Nació
en Barletta (Italia). Ingresó muy joven en los agustinos y poco
a poco creció en él el deseo de vivir una mayor
perfección, tanta de alejarse de su patria para “ir donde
ninguno lo conociera personalmente, sino solamente Dios”. Obtuvo
licencia para trasladarse a la Provincia portuguesa de la Orden ya que
en ella se vivía el voto de la Observancia.
Era de
carácter jovial pero particularmente dedicado a la
oración y penitencia, vivió intensamente el Misterio de
la Pasión y muerte de Jesús. Fue enviado como misionero a
la isla de San Thomé, en las Indias Orientales, donde
trabajó incansablemente por la difusión del Evangelio.
Pero, a pesar de la estima que se creó entorno a su persona, no
faltaron, a causa de malos entendidos, por parte del Prior del convento
persecuciones que supo aceptar con paciencia y alegría
evangélicas. Probada su inocencia, para rehabilitar su nombre,
el mismo Prior escribió varias cartas de alabanza en la que
resaltaba su gran virtud y paciencia.
Aceptó con
resignación su última enfermedad, que vivió como
una purificación. Sabiendo que se acercaba la hora de su muerte
se preparó con serenidad y alegría para el encuentro con
el Señor. Les dio la noticia a su superior y cohermanos,
pidiéndoles que le ayudaran a celebrar aquel momento importante
de su vida.
Después de
su muerte su fama de santidad creció entre los cristianos de San
Thomé, pero también dejó un signo indeleble en la
memoria de Barletta, que le dieron el título de beato, y su
ciudad natal lo recuerda litúrgicamente.