HISTORIA DE LA IGLESIA
CATÓLICA
NUESTROS DÍAS
Desde 1945 hasta hoy
El mundo en los primeros
años de
la posguerra
Desde el punto de vista político, la Primera Guerra
mundial y la Revolución Rusa transformaron Europa y el mundo
entero. Cambiaron las fronteras de las naciones, desaparecieron los
grandes imperios (ruso, austríaco, alemás y turco),
nacieron nuevos estados (Yugoslavia, Hungría, Checoslovaquia,
Polonia). Continuaron las tensiones entre Francia y Alemania, entre
Irlanda e Inglaterra. Siguiendo el ejemplo ruso, estallaron movimientos
revolucionarios socialistas.
En el medio Oriente, Francia e Inglaterra se repartieron
gran parte del Imperio Turco. África siguio perteneciendo a unos
pocos estados europeos, que organizaron sus colonias para obtener
materias primas que necesitaban para reconstruir su economía,
tan dañada por la guerra. Bélgica era un país muy
rico, gracias a su gran colonia africana, el Congo. En Asia, Francia e
Inglaterra conservaron numerosas colonias, que influyeron mucho en su
riqueza y poderío. En el Lejano Oriente, China estana muy
dividida internamente por fuerzas políticas y económicas.
El Japón, por el contrario, había consolidado su poder
económico y militar y quería controlar todo el Oriente.
Una de las consecuencias más importantes de la
Primera Guerra Mundial fue la comprobación de una íntima
unidad política y económica mundial. Esta
comprobación cambió la situación de Europa, la
cual con todo su poder y prestigio, tuvo que contar con grandes y
nuevas potencias: Rusia, Japón y los Estados Unidos. Los Estados
Unidos, en concreto, habían intervenido decisivamente en el
resultado de la guerra y se estaban convirtiendo en el centro de la
economía mundial. También la dimensión mundial
caracterizó la vida de la Iglesia en nuestro siglo XX.
En 1922 fue elegido Papa Pío XI, quien iba a
esforzarse por abrir la Iglesia al progreso y hacerla presente en todos
los aspectos de la vida. Recomendó esto a los fieles en el
Año Santo, y lo subrayó en la proclamación de la
fiesta de Cristo Rey y en la canonización de nuevos Santos.
Benedicto XV fue el Papa de la paz y las misiones. Lo
sucedió Pío XI, Achilles Ratti, quien nació en las
inmediaciones de Milán, en 1857. Era un estudioso y
desempeñó el cargo de bibliotecario. En 1919 fue nombrado
Obispo y, en 1922, Papa. Tomó el nombre de Pío XI. Era
hombre sumamente culto y siguió de cerca los progresos
científicos. Era un buen sacerdote, dedicado al cuidado
espiritual de las personas. El primer acto de su pontificado fue todo
un símbolo de apertura: impartió la bendición
desde el balcón exterior de la Basílica de San Pedro.
Amplió y renovó las salas de consulta de la Biblioteca
Vaticana. Fundó un Instituto de Arqueología.
Construyó la nueva Sala de Pinturas del Vaticano. Era una nueva
actitud ante el mundo moderno, y el Papa demostraba que no le
tenía miedo.
Pío XI no olvidó su misión
directamente religiosa. En sus cartas a todo el mundo cristiano
(encíclicas) recomendó la devoción a la
Santísima Virgen María y el Rosario, y trató de la
educación cristiana y de la doctrina social de la Iglesia.
Conversó con los peregrinos que se reunían en Roma, sobre
todo en el Año Santo de 1925. A fines de éste, se
instituyó la fiesta de Cristo Rey, Señor de todo el
mundo. Por primera vez, el Papa incluyó en el conjunto de los
Cardenales a Obispos de todo el mundo, como los Arzobispos de Nueva
York, Chicago, Río de Janeiro y Buenos Aires. El Paa se
encontró con fieles de todo el mundo en las canonizaciones de
los Santos. Entre éstas destacaron las de Teresa del Niño
Jesús, Roberto Belarmino, Juan Bosco, el Cura de Ars, Bernardita
Subirous, Juan Fisher y Tomás Moro.
Muchos judíos contribuyeron a la cultura mundial.
Muchos también volvieron a Palestina con aprobación de
las potencias europeas. Martñin Buber propuso que Palestina
fuera tierra de encuentro para árabes y judíos. En el
siglo XIX no se discriminaba ya a los judíos por su
religión y, sin embargo, el mundo judío seguía
siendo muy distinto de la cultura y religión occidentales.
Había doctrinas que clasificaban a las razas como superiores e
inferiores, y los judíos eran catalogados dentro de estas
últimas. Entre el populacho se producían estallidos de
hostilidad contra los judíos. Pero, a pesar de todas las
dificultades, los judíos europeos conservaban un alto nivel
religioso y cultural.
Durante los siglos XVIII y XIX se desarrolló en
Europa un movimiento que quería lograr la independencia social y
política de los judíos, que dejaron honda huella en la
primera mitad del siglo XX. Kafka, gran novelista checo,
escribió en alemán y transmitió la sensibilidad
mística de la Europa oriental. Sigmund Freud, vienés,
fundador del psicoanálisis, afirmó que su obra
tenía profunda conexión con sus orígenes hebreros.
En el terreno político, debido a las hostilidades que
sufrían en diversas partes de Europa, algunos judíos
promovieron la convicción de que debían volver a vivir en
su patria y de que tenían que colonizar Palestina. El movimiento
Sionista se fundó en 1896. Los ingleses, que tenían
encomendada la vigilancia de Palestina, secundaron ese movimiento. A
partir de 1930 se intensificó la emigración de judios a
Palestina; pero no había concordia sobre el sentido de ese
retorno de los judíos: unos querían un estado fuerte,
otros querían inaugurar una experiencia social y cultural
judía y humana. Martín Buber, judío polaco,
deseaba una participación de los judíos y de los
árabes para transformar Palestina en una república en la
cual ambos pueblos se pudieran desarrollar libremente; pero los
intereses políticos condujeron a la formación del estado
de Israel.
En México, el gobierno revolucionario era enemigo
de la Iglesia. Expulsó al Nuncio Pontificio y prohibió
los actos religiosos. Muchos sacerdotes celebraban Misa y
ejercían su ministerio sacerdotal a escondidas. Uno de los
sacerdotes más insignes fue el Beato Miguel Agustín Pro,
de la Compañía de Jesús, fusilado por odio a la fe
católica.
La Revolución Mexicana fue integrada por toda clase
de caudillos y con muy diferentes objetivos. Duró
aproximadamente de 1910-1917. Finalmente, muchos de los hombres que
hicieron la revolución eran anticlericales. Querían
aplastar a la Iglesia, que, según ellos, era un ultraje a la
nación, un peligro y un absurdo. La Constitucion de 1917
prohibía a los religiosos la enseñanza, les negaba los
derechos civiles y políticos, prohibía la prensa
católica y los actos religiosos fuera de la Iglesia. Se
desencadenó una persecución abierta: los sacerdotes
fueron encarcelados, las monjas fueron expulsadas de los conventos, se
confiscaron las propiedades eclesiásticas, se cerraron las
escuela católicas y se intentó crear una "Iglesia
Mexicana" autónoma. Todo esto produjo una profunda ruptura entre
el pueblo y el gobierno.
En 1920 los católicos levantaron una estatua a
Cristo Rey en el Cerro del Cubilete (Guanajuato). El gobierno
mandó bombardearla y expulsó al Nuncio Pontificio.
Entonces los católicos organizaron "La Liga" (para defender la
libertad religiosa), pero sus protestas no fueron escuchadas por el
gobierno. Los católicos pasaron a la resistencia activa y
organizaron un boicot económico, que hizo tambalear al gobierno,
y, por otra parte, se levantaron en armas "los cristeros" por diversas
zonas del país, especialmente en el centro de la
República.
Fueron cuatro años de violencia, persecuciones,
robos y asesinatos. Muchos sacerdotes fueron fusilados y asesinados;
pero muchos ejercieron su ministerio sacerdotal en casas particulares
(los templos estaban cerrados), disfrazados, y con gran peligro de que
los arrestara la policía. Uno de los sacerdotes más
famosos entre los muchos que dieron la vida por sus hermanos
perseguidos y por Cristo Rey, fue el Padre Miguel Agustín Pro,
beatificado por Su Santidad Juan Pablo II, en 1988.
Llegaron al poder el fascismo, en Italia, y el nazismo, en
Alemania. Es España estalló una sangrienta guerra civil.
Entre los años 1920-1930, Europa sufrió violentas
sacudidas. Obreros, comerciantes e industriales experimentaron un
sentimiento de desaliento y desconfianza. Una causa de este
fenómeno fueron los efectos devastadores de la Primera Guerra
Mundial (1914-1918); otra, las noticias procedentes de Rusia, ya bajo
el régimen de Stanlin. Las deudas de guerra impedían el
desarrollo económico, y los países vencidos se
sentían aplastados.
Los empresarios, funcionarios, militares, campesinos y
eclesiasticos tenían miedo de que se extendiera la
revolución comunista rusa. A los judíos se les
responsabilizaba de las dificultades económicas. Los gobiernos
eran acaparados por los hombres que controlaban la economía, y
no tenían en cuenta las necesidades de la gran masa, que
anhelaba ya una gran revolución social. Las reacciones ante esta
situación no se hicieron esperar. En Italia el fascismo
llegó al poder (1922), y en Alemania, el nazismo (1933). Fueron
reacciones apartosas y llenas de engaño. El fascismo y el
nazismo, con una forma masiva de propaganda y de "persuasión",
intentaron convencer a la población de que la única
respuesta a sus exigencias era la uniformidad, la conformidad con el
modo de pensar del jefe de Estado. Había que anular las
diferencias de cultura, tradición y religión, y someterse
ciegamente al jefe y al partido, olvidando toda iniciativa personal.
Finalmente, había que perseguir ideas militaristas
y violentas. Fascismo y nazismo manejaron al pueblo y lograron
desarrollar la producción y la industria militar. En
España, el choque entre dos frentes de fanáticos condujo
a una sangrienta guerra civil (1936-1939). El triunfador, general
Franco, iba a inspirarse (sobre todo al principio) en las ideas
fascistas. La Iglesia, que inicialmente había apoyado a Franco,
posteriormente trataría de oponerse al fascismo de las
instituciones franquistas.
Pío XI intentó afirmar la presencia de la
Iglesia en la sociedad. Para lo cual hizo numerosos "concordatos"
(tratados) con los estados modernos. El "concordato" más famoso
fue el firmado con el Estado Italiano, del cual nació "Estado
del Vaticano". Una constante preocupación del Papa Pío XI
fue renovar la presencia cristiana en la sociedad. Y para hacer
penetrar el espíritu cristiano, la Iglesia tenía que
participar en todas las instituciones sociales. Con esta finalidad,
Pío XI trabajó intensamente en el campo de la diplomacia,
para establecer numeros "concordatos" (tratados con los estados
modernos). Mediante ellos se garantizaba la libertad de la Iglesia. El
"concordato" más importante fue el firmado con el Estado
italiano, que sigue actualmente en vigor. Como buen historiador,
Pío XI comprendió que era inútil seguir reclamando
las antiguas posesiones de la Santa Sede en Italia, los famosos
"Estados Pontificios", que el gobierno se había anexado para
lograr la unificación de toda Italia. El Papa reconoció
al gobierno italiano, y éste, la soberanía del Papa sobre
un pequeño Estado Vaticano o la Ciudad del Vaticano. Se
añadió al concordato un convenio financiero, por el cual
el gobierno italiano se comprometía pagar al Vaticano cierta
cantidad, como indemnización por los territorios perdidos.
La Santa Sede firmó también un concordato con
Alemania nazi, en 1933. Aparentemente era muy favorable para la
Iglesia, pero en realidad nunca fue respetado por Hitler y el
régimen nazi. Pío XI ha sido muy criticado por los
concordatos con la Italia fascista y con la Alemania nazi, pero
él siempre pensó que eran un mal menor y una posibilidad
de proteger a los católicos sometidos por esos regímenes.
El estallido de la Segunda Guerra Mundial
Entre 1935-1940 el ambiente era de individualismo y
cinismo en el mundo. En Alemania, Italia, Rusia y Japón la
propaganda militarista era cada vez mayor. Sin embargo, la guerra se
fraguaba más en la política de agresión
imperialista, en el plan de dominar las regiones que aportaban
necesarias materias primas. Era una guerra prevista, buscada,
calculada. Alemania ocupó por sorpresa Checoslovaquia y Austria.
En 1939 invadió Polonia, Dinamarca, Noruega, Holanda,
Luxemburgo, Bélgica y finalmente, Francia. La guerra se
extendió a los Balcanes y al África. Sin previo aviso,
Alemania atacó a Rusia, en el verano de 1941. Japón, por
su parte, ya estaba en guerra con China, y en diciembre de 1941
bombardeó la base naval estadounidense de Pearl Harbor (en las
islas Hawai). Así pues, tanto Rusia como los Estados Unidos
entraron en la guerra del lado de "los Aliados".
Las poblaciones no combatientes tuvieron que sufir
bombardeos, acciones guerrilleras, carectía, régimen
policiaco, trabajos forzosos, campos de concentración y
exterminio, tanto hombres, como mujeres y niños. Pero el
acontecimiento más terrible de toda esta Segunda Guerra Mundial
fue el lanzamiento, por parte de la aviación estadounidense, de
dos bombas atómicas, una sobre Hiroshima y la otra sobre
Nagasaki. Más de 200,000 personas murieron de golpe y muchas
otras quedaron afectadas por las radiaciones. Se ha querido justificar
eta destrucción masiva de vidas humanas, alegando que esta
agresión ahorraría vidas, porque Japón ya no
seguiría luchando.
Los nuevos inventos hicieron más efectiva y completa la
destrucción: energía nuclear, misiles, aviones "jet",
perfeccionamiento de submarinos y de barcos de guerra. Durante esta
guerra, el primer periodo fue de superioridad de las potencias del
"Eje" (Berlín-Roma-Tokio); pero, unos años después
el predominio pasó a "los Aliados" y los rusos, quienes, con los
movimientos de resistencia en los países ocupados por Alemania,
obligaron a Alemania y al Japón a firmar la paz en 1945 (Italia
se había rendido antes).
Pío XII, el nuevo Papa, tuvo que enfrentarse muy
pronto con el problema de la guerra. Pronunció discursos y
realizó intensas gestiones diplomáticas en favor de la
paz. Organizó la ayuda a los peregrinos y visitó los
barrios romanos dañados por los bombardeos. Además,
escribió dos importantes "encíclicas (cartas a toda la
cristiandad) y nombró Cardenales a Obispos de muchas partes del
mundo. Eugenio Pacelli fue elegido Papa el 2 de marzo de 1939, y
tomó el nombre de Pío XII. Nació en Roma en 1876 y
fue un estudiante brillante. En 1889 fue ordenado sacerdote e
inmendiatamente entró en la Curia Romana. En 1929 fue elegido
Cardenal y se convirtió en el más estrecho colaborador de
su antecesor, Pío XI, sobre todo en relación con la
política de Alemania. Apenas nombrado Papa, estableció
contactos diplomáticos para evitar el desastre. A fines de 1939,
estalló la Segunda Guerra Mundial.
El Papa multiplicó inútilmente sus
llamamientos a la paz, sobre todo en los mensajes navideños. La
Curia Romana hizo todo lo posible para impedir a Mussolini la entrada
en la guerra y aún llegó a apoyar un intento de derrocar
a Hitler, en Alemania. Sin embargo, muchos le han reprochado a
Pío XII el no haber denunciado con suficiente claridad y
energía los crímenes nazis. Pero actualmente parece
cierto que el Papa no quiso exponer todavía más a los
millones de católicos alemanes oprimidos por el nazismo.
El Papa organizó un servicio de información
para las familias de los prisioneros de guerra. Formó una
comisión para socorrer a los perseguidos. Visitana los barrios
más dañados de Roma después de un bombardeo y
consiguió que Roma fuera declarada "ciudad abierta". Numerosos
perseguidos, sobre todo judíos, encontraron refugio en el
Vaticano. A pesar de la guerra, el Papa no descuidó su
ministerio de enseñar: en 1943 publicó dos cartas a todo
el mundo (encíclicas); en la "Mystici corporis" presenta a la
Iglesia como cuerpo de Cristo; en la "Divino afflante Spiritu" (por
inspiración del Espíritu Divino) exhorta al estudio de la
Biblia. Finalmente, Pío XII siguió y amplió la
obra iniciada por Pío XI de nombrar Cardenales de todas partes
del mundo.
Después de la Segunda Guerra Mundial de 1939-1945
el mundo quedó dividido en dos bloques: el comunista y el
capitalista. Europa había quedado partida en dos. La paz de 1945
estaba cargada de tensiones, conflictos y nuevas políticas de
dominio, tanto más peligrosas, cuanto más poderosos eran
los medios de destrucción que poseían diversas
naciones. Unos cuantos meses antes de finalizar la guerra, Stanlin.
Roosevelt y Churchill se reunieron en el puerto ruso de Yalta, para
determinar el destino del mundo. Se creó la ONU, organismo
internacional para resolver las dificultades entre las naciones. Pero
la ONU carecía de medios eficaces para garantizar las paz.
En la década de 1950-1960 se definió La
división del mindo en dos bloques: Estados Unidos y sus aliados,
y Rusia con sus satélites. El bloque comunista ruso estaba
formado por China, Corea del Norte, Vietnam del Norte, Bulgaria,
Rumania, Polonia, Checoslovaquia, Albania y Alemania Oriental. La
implantación del régimen comunista en algunos de estos
países se llevó a cabo durante varios años,
mediante manifestaciones y elecciones simuladas.Yugoslavia se
separó del bloque comunista, por las hábiles y decididas
maniobras políticas del mariscal Tito. El bloque occidental,
alrededor de los Estados Unidos, estaba formado por el resto de Europa
occidental, Canadá, Turquía, Australia y algunos
países asiáticos.
Las relaciones entre ambos bloques fueron muy
difíciles, heladas. De aquí que el periodo de la
posguerra sea conocido como "guerra fría". Sin embargo, esta
guerra fría se convirtió en un conflicto declarado en
Corea (1950-1953) y en Vietnam (1950-1975). Ambos bloques lucharon por
aumentar su poderío militar, para controlar las fuentes de
energía y de materias primas. Europa quedó dividida por
"la Cortina de Hierro", y la misma capital alemana, por " el Muro de
Berlín". Se rompió, así, con la unidad de Europa,
la unidad de un cuerpo social, cultural, religioso y político,
unido durante más de un milenio, que tanto había
contribuido a la historia del mundo. (Aunque conviene no exagerar esta
"unión" europea, lastimada por continuas guerras internas y por
profundas divisiones religiosas).
Algunos sacerdotes trabajaron como obreros para acercar a
los trabajadores a Cristo. Uno de ellos fue el Padre Loew. Con permiso
de sus superiores, trabajó en el puerto de Marsella, de donde
iba a nacer todo un conjunto de "misiones obreras". A principios del
siglo XX, la Iglesia se dio cuenta de que estaba muy alejada de los
obreros. La antigua organización parroquial no llegaba a los
cansados y solitarios obreros de las grandes ciudades industriales y a
sus barrios anónimos. Se sentía la necesidad de un
apostolado nuevo entre los obreros. Entre los años 1940-1950, el
Cardenal Suhard, de París, concedió permiso a algunos
sacerdotes para trabajar en las fábricas como obreros, sin
distinguirse de ellos exteriormente. En Francia, muchos sacerdotes se
hicieron "sacerdotes obreros". Pero la Santa Sede suspendió el
experimento, porque pensó que "los sacerdotes obreros" no
estaban suficientemente preparados para resistir las presiones de la
vida del obrero, que podían apartarlos de las enseñanzas
de la Iglesia.
Pero aquel experimento tuvo algunos resultados positivos.
Un ejemplo es el Padre dominico Jacques Loew. Era un joven abogado,
acomodado y escéptico. Se convirtió y se hizo dominico.
Trabajaba con otro sacerdote en estudios económicos y sociales.
Sintió necesidad de conocer a los obreros del puerto de Marsella
y con frecuencia iba a los muelles. Un día, después de
obtener los permisos necesarios, se puso un overol y se
convirtió en estibador del puerto.
Empezó a comprender, entonces, por qué sus
compañeros de trabajo, solos y en una ciudad extraña,
abandonaban la religión que antes habían practicado en su
país natal. Intuyó que lo que necesitan aquellos hombres
era una comunidad pequeña, que no los aplastara; una comunidad
bien unida, que no los dejara solos. Fundó un grupo que
sería llamado "Misión Obrera de San Pedro y San Pablo",
que implicaba vivir el Evangelio y compartir la situación de los
trabajadores, tratando de dar testimonio de Cristo entre ellos.
Más tarde, en 1968-69, el Padre Loew fundó "La Escuela de
la Fe", que trataba de ayudar a los cristianos a convertirse en hombres
que encuentran la seguridad de la vida cristiana y la viven en
cualquier circunstancia.
Al terminar la guerra, Pío XII dedicó toda
su atención a la vida de la Iglesia. Todavía en la
actualidad son importantes sus enseñanzas y reformas.
Recomendaba la participación activa en la Misa y la
Comunión frecuente. Proclamó el dogma de la
Asunción de la Santísima Virgen María.
Reconoció una nueva forma de vida religiosa "los Institutos
Seculares" y aprobó "el Opus Dei", extendido hoy en muchos
países.
Durante los años siguientes a la Segunda Guerra
Mundial, Pío XII se dedicó a guiar a la Iglesia en los
difíciles años de las reconstrucción. Peregrinos
de todas las naciones acudían a Roma para escuchar las palabras
de aquel Papa cuya preparación, tenacidad y lucidez admiraban.
Emprendió, además diversas reformas que serían
recogidas y desarrolladas por el Conciclio Vatino II, años
más tarde. Fueron importantes las reformas litúrgicas. En
su encíclica "Mediator Dei" (el Mediador de Dios) recomienda la
participación activa de los fieles en la Misa y la
Comunión frecuente (iniciada ya por Pío X, a principios
de siglo).
En la constitución apostólica "Provida Mater
Ecclesia", el Papa aprobó "los Institutos Seculares", cuyos
miembros se comprometían a vivir los votos religiosos, pero
siguiendo su actividad profesional en el mundo civil. Con dichos
institutos se trataba de hacer frente a las necesidades de la
época, dando testimonio ante la gente del valor humanizador de
los consejos evangélicos (pobreza, castidad y obediencia).
Surgieron, desde entonces, numerosos institutos seculares. Uno de los
más famosos es el "Opus Dei" (la obra de Dios). José
María Escrivá de Balaguer, sacerdote español,
propuso a toda clase de personas la santificación por medio doel
trabajo ordinario. El "Opus Dei" fue aprobado por Pío XII. Este
"Opus Dei" está presente en más de 80 naciones, con
residencias de estudiantes, centros culturales, casas de retiro
espiritual y centros educativos. Bajo el pontificado de Pío XII
se desarrolló particularmente la devoción a la
Santísima Virgen María. El momento culminante fue la
definición, en 1950, del dogma de la Asunción de la
Santísima Virgen en cuerpo y alma al Cielo.
La sequía, el hambre y la miseria eran el primer problema
mundial. Las Naciones Unidas fundaron la FAO y otros organismos.
También la Iglesia tomó iniciativas para intervenir
establemente; la más importante de éstas es
"Cáritas Internacional". El servicio y la ayuda al
prójimo que se encuentra en necesidad ha sido una de las partes
más importantes del mensaje evangélico, transmitido por
los apóstoles. En el siglo XIX existieron muchas organizaciones
caritativas en las diversas comunidades parroquiales. Pero fue hasta el
siglo XX cuando surgieron organizaciones de largo alcance
internacional. Con el nacimiento de "Cáritas Católica",
el sacerdote católico alemán Lonrenz Werthmann
veía cumplido su deseo de vincular las distintas organizaciones
de caridad.
La Segunda Guerra Mundial había dejado en la
miseria a millones de personas. Hacía falta ayuda de alcance
mundial. Surgieron diferentes iniciativas en Italia y Francia y
resurgió "Cáritas Católica", que había sido
clausurada por los nazis. Pero era necesario unir a las organizaciones
de caridad católicas y no católicas. Y en 1950, a
instancias de la Santa Sede, se fundó en Roma la Conferencia
Internacional Cáritas, con participación de 22 naciones.
Desde 1954 se llamaría "Cáritas Internacional" y
colaboraría con la ONU, especialmente en los organismos FAO,
UNICEF y UNESCO.
"estaban " ha prestado valiosa ayuda en los casos de
catástrofes, de desempleo y de marginación humana. Desde
el año 1950 ha ido madurando en la Iglesia la
convicción de que tiene que ayudar al desarrollo del Tercer
Mundo. Por iniciativa del Cardenal Frings, se creó "Misereor",
organización destinada a combatir el hambre y la enfermedad en
el mundo.
En 1950, Juan XXIII sucedió a Pío XII.
Angelo Giuseppe Roncalli era hija de campesinos, se hizo sacerdote y
trabajó en la Curia Romana. Fue enviado como diplomático
a Bulgaria, Turquía y Francia. Después fue nombrado
Patriarca de Venecia y, finalmente, elegido Papa. Su bondad y sencillez
entusiasmaron a todo el mundo. Angelo Giuseppe Roncalli nació en
una provincia de Italia, en 1881. Sus padres eran campesinos, que
debían sostener con su trabajo a una numerosa familia, y le
dieron un ejemplo profundamente vivido de cristianismo. Angelo
entró en el seminario en 1892, y en 1900 fue enviado a Roma para
continuar sus estudios. Obtuvo la licenciatura en filosofía y en
1904 fue ordenado sacerdote. Volvió a su ciudad natal y
abrazó emocionado a su familia. El Obispo escogió al
Padre Angelo como secretario y le confió la clase de historia de
la Iglesia en el seminario. En 1914 tuvo que partir hacia el frente de
batalla, como capellán. Al terminar la guerra, en 1918, fue
llamado a la Curia Romana, y en 1925 fue consagrado Obispo y enviado a
Bulgaria como representante de la Santa Sede. En 1934 lo destinaron a
Turquía, donde fue apreciado por su caridad y espíritu
ecuménico.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial (1945) fue nombrado
Nuncio (embajador) de la Santa Sede en París. Era ésta
una dificil misión, debido a las profundas heridas que
había causado la guerra. Roncalli desempeñó su
cargoa la perfección y fue nombrado Cardenal y Patriarca de
Venecia. Ahí, pensaba él, podría dedicarse al
cuidado de las almas. Pero el 28 de agosto de 1958 fue elegido Papa,
"el Papa Bueno", como sería comúnmente llamado. Juan
XXIII poseía una fe sencilla y serena, junto con un temperamento
cordial y abierto. La gente intuyó que en la mente y en el
corazón serían muy bien acogidas. Creyentes de todo el
mundo se acercaron a él. Y el Papa se reunía con la gente
más sencilla y visitaba las cárceles. Juan XXIII
poseía una fe sencilla y serena, junto con un temperamento
cordial y abierto. La gente intuyó que en la mente y en el
corazón del nuevo Papa, sus preocupaciones serían muy
acogidas. Creyentes y no creyentes de todo el mundo se acercaron a
él. Y el Papa se reunía con la gente más sencilla
y visitaba las cárceles. Juan XXIII invitó a toda la
Iglesia a adaptarse a los nuevos tiempos....y anuncio la convocacion
del Concilio Vaticano II.
El 11 de octubre de 1962 se celebró la
apertura del Concilio Vaticano II, con asistencia de 2540 Padres
Conciliares (Obispos que participan en el Concilio), de los cinco
continentes de la Tierra. Todo el mundo estaba atento. El objetivo del
Concilio era acercar al mundo moderno la tradición cristiana y
la renovación de la Iglesia. El Papa Juan XXIII soñaba
con la renovación interna de toda la Iglesia y convocó un
Concilio, el Concilio Vaticano II. El anuncio causó sorpresa
universal, pues en el siglo XX no se había celebrado
ningún Concilio Ecuménico (universal, de toda la Tierra).
Trabajos preparatorios: una comisión
preguntó a los 2594 Obispos, a los 156 Superiores de
Órdenes religiosas, a las Universidades católicas y a las
facultades su opinión sobre los temas que se habían de
discutir. El material se seleccionó y se crearon diez comisiones
para ordenarlo y elaborar las ponencias. Se estableció
también el Secretariado para la Unidad de los Cristianos.
Finalmente, el 11 de octubre de 1962 se celebró en Roma la
apertura del Concilio Vaticano II, acontecimiento grandioso y comentado
por los medios de comunicación de todo el mundo. En su discurso
de apertura, Juan XXIII subrayó el objetivo del Concilio:
acercar a los hombres de nuestro tiempo, del módo más
eficaz, el patrimonio de la tradición cristiana, teniendo en
cuenta los cambios acaecidos en la sociedad. Era necesario aprender a
vivir la unidad en la libertad y el amor a la verdad.
Este Concilio ha sido el más universal de todos los
Concilios celebrados a lo largo de la historia de la Iglesia. Los cinco
continentes estaban representados por sus Obispos. Europa contaba casi
con la mitad de los representantes. América tenía 956.
Asia más de 300. África, 379. Había,
además, numerosos "peritos" y "observadores". Por fin, el
número de enviados por los medios de comunicación fue
casi de 1,000. El 8 de diciembre de 1962, el Papa suspendió
temporalmente el Concilio, cuando todavía no estaba preparado
suficientemente ninguno de los temas. Juan XXIII murió el 3 de
junio de 1963, antes de que el Concilio volviera a reanudar sus
sesiones, pero el sucesor de Juan XXIII, Pablo VI, dio término a
la empresa.
Pablo VI sucedió a Juan XXIII. Corrigió
ciertas cosas que no funcionaban bien en el Concilio. Nombró
cuatro moderadores para dirigirlo y acogió la petición de
los periodistas sobre una mejor información. El Concilio fue
seguido con gran interés en todo el mundo. Los lamentos por la
muerte de Juan XXIII fueron generales. El nuevo Papa, Giovanni Battista
Montini, eligió el nombre de Pablo VI. Giovanni Battista
nació en una provincia italiana en 1897, de una familia que
había participado activamente en el Movimiento Católico
Italiano. Después de su ordenación sacerdotal fue enviado
a Roma para obtener el doctorado. En 1924 fue llamado para formar parte
de la Secretaría de Estado del Vaticano. En 1954 lo nombraron
Arzobispo de Milán y, finalmente, el 23 de junio de 1963 fue
elegido Papa.
Inmediatamente manifestó su intención de
proseguir el Concilio. Conocía muy bien el funcionamiento de la
Curia Romana, evitó ciertos choques y corrigió algunos
mecanismos que no funcionaban bien debido al gran número de
participantes. En el discurso de apertura de la segunda sesión,
precisó más los objetivos del Concilio: definición
de la Iglesia, su renovación interna, ecumenismo (movimiento de
unificación de las Iglesias) y diálogo con el mundo
contemporáneo.
Este último punto era especialmente querido para el
Papa, que había acogido la petición de los periodistas
acerca de tener mejor información. Roma acaparaba la
atención del mundo. Los jóvenes querían conocer
las intervenciones más notables de "los Padres Conciliares". El
Papa permitió que los miembros de la oficina de prensa
estuvieran presentes en los debates de la asamblea. Con esto
habría más comprensión entre la Iglesia y el mundo
contemoráneo, como se expresaría en el documento "Gaudium
et Spes" (Gozo y Esperanza), que es el más extenso del Concilio.
La Constitución sobre la Liturgia recomienda una
participación más activa de los fieles en la
Eucaristía. Para ello, se permitió el uso de las lenguas
propias de cada nación y la colocación del altar de
frente al pueblo. La Constitución "Lumen Gentium" (Luz de las
gentes) define a la Iglesia como la comunidad de los seguidores de
Cristo. En esta comunidad, todos los fieles están llamados a la
santidad, a ejemplo de la Virgen María, Madre de la Iglesia. Los
Concilios no son un hecho separado de la vida ordinaria de la Iglesia.
Se comprende, entonces, que los mejores frutos del Vaticano II se
produjeran en aquellos campos en donde, ya desde hacía tiempo,
se había venido reflexionando en el seno de la Iglesia: la
liturgia y la conciencia de Iglesia.
La Constitución "Sacrosanctum Concilium" (Este
Sacrosanto Concilio) sobre la Liturgia, recoge la idea fundamental del
movimiento litúrgico: la plena y activa participación de
todo el pueblo en la obra salvadora de Nuestro Señor Jesucristo.
Se favorece una relación más directa ente el sacerdote y
los fieles en el sacrificio de la Cruz: celebrando la Misa en la lengua
propia de cada nación, poniendo más al alcance de los
fieles las lecturas bíblicas y la homilía, la nueva
colocación de los altares de cara al pueblo. Pero el documento
más importante del Vaticano II es la Constitución sobre
la Iglesia "Lumen Gentium" (Luz de las gentes). Es la culminacion de la
reflexión de la Iglesia sobre su propia naturaleza. La Iglesia
es "el Cuerpo de Cristo", "el pueblo de la Dios", que tiene como
misión anunciar el Evangelio, santificar a las personas y
llevarlas a Cristo. Las autoridades en la Iglesia tienen como
misión servir al pueblo de Dios, predicarle, enseñarle y
santificarlo, porque todos los miembros de la Iglesia están
llamados a la santidad.
Pablo VI fue el primer Papa que hizo largos viajes por
todo el mundo. El sucesor de Pedro quería confirmar en la fe a
todos los fieles del mundo, que forman la Iglesia Universal. Pablo VI
será recordado en la historia como el Papa del Concilio Vaticano
II; pero no hay que olvidar toda una serie de iniciativas suyas que han
rejuvenecido el rostro del pontificado romano. Desde hacía
más de un siglo se venía incrementando en la Iglesia la
conciencia de su universalidad. Por eso, el Papa Pablo VI quiso hacer
vivamente consciente con su presencia que la Iglesia de Uganda, de la
India, de Asia, del África y de América Latina es la
misma Iglesia que la de Roma: es la Iglesia Universal, que atraviesa
(cada una) por circunstancias especialmente difíciles.
Las palabras que Cristo dijo a Pedro: "Confirma a tus
hermanos", invitaron al Papa a visitar a sus hermanos, que
vivían problemas concretos. En diciembre de 1964 asistió
al Congreso Eucarístico de Bombay, en la India. Su
participación en el foro de las Naciones Unidad tuvo una
repercusión mundial. El Papa subrayó la necesidad de
relación entre la Iglesia y el mundo contemporáneo. Hizo
un llamamiento a la paz entre las naciones con una fraternal
colaboración entre los pueblos y no con una supremacía de
poder. Denunció la inmensa desproporción entre
países ricos y pobres. Este Papa del Concilio Vaticano II
murió el 6 de agosto de 1978. Quizá no fue bien
comprendido, pues lo criticaron como débil e indeciso.
En América Latina la riqueza estaba en manos de
pocos y el pueblo anhelaba librarse del hambre y la miseria. En la
ciudad de Medellín (Colombia), con asistencia del Papa Pablo VI,
se efectuó un encuentro histórico. América Latina
es el único continente del Tercer Mundo, donde casi la
totalidad de la población es católica. Desde la Segunda
Guerra Mundial se habla de los países latinoamericanos como
"países en vías de desarrollo"... Pero esto falso en gran
parte, pues dichos pueblos siguen sometidos al dominio indirecto de los
Estados Unidos y de Europa: sus espléndidas metrópolis
están rodeadas por "cinturones de miseria", y los campesinos, en
las zonas rurales, sobreviven a duras penas....Hay frecuentes
rebeliones. Los gobiernos son autoritarios o abiertamente
disctatoriales.
Esto plantea una difícil situación a la
jerarquía de la Igesia, que está al servicio de los
pobres, pero no puede abandonar tampoco a las clases poderosas...Nacen
movimientos politicos, partidos clandestinos y grupos guerrilleros que
pretenden luchar contra la dominación imperialista y la
explotación de los pobres. Muchos cristianos, y aún
sacerdotes y religiosos, empuñan las armas. Medellín
(Colombia), 1968. El Papa Pablo VI inauguró la II asamblea de la
Conferencia Episcopal Latinoamericana. En ella participaron 155 Obispos
y 137 representantes sacerdotes, religiosos y laicos. Se condenó
la violencia y se justificó la legítima defensa de los
oprimidos. Se recomendó al clero la vida de pobreza. Gran parte
de los Obispos se declararon en favor de los explotados y en contra de
los regímenes dictaroriales. A pesar de las declaraciones de
Medellín, muchos pensaban que el cristianismo no servía
ya. Medellín fue un paso fundamental en la toma de conciencia de
las responsabilidades históricas de la Iglesia latinoamericana,
pero no logró impulsar plenamente la renovación de la
vida cristiana del pueblo.
La pobreza en el mundo es un desafío a la
conciencia cristiana. La Madre Teresa de Calcuta estaba dedicada al
cuidado de los más pobres y abandonados. Se le ha concedido el
premio Nobel de la paz. Jean Vanier, fundador de "las Arcas", en donde
son recibidos, como en familia, los minusválidos mentales. El
crecimiento de la población mundial ha hecho explotar en nuestro
tiempo el problema del hambre y la miseria. El cristiano no puede
quedarse pasivo ante esta situación. Un formidable ejemplo es
"la Madre Teresa de Calcuta", una monja que ha consumido su vida
atendiendo a los pobres y enfermos de Calcuta (India).
Nació en 1910 en Yugoslavia. Sus padres,
comerciantes, enviaron a Teresa a los mejores colegios de la ciudad.
Pero ella sorprendió a todos, cuando decidió hacerse
religiosa. Fue enviada a Calcuta, donde no se conformó con
enseñar a unas cuantas niñas ricas. Con los debidos
permisos, se quitó el hábito de monja y se puso la pobre
túnica blanca de las mujeres hindúes. Se fue a vivir en
los cinturones de la periferia de Calcuta y se puso a recoger a los
enfermos de las calles. Sus antiguas alumnas le llevaban dinero y
arroz. Cada vez se multiplica más su trabajo: recién
nacidos, vagabundos, moribundos. Ha viajado por todo el mundo y ha
fundado casas que atienden a los necesitados. Recibe ayuda de todo el
mundo y fue galardonada con el premio Nobel de la Paz, en 1980.
Por su parte, Jean Vanier, de origen canadiense, profesor
de filosofía en Francia, solía visitar en el hospital a
dos muchachos que sufrían retraso mental. Compró una
vieja casa en París, se llevó a aquellos dos muchachos, y
pronto llegaron más enfermos. Jean se dio cuenta de que aquellos
muchachos necesitaban calor de hogar (no un hospital) y
consiguió casitas y voluntarios, en donde los enfermos
trabajaban en talleres. A aquella primera casa la llamó "Arca",
en 1964. Actualmente hay más de 50 "Arcas" por todo el mundo.
Juan Pablo II entiende su misión de Papa de una
nueva forma. Se dirige a todos los hombres y afirma que el cristianismo
es el camino para encontrar de nuevo la dignidad humana, que el mundo
está perdiendo. Cuando murió Pablo VI, lo sucedió
Juan Pablo I, "el Papa de la sonrisa", que provocó en todo el
mundo un ambiente de serenidad y entusiasmo. Pero apenas duró
más de un mes. El nuevo Papa es el Cardenal polaco Karol
Wojtyla, que tomó el nombre de su predecesor, Juan Pablo II. Fue
elegido en octubre de 1978. Karol Wojtyla era un estudioso de Santa de
Aquino y de la filosofía contemporánea, que había
reunido a su alrededor, en Cracovia, a muchos de los intelectuales
polacos más destacados.
Siendo ya Papa, prosigue su vida cercana al pueblo y su
batalla cultural. Demuestra un poderoso atractivo personal en sus
intervenciones. Se dirige a todos los hombres y no sólo a los
católicos y cristianos. Y a todos los hombres les dice que
Jesucristo ha venido a salvar al hombre, para darle una vida
más digna desde ahora. Los gobiernos no dejan de
preocuparse, pues las palabras y los viajes del Papa son una grave
crítica a la prepotencia y agresión. Juan Pablo II
moviliza multitudes en todos sus viajes por África,
América y Europa. Es un líder que con su persona
demuestra la humanidad del cristianismo. Su primera carta a todo el
mundo "Redemptor Hominis" (El Redentor del hombre) inculca al cristiano
el sentido de su identidad, su comunión con Cristo y con los
demás hombres.
Armamentismo, guerra, genética,
contaminación, genocido. El hombre puede destruir la vida humana
misma sobre la tierra. Descubrir el sentido de la persona humana es
evitar la tragedia. ¿Qué significa ser hombre? Los
cristianos tienen la obligación de dar una respuesta plena de
sentido. La paz, que tanto reclamó Nuestro Señor
Jesucristo, está totalmente ausente del mundo. Abundan guerras y
guerrillas por dondequiera, con la amenaza de una destrucción
atómica total...¡El hombre puede acabar con la vida en
este mundo!. Es urgente la paz y el desarme.
El Papa Juan Pablo II ha llamado la atención sobre
una ciencia importantísima para todos, la genética, es
decir, el estudio de la vida en su reproducción. Hay
científicos que tratan de manipular la vida humana como si fuera
un simple objeto de laboratorio. Los gobiernos temen las crisis, pero
no aceptan las razones para controlar cada vez más el consumo de
energía. Los despilfarros son evidentes. El genocidio se
convierte en un método de lograr la tranquilidad de vida.
Ejemplos: la extinción de los armenios (1920-1930), de la
población camboyana y vietnamita (1970). Mientras más se
abandona el cristianismo, se corre un peligro mayor de considerar a las
personas humanas exclusivamente como aliados o enemigos, como
útiles o inútiles. Si recuperamos el verdadero sentido
del cristianismo, que nos vincula con Cristo y con los demás
hombres, podremos darle a la sociedad contemporánea una
sólida esperanza.
En los lugares más apartados y en los momentos
menos previsibles, Dios ha querido traer la salvación a los
hombres; desde Nazareth y Belén, desde Galilea y el Calvario.
Con personas providenciales como Pablo de Tarso, Agustín,
Benito, Domingo, Francisco, Ignacio. A pesar de la pobreza, de los
peligros y de la crisis de muchos cristianos y sacerdotes, encontramos
comunidades compuestas por hombres llenos de fe (y de defectos),
que viven en profunda comunión con Cristo y con sus hermanos
hombres.