BEATO PABLO UCHIBORI
SAKUEMON Y 15 COMPAÑEROS
28 de febrero
1627 d.C.

Son un
grupo de veintinueve, todos ellos indicados con sus nombres y datos
concretos. Destacan el samurai Pablo Uchibori, con sus tres hijos, y el
anciano señor ("tono") de la aldea Hachirao, Pablo Onizuka,
padre del mártir beato Pedro Onizuka, s.j., quemado vivo en
1622. Pero los veintinueve mártires se distribuyen en tres
grupos, según la fecha del martirio: 21 de febrero, 28 de
febrero y 17 de mayo de 1627. Se les conoce como los “mártires
del monte Huzen” en Nagasaki. Hoy celebramos los 16 que murieron el
día 28 de febrero.
Casi todos
habían sufrido anteriormente cárcel y torturas. Algunos
son descendientes o familiares de mártires. Otros mueren con su
esposa e hijos. Algunos eran catequistas o jefes de aldeas, o
habían hospedado a los misioneros ocultos, arriesgando su propia
vida.
A los tres hijos de
Pablo Uchibori, antes de matarlos y arrojarlos al mar (21 de febrero de
1627), les cortaron los dedos de las manos, ante su padre y ante un
gran grupo de condenados al martirio, para presionarlos a apostatar. El
niño Ignacio Uchibori, de cinco años, sufrió la
mutilación con gran serenidad, levantando sus dedos y mano
mutilada y sangrienta, con la admiración de todos los presentes.
Con ellos murió del mismo modo, con los dedos mutilados y
arrojada al mar, Gracia, esposa de Tomás Soxin, porque no quiso
renegar de la fe; también mataron allí mismo,
arrojándolos al mar, a otros doce.
Cinco de los veintiséis mártires de la presente lista,
martirizados en los sulfatos del monte Unzen —en dos grupos y fecha
distinta: 28 de febrero y 17 de mayo— son firmantes, entre otros doce,
de la carta dirigida anteriormente a Pablo V (18 de octubre de 1620),
expresando su disponibilidad de "ofrecer nuestras vidas en testimonio
de Cristo y de la santa Iglesia romana... Nada tenemos tan grabado en
el corazón como el padecer el martirio, cuando la ocasión
se ofrezca, con la gracia de Dios".
El samurai Pablo
Uchibori, ya desde las torturas en la cárcel y durante los
tormentos de los sulfatos, animaba a todos sus compañeros a
perseverar en la fe, mientras él y otros eran torturados y
mutilados en rostro y manos. Murió diciendo: "Alabado sea el
Santísimo Sacramento". De él se conserva una carta
escrita desde la cárcel, en la que explica el martirio de otros
mártires anteriores y su propia disponibilidad martirial por
amor a Cristo: "Deseo padecer por su amor".
Todos
murieron orando, fuertes en la fe y con alegría, a veces dejando
escritas, durante el trayecto hacia el martirio, expresiones
poéticas de despedida, como hicieron los mártires
Joaquín Mine y Bartolomé Baba con esta afirmación:
"Hasta ahora creía que el cielo estaba muy lejos; ahora,
viéndolo tan cerca, me llena de alegría". El samurai Juan
Marsutake murió orando: "¡Señor Jesús, no me
dejéis de vuestra mano!". Los testigos han dejado constancia de
la actitud martirial de todos. Fueron beatificados por SS.
Benedicto XVI el 24 de noviembre de 2008.