SAN PABLO VI
6 de agosto
1963-1978 d.C.
Hijo de un
abogado y de una piadosa mujer, Giovanni Battista Montini nació
en Concesio, cerca de Brescia, el 26 de septiembre de 1897. Desde
pequeño Giovanni se caracterizó por una gran timidez,
así como por un gran amor al estudio.
Acogiendo la llamada sacerdotal, Giovanni ingresó a
los 19 años al Seminario de Brescia. Ordenado sacerdote del
Señor el 29 de mayo de 1920, cuando tenía cumplidos 23
años, se dirigió a Roma para perfeccionar allí sus
estudios teológicos.
Allí mismo realizó estudios también
en la academia pontificia de estudios diplomáticos y en 1922
ingresó al servicio papal como miembro de la Secretaría
de Estado. En mayo de 1923 se le nombró secretario del Nuncio en
Varsovia, cargo que por su frágil salud tuvo que abandonar a
finales del mismo año. De vuelta en Roma, y trabajando
nuevamente en la Secretaría de Estado de la Santa Sede, el padre
Montini dedicó gran parte de sus esfuerzos apostólicos al
movimiento italiano de estudiantes católicos (1924-1933),
ejerciendo allí una importante labor pastoral. En 1931, a sus 32
años, le era asignada la cátedra de Historia
Diplomática en la Academia Diplomática.
En 1937 fue nombrado asistente del Cardenal Pacelli, quien
por entonces se desempeñaba como Secretario de Estado. En este
puesto de servicio Monseñor Montini prestaría un valioso
apoyo en la ayuda que la Santa Sede brindó a numerosos
refugiados y presos de guerra.
Arzobispo y cardenal preparando el Concilio Vaticano II En
1944 , ya bajo el pontificado de S.S. Pío XII, fue nombrado
director de asuntos eclesiásticos internos, y ocho años
más tarde, Pro-secretario de Estado.
En 1954, el Papa Pío XII lo nombró Arzobispo
de Milán. El nuevo Arzobispo habría de enfrentar muchos
retos, siendo el más delicado de todos el problema social.
Entregándose con gran energía al cuidado de la grey que
se le confiaba, desarrolló un plan pastoral que tendría
como puntos centrales la preocupación por los problemas
sociales, el acercamiento de los trabajadores industriales a la
Iglesia, y la renovación de la vida litúrgica. Por el
respeto y la confianza que supo ganarse por parte de la inmensa
multitud de obreros, Montini sería conocido como el "Arzobispo
de los obreros".
En diciembre de 1958 fue creado Cardenal por S.S. Juan
XXIII quien, al mismo tiempo, le otorgó un importante rol en la
preparación del Concilio Vaticano II al nombrarlo su asistente.
Durante estos años previos al Concilio, el Cardenal Montini
realizó algunos viajes importantes: Estados Unidos (1960);
Dublín (1961); África (1962).
Sumo Pontífice con apretado programa
apostólico Su pontificado El Cardenal Montini contaba con 66
años cuando fue elegido como sucesor del Pontífice Juan
XXIII, el 21 de junio de 1963, tomando el nombre de Pablo VI. Tres
días antes de su coronación, realizada el 30 de junio, el
nuevo Papa daba a conocer a todos el programa de su pontificado: su
primer y principal esfuerzo se orientaba a la culminación y
puesta en marcha del gran Concilio, convocado e inaugurado por su
predecesor. Además de esto, el anuncio universal del Evangelio,
el trabajo en favor de la unidad de los cristianos y del diálogo
con los no creyentes, la paz y solidaridad en el orden social —esta vez
a escala mundial—, merecerían su especial preocupación
pastoral.
El pontificado de Pablo VI está profundamente vinculado al
Concilio, tanto en su desarrollo como en la inmediata
aplicación. En su primera encíclica, la
"programática" Ecclesiam suam, publicada en 1966 al finalizar la
segunda sesión del Concilio, planteaba que eran tres los caminos
por los que el Espíritu le impulsaba a conducir a la Iglesia,
respondiendo a los "vientos de renovación" que desplegaban las
amplias velas de la barca de Pedro. Decía él mismo el
día anterior a la publicación de su encíclica
Ecclesiam suam: El primer camino «es espiritual; se refiere a la
conciencia que la Iglesia debe tener y fomentar de sí misma. El
segundo es moral; se refiere a la renovación ascética,
práctica, canónica, que la Iglesia necesita para
conformarse a la conciencia mencionada, para ser pura, santa, fuerte,
auténtica. Y el tercer camino es apostólico; lo hemos
designado con términos hoy en boga: el diálogo; es decir,
se refiere este camino al modo, al arte, al estilo que la Iglesia debe
infundir en su actividad ministerial en el concierto disonante, voluble
y complejo del mundo contemporáneo. Conciencia,
renovación, diálogo, son los caminos que hoy se abren
ante la Iglesia viva y que forman los tres capítulos de la
encíclica».
Sesiones del Concilio Vaticano II y varios viajes apostólicos
Cronología del Concilio bajo su pontificado
El 29 de setiembre de 1963 se abre la segunda sesión del
Concilio. S.S. Pablo VI la clausura el 4 de diciembre con la
promulgación de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia.
En enero de 1964 (4-6), S.S. Pablo VI realiza un viaje sin precedentes
a Tierra Santa, en donde se da un histórico encuentro con
Atenágoras I, Patriarca de Jerusalén.
El 6 de agosto de 1964, S.S. Pablo VI publica su encíclica
programática Ecclesiam suam.
La tercera sesión conciliar duraría del 14 de setiembre
hasta el 21 de noviembre de 1964. Se clausuraba con la
promulgación de la Constitución sobre la Iglesia. En
aquella ocasión proclamó a María como Madre de la
Iglesia.
Entre la tercera y cuarta sesión del Concilio (diciembre 1964),
S.S. Pablo VI viaja a Bombay, para participar en un Congreso
Eucarístico Internacional.
El 4 de octubre, durante la cuarta y última sesión del
Concilio, viaja a Nueva York a la sede de la ONU, para hacer un
histórico llamado a la paz mundial ante los representantes de
todas las naciones.
El 7 de diciembre de 1965, un día antes de finalizar el gran
Concilio, el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras I hacen una
declaración conjunta por la que deploraban y se levantaban los
mutuos anatemas —pronunciados por representantes de la Iglesia Oriental
y Occidental en Constantinopla en 1054, y que marcaban el momento
culminante del cisma entre las Iglesias de oriente y la de occidente—.
El 8 de diciembre de 1965 confirmaba solemnemente todos
los decretos del Concilio, y proclamaba un jubileo extraordinario, el 1
de enero al 29 de mayo de 1966, para la reflexión y
renovación de toda la Iglesia a la luz de las grandes
enseñanzas conciliares.
El Post-Concilio La aplicación del Concilio: la
época post-conciliar Culminado el gran Concilio abierto al
tercer milenio, se iniciaba el difícil periodo de su
aplicación. Ello exigía un hombre de mucha fortaleza
interior, con un espíritu hondamente cimentado en el
Señor; hombre de profunda oración para discernir, a la
luz del Espíritu los caminos seguros por donde conducir al
Pueblo de Dios en medio de dificultades propias de todo proceso de
cambio, de adecuación, de renovación... propias
también de la furia del enemigo, cuyas fuerzas buscan prevalecer
sobre la Iglesia de Cristo.
Lo que a S.S. Pablo VI le tocó vivir como Pastor
universal de la grey del Señor, lo resume el Papa Juan Pablo II
en un valiosísimo testimonio, pues él —como dice
él mismo— había podido «observar de cerca» su
actividad: «Me maravillaron siempre su profunda prudencia y
valentía, así como su constancia y paciencia en el
difícil período posconciliar de su pontificado. Como
timonel de la Iglesia, barca de Pedro, sabía conservar una
tranquilidad y un equilibrio providencial incluso en los momentos
más críticos, cuando parecía que ella era sacudida
desde dentro, manteniendo una esperanza inconmovible en su
compactibilidad» (Redemptor hominis, 3).
El Papa Montini tuvo también una gran
preocupación por la unión de los cristianos, causa a la
que dedicó no pocos esfuerzos, dando así los primeros
pasos hacia la unidad de todos los cristianos. Por otro lado,
fomentó con insistencia la colaboración colegial de los
obispos. Este impulso se concretaría de diversas formas, siendo
las más significativas el proceso de consilidación de las
Conferencias Episcopales Nacionales en toda la Iglesia, los diversos
Sínodos locales y también los Sínodos
internacionales trienales. Durante su pontificado los temas tratados en
estos Sínodos episcopales fueron: el sacerdocio (1971); la
evangelización (1974); la catequesis (1977).
Otro hito importante de su pontificado lo constituye el
viaje realizado al continente americano para la inauguración de
la II Conferencia general del Episcopado Latinoamericano, siendo
ésta la primera vez que un Sucesor de Pedro pisaba tierras
americanas.
S.S. Pablo VI ha dejado un rico legado en sus muchos
escritos. Dentro de esta larga lista cabe resaltar a la
encíclica Populorum progressio, la cual trata sobre el tema del
desarrollo integral de la persona. Esta encíclica fue la base
para la Conferencia de los Obispos latinoamericanos en Medellín.
También merece ser especialmente mencionada la
exhortación Evangelii nuntiandi, carta magna de la
evangelización, que pone enfáticamente el anuncio de
Jesucristo en el corazón de la misión de la Iglesia. Para
muchos, esta carta vino de algún modo, a completar y profundizar
la Gaudium et spes. Además, constituyó el telón de
fondo de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en
Puebla.
La encíclica programática Ecclesiam suam –la
primera que escribió— es asimismo, de gran importancia.
Manifiesta que de la «conciencia contemporánea de la
Iglesia —nos dice S.S. Juan Pablo II—, Pablo VI hizo el tema primero de
su fundamental Encíclica que comienza con las palabras Ecclesiam
suam; (...) Iluminada y sostenida por el Espíritu Santo, la
Iglesia tiene una conciencia cada vez más profunda, sea respecto
de su misterio divino, sea respecto de su misión humana, sea
finalmente respecto de sus mismas debilidades humanas: es precisamente
esta conciencia la que debe seguir siendo la fuente principal del amor
de esta Iglesia, al igual que el amor por su parte contribuye a
consolidar y profundizar esa conciencia. Pablo VI nos ha dejado el
testimonio de esa profundísima conciencia de Iglesia. A
través de los múltiples y frecuentemente dolorosos
acontecimientos de su pontificado, nos ha enseñado el amor
intrépido a la Iglesia (...)» (Redemptor hominis, 3).
Son muy significativas también todas las
enseñanzas dadas con ocasión del Año Santo de la
Reconciliación, en 1975, lo que queda manifiesto en una
importante exhortación apostólica: La
reconciliación dentro de la Iglesia. Por otro lado, es
también de especial importancia El Credo del Pueblo de Dios. En
el, el Papa Pablo VI hace una hermosa profesión de fe, que
reafirma las verdades que el Cuerpo místico de Cristo cree y
vive, tomando así una firme postura ante los no pocos intentos
de agresión que sufría la fe cristiana. La herencia que
ha dejado a la Iglesia con todos sus escritos es invalorable.
Su Santidad Pablo VI, luego de su incansable labor en
favor de la Iglesia a la que tanto amor mostró, fue llamado a su
presencia por el Padre Eterno, el 6 de agosto de 1978, en la Fiesta de
la Transfiguración (que curiosamente fue también la fecha
de la publicación de la encíclica que anunciaba el
programa de su pontificado). Acaso el Señor mismo, con este
signo de su amorosa Providencia, quiso rubricar con sello divino
aquello que el Santo Padre, pocos años antes, había
escrito en una preciosa exhortación apostólica sobre la
alegría cristiana: «...existen muchas moradas en la casa
del Padre y, para quienes el Espíritu Santo abrasa el
corazón, muchas maneras de morir a sí mismos y de
alcanzar la santa alegría de la resurrección. La
efusión de la sangre no es el único camino. Sin embargo,
el combate por el Reino incluye necesariamente la experiencia de una
pasión de amor (...) «per crucem ad lucem», y de
este mundo al Padre, en el soplo vivificador del Espíritu»
(Gaudete in Domino, 37). Y ciertamente, el Padre Eterno quiso que este
hijo suyo, habiendo pasado por muchos sufrimientos y habiendo entregado
ejemplarmente su vida en el servicio amoroso a la Iglesia, pasase "de
la cruz a la luz" en el día en que la Iglesia entera celebraba
la gran Fiesta de la Transfiguración, que indica esperanzada la
meta final a la que conduce la muerte física de todo cristiano
fiel. Y él —como dijera S.S. Juan Pablo I— había
transitado ese camino de modo ejemplar: «(...) en quince
años de Pontificado, este Papa ha demostrado no sólo a
mí, sino a todo el mundo, cómo se ama, cómo se
sirve y cómo se trabaja y sufre por la Iglesia de Cristo».
«Fijo la mirada en el misterio de la muerte y de lo
que a ella sigue a la luz de Cristo, el único que la esclarece;
miro, por tanto, la muerte con confianza, humilde y serenamente.
Percibo la verdad que ese misterio ha proyectado siempre sobre la vida
presente y bendigo al vencedor de la muerte por haber disipado en
mí las tinieblas y descubierto su luz.
»Por ello, ante la muerte y la separación
total y definitiva de la vida presente, siento el deber de celebrar el
don, la fortuna, la belleza, el destino de esta misma fugaz existencia:
Señor, te doy gracias porque me has llamado a la vida y
más aún todavía porque me has regenerado y
destinado a la plenitud de la vida».
Encíclicas:
Ecclesiam suam (6-8-1964), sobre los caminos que la Iglesia
Católica debe seguir en la actualidad para cumplir con su
misión.
Mysterium fidei (3-9-1965), sobre la doctrina y culto de la Santa
Eucaristía.
Populorum progressio (26-3-1967), sobre la necesidad de promover el
desarrollo de los pueblos.
Sacerdotalis caelibatus (24-6-1967), sobre el celibato sacerdotal.
Humanae vitae (25-7-1968), sobre la regulación de la natalidad.
Exhortaciones apostólicas:
Marialis cultus (2-2-1974), sobre la recta ordenación y
desarrollo del culto a la Santísima Virgen.
Petrum et Paulum
Gaudete in Domino (9-5-1975), sobre la alegría cristiana
Evangelii nuntiandi (8-12-1975), acerca de la evangelización en
el mundo contemporáneo.
Cartas apostólicas:
Octogesima adveniens (1971), con ocasión del 80 aniversario de
la encíclica Rerum novarum.
Declaraciones:
Persona humana (29-12-1975), acerca de algunas cuestiones de
ética sexual.
Inter insigniores (15-10-1976), sobre la cuestión de la
admisión de las mujeres al sacerdocio ministerial.
Otros:
Constitución apostólica Paenitemini (17-2-1966), sobre el
valor de la penitencia individual.
El "Credo del Pueblo de Dios" (30-6-1968)
Milagro contra el aborto
"Un milagro acaecido en la vida de un niño dentro el seno
materno es algo insólito que nos dice que hay una vida
ahí y que Dios la quiere proteger desde la concepción",
ha explicado el Padre Antonio Marrazzo, postulador de la Causa de
Canonización del Papa Pablo VI.
El evento ocurrió en Florida, Estados Unidos, en el año
2001 y su protagonista es un niño que, en la semana 24 del
embarazo, se encontraba en un estado crítico. Exámenes
médicos habían revelado la ruptura de la vejiga, con
ascitis –presencia de líquido en el abdomen–, y de
oligohidramnios –ausencia de líquido en el saco
amniótico–. Todo intento terapéutico resultó
ineficaz para resolver su situación.
El diagnóstico fue severo. Era muy probable que el niño
muriera dentro del útero o que naciera con una insuficiencia
renal grave. El ginecólogo ofreció a la madre gestante la
opción de abortar, pero la mujer no aceptó la propuesta.
Siguiendo el consejo de una religiosa de la Caridad de Santa de
María Bambina, que habían conocido al Papa Pablo VI, la
abuela del niño colocó en el vientre de la madre una
imagen del Pontífice con una reliquia e invocó la
intercesión. Después de este evento las oraciones
dirigidas al Pontífice se sucedieron en comunidad, primero en
familia, y después en la parroquia.
A las 34 semanas de embarazo, nuevos análisis demostraron que el
cuadro clínico del niño había mejorado y en el
momento del nacimiento –un parto por cesárea en las 39 semanas–,
el bebé demostró buenas condiciones y fue capaz de
respirar y llorar.
“Fue un milagro en consonancia con el magisterio del Papa Pablo VI y la
defensa de la vida, y muy interesante –continuó el P. Marrazzo-,
porque nos dice que Dios nos protege desde el seno materno, desde el
momento en que la vida comienza. Para Dios la vida humana es un valor
no manipulable, no desechable, es un valor, porque Dios nos da un
valor”.
En efecto, el Papa Montini pasará a la historia entre muchas
cosas por escribir la Humanae Vitae, la visionaria encíclica
sobre la defensa de la vida y la familia. El menor, del que se reserva
su nombre y ubicación exacta por motivos de privacidad, ha sido
seguido en el curso de los años por médicos expertos y ha
demostrado un correcto desarrollo psicofísico y un
funcionamiento normal de sus funciones renales. El 12 de diciembre de
2013 la consulta médica de la Congregación para las
Causas de los Santos confirmó por unanimidad la curación
inexplicable, mientras que el 18 de febrero de 2014 el Congreso de
teólogos de dicha congregación reconoció
unánimemente la intercesión del Papa Pablo VI.
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(Parroquia San Martín de Porres)