NUESTRA
SEÑORA DE SILIUVA
1251
d.C.
El santuario lituano de la Virgen de Šiluva es
un tesoro mariano que gran parte del mundo está solo empezando a
conocer. El humilde pueblo de Šiluva guarda el lugar de una de las
primerísimas apariciones de la Madre de Dios en el continente
europeo, al principio del s. XVII. La intervención de la Virgen
Santísima contribuyó mucho a la vuelta de aquella esquina
de Europa al catolicismo después de un siglo de tumulto
religioso. Y desde entonces muchisimas personas allí han buscado
y encontrado apoyo divino frente a persecuciones, ocupaciones y
tribulaciones de todo tipo.
Mons. Sigitas Tamkevičius, arzobispo de Kaunas, en cuya
diócesis está el santuario, describe Šiluva como “un
oásis espiritual”, gracias a lo cual le fe ha sobrevivido
tiempos difíciles. El ejemplo más reciente sería
la ocupación soviética de Lituania y los otros
países bálticos durante la mitad del siglo XX.
Entre los favores atribuidos a la intercesión
maternal de la Vírgen hay curaciones abundantes, problemas
familiares o profesionales resueltos, decisiones personales de mejorar
la vida, y similares conversiones por parte de hijos, esposos, amigos…
Šiluva tiene mucho en común con los más famosos lugares
de apariciones marianas, como Lourdes o Fátima, con la
diferencia de que la aparición es más antigua.
El Papa Juan Pablo II rezó en Šiluva en 1993, dos
años después del restablecimiento de la independencia
lituania. En 2006, Benedicto XVI bendijo dos nuevas coronas de oro para
la imagen milagrosa de María y Jesús que adorna el
santuario. Y este año, el papa ha designado un legado suyo para
asistir en septiembre a la celebración en Šiluva del cuarto
centenario de la aparación mariana.
La historia de la devoción mariana en Šiluva se
remonta casi hasta los mismos inicios del cristianismo en Lituania. El
Archiduque Jogaila se bautizó en 1387 al casarse con la reina de
Polonia. Más tarde, él y sus sucesores inmediatos, sobre
todo Vytautas el Grande, se esforzaron para propagar la fe cristiana en
todo su territorio, hasta entonces pagano. Promovieron estructuras
jerárquicas, construyeron iglesias e incluso personalmente
enseñaron el catecismo a sus súbditos.
La fundación de la iglesia en Šiluva fue iniciativa
del noble Petras Gedgaudas, quien había trabajado en el servicio
de Vytautas. Gedgaudas en 1457 destinó un terreno y medios para
construir un templo en honor de la Virgen. La nueva iglesia no
tardó mucho en ganarse fama de santuario mariano. Un pastor
luterano, a mitad del s. XVI, se quejó de que no había
manera de disuadir a sus fieles de viajar 100 km o más a Šiluva
para asistir a la fiesta del Nacimiento de María.
De hecho, la Reforma protestante llegó con fuerza y
rapidez a Lituania, empezando por la nobleza. Ya en 1532 el entonces
propietario de la iglesia de Šiluva se hizo luterano. En las
décadas siguientes, muchas iglesias católicas fueron
confiscadas y cerradas. En aquellos años un párroco de
Šiluva escondió bajo tierra una caja de hierro con los
documentos referentes a la fundación del santuario
católico y diversos objetos sagrados.
Los calvinistas suplantaron a los luteranos como fuerza
dominante en Šiluva alrededor de 1555. Pronto hicieron cerrar el templo
católico y desterrar a su clero. La iglesia, aunque sin uso,
quedó en pie algunos años hasta que fue derrumbada.
Era una época de confusión religiosa. Muchos
poderosos pasaron por diversas denominaciones protestantes en pocos
años. Las personas más sencillas en gran parte
conservaban convicciones católicas, pero encontraban
obstáculos para practicar aquella fe.
La Reforma empezó a decaer en Lituania desde el
inicio del s. XVII. De un lado, los calvinistas comenzaron a negar la
divinidad de Jesucristo, un extremo inaceptable para muchos nobles. Al
mismo tiempo, los jesuitas empezaron a llegar a la región, con
fuego en el alma y la claridad doctrinal del Concilio de Trento. Y los
católicos empezaron a luchar para recuperar iglesias.
Pero hay todavía otro factor que reforzó
decisivamente este cambio de rumbo de vuelta hacia el catolicismo: una
intervención de la Madre de Cristo, una llamada muy maternal a
volver a la verdadera adoración de su Hijo divino.
Ocurrió en 1608. El más antiguo testimonio, puesto por
escrito en 1651, lo cuenta así:
Unos pastorcillos de los alrededores, mientras cuidaban su
rebaño, vieron por encima de una gran piedra a una joven.
Llevaba en brazos un bebé y lloraba tristemente. Al ver aquello,
uno de ellos fue corriendo al catequista calvinista de Šiluva y le
contó lo que habían visto. El catequista se acercó
al lugar, junto con el rector del seminario calvinista. Los dos
también vieron a la muchacha, y le preguntaron: ´Joven,
¿por qué lloras?´ Ella respondió:
´Lloro, porque antes mi hijo era adorado en este sitio,
más ahora aquí se ara y se siembra.´ Dicho esto,
ella desapareció.
La noticia sobre la aparición se difundió
con rapidez. El obispo católico mandó a un
canónigo para investigar lo ocurrido. Intentó localizar
el sitio exacto de la antigua iglesia y los documentos acerca de su
fundación, como recurso para poder recuperar la propiedad.
Llevaron al campo al único que sabía donde estaba
enterado el baúl, un anciano ciego. Al llegar a la piedra de la
aparición, recuperó la vista y pudo indicar el lugar
exacto del baúl.
Al final, se logró la devolución a la
Iglesia católica del terreno en Šiluva. Pronto se
construyó una capilla sobre la piedra de la aparición, y
se levantó una iglesia a unos 200 metros de distancia, en el
lugar del santuario original del s. XV.
Contra toda expectativa en una región
mayoritariamente calvinista, la nueva iglesia resultó
pequeña. Documentos de la época narran su fama como lugar
de gracias especiales y milagros, donde la gente crece en vida
cristiana. Al cabo de unos años, la iglesia tuvo que ser
ampliada.
Una muestra de la impresionante viveza del santuario
mariano es el dato histórico de que en 1677 había 12
sacerdotes residentes en Šiluva para atender espiritualmente a los
peregrinos. Desde entonces, la actividad pastoral nunca más se
ha interrumpido.
La actual iglesia de Šiluva fue construida a mitad del s.
XVIII. De estilo barroco tardío, tiene muros externos de
ladrillo rojo y una iconografía interior que entremezcla los
temas principales de la Madre de Dios, Cristo y la Iglesia. El Papa
Pablo VI la elevó a basílica menor.
La actual capilla de la Virgen, Salud de los Enfermos, se
levanta sobre la piedra de la aparición en forma de una torre
blanca. Fue construida a principios del s. XX para conmemorar el tercer
centenario de la aparición. La decoración, obstaculizada
durante décadas por la persecución religiosa del gobierno
soviético, llegó a termino sólo en 1999.
La pintura de María y el Niño Jesús
que preside el altar mayor del santuario era considerada, hasta muy
recientemente, una reliquia de la iglesia del s. XV que había
sido escondida en el baúl y redescubierta con los documentos en
el sitio de la aparición de 1608. Pero investigaciones
científicas recientes han mostrado que seguramente es obra de un
pintor local de la primera mitad del s. XVII. Probablemente fue pintada
después de la aparición, para la nueva iglesia de Šiluva.
Se trata de una copia del icono Salus Populi Romani
venerado en la basílica de Santa María Mayor en Roma, la
más antigua iglesia occidental dedicada al honor de la Virgen
María. El icono muestra a la Madre de Dios, con gran dignidad,
atrayendo a la gente con sus ojos a mirar a su Hijo. El Niño,
sentado en sus brazos, mira a su Madre y bendice al pueblo con la mano
derecha.
La imagen de Šiluva, pintada en óleo sobre lienzo,
sigue en todas sus líneas a la Salus Populi Romani. La imagen
está cubierta por un vestido de plata y oro exceptuando los
rostros y las manos de María y Jesús. El vestido fue
confeccionado en 1674 a partir de los ex votos, objetos que peregrinos
a menudo dejaban en el santuario como muestra de agradecimiento por las
gracias recibidas.
Desde el s. XVII, los informes de los obispos locales a la
Santa Sede han subrayado tanto la gran devoción de la gente
hacia esta imagen, como los numerosos dones celestiales que junto a
ella se obtienen.
En 1775, la Santa Sede concedió permiso para
coronar solemnemente a Maria y a Jesús en la imagen milagrosa de
Šiluva. Pero antes de hacerlo, el recién instalado obispo
Steponas Giedriatis quiso investigar a fondo los supuestos milagros.
Convocó una comisión que bajo juramento entrevistó
a gran numero de gente, examinó los ex votos y el registro de
milagros.
Finalmente, en 1786 el obispo fijó la fecha para la
coronación: el 8 de septiembre, la fiesta titular del santuario.
Anunció la decisión con una carta circular que lee
así:
“Hemos hecho una investigación detenida,
según las indicaciones y normas de la Iglesia, con objetividad,
dando fe no a la imaginación sino a declaraciones de testimonios
oculares y de gente seria: teólogos, doctores y todos los que
tenían competencia en esta materia. Al final, basándose
en la opinión de consejeros cultos y sabios, llegamos
gradualmente a la convicción de que desde 1622 el Dios eterno y
omnipotente, por medio de gracias claramente concedidas, ha querido de
verdad ser milagroso en aquel cuadro de la nobilísima Virgen
María de Šiluva.”
La imagen fue adornada con dos coronas de oro maciso
durante una celebración de tres días. Unos 30.000 fieles
acudieron a la solemnidad. Junto con mucha gente sencilla, había
también oficiales de estado de alto rango de Lituania y de
Polonia, nobles destacados y una docena de obispos.
No era ni el primero ni el último acto de culto
multitudinario en Šiluva. En 1886, asistieron 40.000 personas al
centenario de la coronación a pesar de los esfuerzos del imperio
ruso de impedir el acceso al santuario. Rusia se había anexado
Lituania al final del s. XVIII.
En el primer período de independencia lituana del
s. XX, entre las dos guerras mundiales, solían acudir entre
100.000 y 150.000 peregrinos a Šiluva cada año para la octava
del Nacimiento de María. Un reportaje sobre la fiesta titular
del santuario de 1933 describió los caminos de alrededor llenos
de autobuses y coches, y de peregrinos andando y cantando.
“Por aquí llega un pobre hombre del extremo de
Žemaitija con su hijo enfermo. Por allá va una madre preocupada,
rezando el rosario por su hijo o marido. Y andan y andan, los miles de
lituanos que sufren sin ruido, para quejarse a su Madre Milagrosa y
pedir ayuda en sus necesidades… Aun el corazón más duro
lloraría al ver a los peregrinos que ya desde el bosque caen en
tierra y se acercan de rodillas, sangrantes… ¡Diosito querido!,
¡que fe tan profunda brilla en aquellas caras, dirigidas hacia
las altas torres del santuario!”
La gente viene a Šiluva buscando consuelo maternal,
sentido, ayuda, nuevos ánimos. Gente así había ya
en el s. XVIII, mientras soldados polacos, suecos y rusos cruzaban el
territorio de Lituania, a la vez que el hambre y la plaga se
extendían por el país, matando a la mitad de la
población. Lo mismo en el s. XIX, mientras los ocupantes rusos,
en nombre de los zares, intentaban “rusificar” el territorio,
prohibiendo la prensa lituana, cerrando iglesias católicas de
rito oriental y en general haciendo la vida difícil.
Y por supuesto había mucha gente necesitada de la
ayuda de la Virgen durante y después de la segunda guerra
mundial. La Unión Soviética invadió el país
y mandó miles de personas a Siberia. Los nazis lo invadieron de
nuevo, y mandaron otros miles a campos de concentración.
Volvió el ejercito rojo, y esta vez la Unión
Soviética, con todo su poder inhumano, ateísta,
desmoralizante, se hizo con el país durante 50 años,
hasta la nueva independencia lituana en 1991.
Mons. Tamkevičius dice que María, particularmente
desde Šiluva, contribuyó mucho a la preservación y al
crecimiento de la fe en tiempos muy difíciles. Ël mismo ha
sido pastor de muchos peregrinos, desde los años sesenta. El
arzobispo comenta: “En Šiluva, la gente busca a Dios, y lo encuentra.
No es coincidencia que el gobierno soviético haya hecho todo lo
posible para impedir el acceso al lugar.”
Entre otros medios, las autoridades comunistas cerraban o
destruían las calles alrededor del pueblo, no permitían a
los medios de transporte llevar gente allí, circulaban falsas
noticias de epidemias en la región y aún mandaban gente
al exilio o a la cárcel por haber participado en alguna
procesión religiosa. Pero siempre había gente que se
atrevía a acudir a la Virgen, fuesen cuales fueran los
obstáculos o las consecuencias.
Entre las apariciones de la Virgen Santisima, la de Šiluva
se destaca no solamente por su antigüedad, según Mons.
Tamkevičius, sino también por ser probablemente la única
en que María ha dirigido su mensaje a cristianos no
católicos, un hecho lleno de significado teológico y
ecuménico. La aparición demuestra que a la Madre del
Redentor le preocupan todos, puesto que Jesús murió en la
Cruz no solamente para salvar a los católicos, sino por todos
los hombres.
Sí, continúa Mons. Tamkevičius, la Virgen en
Šiluva llamó a los hijos de la Reforma a volver a la plenitud de
la Iglesia fundada por su Hijo, a la adoración de Jesús
en la Eucaristía, al culto de Dios junto a la Piedra de Pedro.
Pero ante todo, llamó a todos los hombres sin excepción a
dar lugar en su vida a Cristo, a examinar sus conciencias y ver si,
preocupados por demasiado “arar y sembrar”, no se han olvidado de Dios.
Según el obispo, el mensaje de Šiluva no es menos
actual en nuestros días, porque el mundo secularizado
sólo entiende cosas económicas y materiales, dejando al
lado los valores espirituales. “Si María apareciera hoy,” dice,
“tendría que repetir lo mismo que dijo hace 400 años: mi
Hijo era adorado, pero ahora la mayoría de la gente se dedica a
otra cosa.”
Así que Šiluva tiene un mensaje universal. Y se
podría comparar sus impresionantes frutos de vida cristiana con
los de santuarios más famosos. El padre Eduardas Simaška, con
sus 98 años, es un testigo. Durante largos años
trabajando en el santuario lituano, asegura haber escrito con su propia
mano los relatos de unos 450 favores y milagros.
Lo que más conmueve a Mons. Tamkevičius son las constantes filas
de penitentes ante los confesionarios de Šiluva, y la gran sinceridad
con que la gente se confiesa y reconcilia con Dios. Comenta que, en
Šiluva las almas a menudo encuentran una piedad nueva y profunda, y
deciden, ayudadas por María, a rehacer su vida.
Teniendo en cuenta el relativo aislamiento de Lituania
durante los últimos siglos, por situaciones históricas
dolorosas, no es tan sorprendente que un santuario mariano tan
impresionante sea todavía poco conocido fuera del país.
Una excepción sería en EE.UU. donde gracias a emigrantes
lituanos existe la devoción. Por ejemplo, hay una capilla
dedicada a la Virgen de Šiluva en el National Shrine of the Immaculate
Conception en Washington, D.C.
Hoy día Lituania está floreciendo como
país. Ha entrado en la Unión Europea, ha crecido mucho
económicamente y tiene una vida cultural viva. A la vez, y como
contrapeso a las tentaciones materialistas de la actual cultura
occidental, está resurgiendo y extendiéndose la
devoción a Nuestra Señora de Šiluva, con su llamada a
centrar la vida en Jesucristo.
En este contexto, el cuarto centenario de la
aparición parece providencial. Durante dos años de
preparaciones, el número de peregrinos ha aumentado, sobre todo
en las fiestas de la Virgen y los días 13 de cada mes, que desde
1981 se han conmemorado como “días de María”.
Mientras tanto, copias de la imagen milagrosa de Šiluva
han pasado por parroquias en Lituania y en comunidades de lituanos en
el extranjero, produciendo un renacimiento de la vida religiosa en
muchos de estos sitios, y también numerosas conversiones
individuales. El año jubilar incluye congresos
mariológicos y eucarísticos, además de la fiesta
principal durante la primera mitad de septiembre.
Han sido intensas las preparaciones materiales para
recibir peregrinos de muchas partes del mundo. Sobre todo, obras para
renovar y engrandecer el humilde santuario y las comunicaciones de
acceso. Con ayudas del gobierno lituano, que Mons. Tamkevičius
considera un favor inesperado de María, se ha podido arreglar la
plaza principal.
Entre los sueños del obispo, para cuando la Virgen mande
recursos, habrá alojamientos para peregrinos, casas de retiros y
un pequeño convento de monjas para cuidar el santuario. “Los
poderes soviéticos hicieron todo lo posible para dejar Šiluva
como un pueblecito medio vacío e inaccesible a peregrinos,” dice
Mons. Tamkevičius, añadiendo: “Pienso que es mi misión
rectificar aquello.”