las palabras "homosexual",
"gay" y "lesbiana" con honestidad y correctamente.
5. Mantengan una lista de agencias, grupos comunitarios,
consejeros y otros expertos que puedan referir a personas homosexuales o a
sus padres y familiares cuando ellos le piden asistencia especializada. Recomienden
agencias que concuerdan con la doctrina católica.
6. Ayuden a establecer o promover grupos de apoyo para
padres y miembros de la familia.
7. Infórmese sobre el VIH/SIDA para tener más
conocimiento y ser más compasivo en su ministerio. Incluya oraciones
en la liturgia para los que viven con VIH/SIDA, los que los cuidan, los que
han fallecido y sus familias, sus compañeros y amistades. Una misa
especial para la sanación y la unción de los enfermos puede
celebrarse con motivo del Día Mundial del SIDA (diciembre 1ro) o con
un programa local para informarse del SIDA.
Conclusión
Para San Pablo el amor es el principal don espiritual. San Juan considera
que el amor es la señal segura de la presencia de Dios. Jesús
propuso que es la base de los dos principales mandamientos que cumplen toda
la ley y los profetas.
El amor, también, es la continua historia de la vida de cada familia.
El amor se puede compartir, nutrir, rechazar y algunas veces, perder. Seguir
el camino del amor de Cristo es el reto al que se enfrenta cada familia hoy.
Su familia ahora tiene una oportunidad para compartir y aceptar el amor. Nuestras
comunidades eclesiales están también llamadas a comportarse
con un grado ejemplar de amor y justicia. Nuestros hermanos y hermanas homosexuales
— en realidad, todos los humanos — han sido invitados a amar responsablemente.
A nuestros hermanos y hermanas homosexuales les ofrecemos una palabra final.
Este mensaje es una mano abierta a sus padres y familiares que los invita
a aceptar la gracia de Dios presente en sus vidas ahora y a confiar en la
misericordia segura de Jesús nuestro Señor. Ahora les extendemos
la mano y los invitamos a hacer lo mismo. Estamos llamados a convertirnos
en un solo cuerpo, un solo espíritu, en Cristo. Nos necesitamos unos
a otros porque así "creceremos de todas maneras hacia Aquel que es
la Cabeza, Cristo. Él da organización y cohesión al cuerpo
entero, por medio de una red de articulaciones, que son los miembros, cada
uno con su actividad propia, para que el Cuerpo crezca y se construya a sí
mismo en el amor" (Efe, 4:15-16).
Aunque a veces se sientan desanimados, heridos o enfadados, no abandonen
a sus familias, a su comunidad cristiana ni a los que los aman. En ustedes
se revela el amor de Dios. Ustedes siempre serán nuestros hijos.
Bibliografía de la Doctrina de la Iglesia
Catecismo de la Iglesia Católica, 2357-2359. U.S. Catholic Conference,
1994.
Concilio Pontificio para la Familia. The Truth and Meaning of Human Sexuality.
U.S. Catholic Conference, 1996.
Congregación para la Doctrina de la Fe. Carta a los obispos de la
Iglesia católica sobre el cuidado pastoral de personas homosexuales.
1986.
Congregación para la Doctrina de la Fe. Declaración sobre
ciertas cuestiones sobre la ética sexual (Persona Humana). 1975. National
Conference of Catholic Bishops. To Live in Christ Jesus: A Pastoral Reflection
on the Moral Life. 1976.
National Conference of Catholic Bishops. Called to Compassion and Responsibility:
A Response to the HIV/SIDA Crisis. U.S. Catholic Conference, 1990.
National Conference of Catholic Bishops. Human Sexualidad: A Catholic Perspective
for Education and Lifelong Learning.
U.S. Catholic Conference, 1991.
Papa Juan Pablo II. El Esplendor de la Verdad (Veritatis Splendor). 1993.
Papa Juan Pablo II. Exhortación Apostólica sobre la familia
(Familiaris Consortio). 1981.
Notas
1. The Catechism of the Catholic Church states also: "This
inclination, which is objectively disordered, constitutes for most [persons
with the homosexual inclination] a trial" (no. 2358).
2. In matters where sexual orientation has a clear relevance,
the common good does justify its being taken into account, as noted by the
Congregation for the Doctrine of the Faith in Some Considerations Concerning
the Response to Legislative Proposals on the Non-Discrimination of Homosexual
Persons, 1992, no. 11.
Siempre Serán Nuestros Hijos: Un mensaje pastoral a los padres con
hijos homosexuales y sugerencias para agentes pastorales es una declaración
del Comité de NCCB para el Matrimonio y la Familia. Se preparó
en el Secretariado para Familia, Laicos, Mujeres y Jóvenes bajo la
supervisión de dicho comité. Su publicación fue aprobada
por el Comité Administrativo el 10 de septiembre de 1997 y el signatario
autorizó su publicación.
Monseñor Dennis M. Schnurr, Secretario General, NCCB/USCC
Las citas bíblicas fueron tomadas de la Biblia Latinoamericana con
derecho de Ramón Ricciardi y Bernardo Hurault, © 1972. Ediciones
Paulinas, Editorial Verbo Divino, 1989. Se usan con permiso.
Copyright © 1997, United States Catholic Conference, Inc., Washington,
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