NUESTRA SEÑORA
DEL PERPETUO SOCORRO
27 de junio
La Virgen del Perpetuo
Socorro es una advocación mariana. La imagen original es un
icono procedente de Creta y venerado en Roma en la iglesia de los
Agustinos, a finales del siglo XV, y desde 1866 en la iglesia romana de
San Alfonso. La datación del icono es difícil de
precisar. Unos los sitúan entre siglos X y XI, y otros a
comienzos del siglo XV.
Según una tablilla colocada antiguamente al lado del
icono con los orígenes de la imagen, la cuna de este cuadro fue
la isla de Creta, en el mar Egeo. Un mercader cretense robó el
icono de una iglesia, lo escondió entre su equipaje y se
embarcó rumbo a otras tierras. En la travesía se
desató una violenta tormenta y todos a bordo esperaban lo peor.
El comerciante tomó el cuadro de Nuestra Señora, lo
sostuvo en lo alto, y pidió socorro. La Santísima Virgen
respondió a su oración con un milagro. El mar se
calmó y la embarcación llegó a salvo al puerto de
Roma.
Poco después el mercader llegó a Roma con el
cuadro y, tenía el mercader un amigo muy querido en la ciudad de
Roma así que decidió pasar un rato con él antes de
seguir adelante. Con gran alegría le mostró el cuadro y
le dijo que algún día el mundo entero le rendiría
homenaje a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Pasado un
tiempo, el mercader se enfermó de gravedad. Al sentir que sus
días estaban contados, llamó a su amigo a su lecho y le
rogó que le prometiera que, después de su muerte,
colocaría la pintura de la Virgen en una iglesia digna o ilustre
para que fuera venerada públicamente. El amigo accedió a
la promesa pero no la llegó a cumplir por complacer a su esposa
que se había encariñado con la imagen.
Pero la Divina Providencia no había llevado la pintura a
Roma para que fuese propiedad de una familia sino para que fuera
venerada por todo el mundo, tal y como había profetizado el
mercader. Después de varias vicisitudes milagrosa el icono fue
colocado en la iglesia era la de San Mateo, el Apóstol. La
pintura fue llevada a la iglesia en procesión solemne el 27 de
marzo de 1499. Era en tiempos del papa Alejandro VI. Allí
permaneció la imagen del Perpetuo Socorro durante trescientos
años, en el altar mayor de la iglesia de San Mateo. Los
escritores de la época narraron ampliamente los milagros
atribuidos a la imagen. El siglo XVII parece ser el más intenso
en la devoción y culto a la Virgen del Perpetuo Socorro.
En febrero de 1798, con la invasión de Napoleón,
sus tropas se apoderan de Italia y destruyen en Roma más de
treinta iglesias, entre ellas la de San Mateo. Los religiosos agustinos
salvan el icono y se lo llevan consigo a una pequeña capilla,
Santa María en Posterula, quedando allí sin culto popular
y en el olvido, durante 64 años.
Mientras tanto, a instancias del Papa, el Superior General de
los Redentoristas, estableció su sede principal en Roma donde
construyeron un monasterio y la iglesia de San Alfonso. Uno de los
Padres, el historiador de la casa, realizó un estudio acerca del
sector de Roma en que vivían. En sus investigaciones, se
encontró con múltiples referencias a la vieja Iglesia de
San Mateo y a la pintura milagrosa de Nuestra Señora del
Perpetuo Socorro.
Por medio de este incidente los Redentoristas supieron de la
existencia de la pintura, no obstante, ignoraban su historia y el deseo
expreso de la Virgen de ser honrada públicamente en la iglesia.
Ese mismo año, a través del sermón
inspirado de un jesuita acerca de la antigua pintura de Nuestra
Señora del Perpetuo Socorro, conocieron los Redentoristas la
historia de la pintura y del deseo de la Virgen de que esta imagen suya
fuera venerada entre la Iglesia de Sta. María la Mayor y la de
S. Juan de Letrán. El santo Jesuita había lamentado el
hecho de que el cuadro, que había sido tan famoso por milagros y
curaciones, hubiera desaparecido sin revelar ninguna señal
sobrenatural durante los últimos sesenta años. A
él le pareció que se debía a que ya no estaba
expuesto públicamente para ser venerado por los fieles. Les
imploró a sus oyentes que, si alguno sabía dónde
se hallaba la pintura, le informaran dueño lo que deseaba la
Virgen.
Los Padres Redentoristas soñaban con ver que el milagroso
cuadro fuera nuevamente expuesto a la veneración pública
y que, de ser posible, sucediera en su propia Iglesia de San Alfonso.
El 11 de diciembre de 1865, los hijos de San Alfonso María de
Ligorio, solicitan al Papa la concesión del Perpetuo Socorro. El
19 de enero de 1866 la imagen regresa a la iglesia de San Alfonso, en
el mismo emplazamiento donde había estado tres siglos.
Restaurada la imagen, ocupa el centro del ábside de la
iglesia de San Alfonso y su devoción e influencia se extiende a
los cinco continentes. El Papa Pío IX dijo, en la audiencia al
Superior General de los Redentoristas el 11 de diciembre de 1865: "Den
a conocerla a todo el mundo". Pocos casos hay en la historia de la Iglesia
de difusión tan rápida y universal de una devoción
mariana como es la del culto al famoso cuadro de Nuestra Señora
del Perpetuo Socorro.
El icono original está en el altar mayor de la iglesia de
San Alfonso María de Liguori de Roma. Aunque su origen es
incierto, se estima que el retrato fue pintado durante el decimotercero
o decimocuarto siglo. El icono parece ser copia de una famosa pintura
de Nuestra Señora que fuera, según la tradición,
pintada por el mismo san Lucas. La original se veneraba en
Constantinopla por siglos como una pintura milagrosa pero fue destruida
en 1453 por los Turcos cuando capturaron la ciudad.
Fue pintado en un estilo plano característico de iconos y
tiene una calidad primitiva. Todas las letras son griegas. Las
iniciales al lado de la corona de la Madre la identifican como la
“Madre de Dios”. Las iniciales al lado del Niño “ICXC”
significan “Jesucristo”. Las letras griegas en la aureola del
Niño: “owu” significan “El que es”, mientras las tres estrellas
sobre la cabeza y los hombros de María santísima indican
su virginidad antes del parto, en el parto y después del parto.
El icono de la Virgen, pintado sobre madera, de pequeño
tamaño, muestra a María con el Niño Jesús.
El Niño observa a dos ángeles que le muestran los
instrumentos de su futura Pasión mientras agarra fuertemente con
las dos manos la de su Madre, quien lo sostiene en sus brazos. El
cuadro recuerda la maternidad divina de la Virgen y su cuidado por
Jesús desde su concepción hasta su muerte.