SAN NUNCIO SULPRIZIO
5 de mayo
1836 d.C.
Nació en Pescosansonesco, cerca
de Pescara. Pronto se quedó huérfano y trabajó como
orfebre o herrero a las órdenes de su tío Domingo Luciani, Después
vivió con un tío quien lo maltrataba; a consecuencia de una
paliza, el tío le provocó a Nuncio una lesión en el
tobillo que dañó el hueso y se tornó incurable. Pese
a su frágil salud fue obligado a trabajar en la herrería de
su pariente como aprendiz, donde -sin considerar lo adverso del medio en
el aspecto religioso- dedicaba tiempo a la oración. Ingresó
en el hospital de San Salvador de L’Aquila (1831).
Su conducta ejemplar le ganó la estima de sus compañeros,
quienes lo llamaban el pequeño santo cojo. En época de huelgas
compartía su exiguo salario con aquellos que no recibían sueldo,
que le hacía trabajar más allá de sus fuerzas.
En 1832, fue a Nápoles al lado de otro tío,
Francisco Sulprizio. La lesión en su pierna le causaba un sufrimiento
atroz y fue internado en el Hospital de incurables de santa María
del Pueblo, gracias a las gestiones del coronel Wochinger, quien, al fin,
lo llevó consigo (1834), aunque su pierna todavía no estaba
curada, pero los médicos no quisieron amputarla por la debilidad
orgánica del muchacho.
Se impuso un reglamento de vida cristiana que observó
con toda fidelidad. Su paciencia en soportar la mala salud y la desgracia
(supo mantener la castidad en medio de los males sociales de su época)
hicieron que fuera propuesto como modelo para los jóvenes y trabajadores.
Vivió cristianamente durante sus 19 años, dando siempre ejemplo
de caridad y entrega. Siempre profesó gran devoción a María
Santísima. Quienes lo conocieron en el nosocomio de Nápoles
-donde murió-, lo consideraban santo. Antes de morir dijo: "¡Oh,
la Virgen María, vean cuan bella es!". Murió en Nápoles. Fue beatificado por el Beato Pablo VI el 1 de
diciembre de 1963. Protector de inválidos y de víctimas
de accidentes de trabajo.