En el
año 79 la Ciudad de Pompeya cerca de Nápoles, Italia,
quedó sepultada bajo lava proveniente del Vesubio. Sobre sus
ruinas se edificó una nueva ciudad. En el año 1876, el
abogado beato Bartolo Longo encontró un cuadro que representaba
a la Virgen del Rosario. Dicho cuadro tiene a ambos lados a santa
Catalina de Siena y a santo Domingo Guzmán.
Bartolo Longo,
devoto ferviente de María, comenzó a difundir su culto,
bajo el nombre de Virgen del Rosario de Pompeya. La devoción
popular la llevó a buscar un lugar apropiado. Así
surgió el templo hoy existente en dicho lugar.
Cuenta la historia que durante el año 79,
una erupción del Vesubio, volcán cercano a Nápoles
sepultó bajo su lava la fastuosa ciudad de Pompeya, donde la
aristocracia romana tenía sus fincas de recreo.
A comienzos del siglo XIX, ya descubiertas las
ruinas de la ciudad, instalaronse en el valle cercano varias familias
de campesinos, que levantaron humildes viviendas y una pobre capilla. En 1872
llegó al lugar Bartolo Longo, abogado de la condesa Fusco,
dueña de éstas tierras. Longo se enteró al
dialogar con los campesinos que las cosas no iban mal, aunque fue
alertado por la presencia de individuos de malas costumbres, los que
hacían que las cosas no fueran del todo agradables. Le
comentaron que no había policías y que mientras hubo un
cura, éste ejercía cierta autoridad, pero tras su muerte,
eran pocos los que seguían firmes en la fe, por lo cual la
capilla había quedado abandonada al no oficiarse misas.
Allí la gente rezaba en sus casas.
Una noche Longo vio en sueño a un amigo
muerto años atrás que le dijo "Salva a esta gente,
Bartolo. Propaga el Rosario. Haz que lo recen. María
prometió la salvación para quienes lo hagan".
A la mañana siguiente se levantó con
la firme decisión de hacer lo que su amigo le había
pedido. Longo trajo de Nápoles muchos Rosarios para repartir. A
partir de entonces, recorrió las casas de los campesinos
recomendando el rezo del Rosario y repartiendo imágenes
religiosas. Al mismo tiempo, ayudado por algunos vecinos, se dio a la
tarea de reparar la Capilla y en 1873 organizó la primera fiesta
en la pequeña iglesia, aunque sin mucho éxito. Sus
intentos por interesar a sus habitantes no eran exitosos.
Tuvo entonces la idea de llevar hasta dicha
área una imagen de Nuestra Señora del Rosario. En 1878,
Longo obtuvo de un convento de Nápoles un cuadro de Nuestra
Señora entregando el Santo Rosario a santo Domingo y santa Rosa
de Lima que estaba por ser arrojado al fuego. La imagen que pudo
conseguir era muy mala y no le ayudó mucho que la única
forma que tuvo de hacérsela enviar fuera en un vagón de
estiércol. La condesa Mariana de Fusco, amiga (y posteriormente
esposa) del beato Bartolo, creyó que el cuadro era tan horrible
que dijo: «Debe haber sido pintado a propósito para
destruir la devoción a Nuestra Señora». Sin
embargo, una vez restaurado, se convirtió en el foco de
numerosas peregrinaciones y el centro de un importante santuario de
Nuestra Señora del Rosario. La restauración la
realizó un pintor que cambió la figura de la santa Rosa
-no se sabe por qué- por la de santa Catalina de Siena. Puesta sobre el
altar del templo, aún inconclusa, la Sagrada imagen
comenzó a obrar milagros.