NUESTRA SEÑORA
DE LAS MARAVILLAS
10 de septiembre
En la
capital española, el nombre Nuestra Señora de las
Maravillas encuentra su origen. Paseando en el jardín de su
convento un día de 1620, algunas fervorosas monjas carmelitas
descubrieron una imagen del Niño Jesús tendida sobre un
grupo de flores conocidas por el nombre de maravillas. Llenas de
sorpresa, no sabían de qué admirarse más, si del
diminuto tamaño del Niño (siete centímetros
apenas), si de su extrema hermosura, o si de las circunstancias en que
fue encontrado. Con gran alegría y devoción lo llevaron a
la capilla, donde le improvisaron un altar adornado con las mismas
flores matizadas de amarillo y naranja en las que lo hallaron. Y
comenzaron a llamarlo el Niño Jesús de las Maravillas.
Pocos años después llegó a Madrid una
antigua imagen de la Virgen, que según consta procede del siglo
XIII. En 1585 estaba expuesta a la veneración popular en el
poblado de Ruedas viejas, pero en tan deplorable estado de
conservación que el obispo de Salamanca la hizo retirar de la
iglesia. Algunos parroquianos no estuvieron de acuerdo con esta
decisión. Uno de ellos obtuvo permiso para conservar la imagen
en su propia residencia. Tras algunas vicisitudes fue a parar a Madrid
como propiedad de Ana Carpia, esposa del escultor Francisco de
Albornoz, el cual la restauró a la perfección. A la
residencia del católico matrimonio comenzó a llegar un
número cada vez mayor de vecinos y conocidos para rezar frente a
esa imagen, pues había corrido la noticia de que ahí
María concedía favores a sus devotos. Un milagro la hizo
famosa en la ciudad entera.
Un cazador, en medio de un lamentable arrebato de ira, había
apuñalado brutalmente a un jovencito de los alrededores,
dejándolo agónico. La madre del niño fue corriendo
a postrarse frente a la imagen, rogándole a la Virgen que curase
a su hijo. Poco después, éste quedó totalmente
sano y salvo.
Frente a semejante prodigio, seguido por muchos otros, el
Vicario General de la diócesis ordenó a Ana Carpia que
entregara la imagen a alguna iglesia. La señora Carpia
decidió elegir mediante un sorteo a uno de los cuatro conventos
carmelitas entonces existentes en Madrid. La suerte recayó sobre
el monasterio en que había aparecido años antes el
Niño Jesús de las Maravillas. Así, el 17 de enero
de 1627 Ana Carpia y su esposo hicieron estampar ante notario el acta
de donación de la milagrosa imagen a las monjas carmelitas. El
día 1º de febrero del mismo año, fue llevada al
monasterio en una solemne procesión, señalada por un
significativo hecho: durante todo el trayecto una blanca paloma
sobrevoló a la imagen y entró con ella al interior de la
ermita, donde se dejó tomar por las monjas, que la consagraron a
la Virgen al día siguiente, 2 de febrero, fiesta de la
Purificación de María, y la conservaron en el convento.
Las monjas adornaban las manos sagradas de la imagen con las flores
llamadas maravillas, hasta que en cierto momento una de ellas tuvo la
inspirada idea de colocar sobre esas flores la minúscula imagen
del Niño Jesús de las Maravillas, el que cobró un
particular encanto sobre su trono floral. Con ello, la Madre
terminó adoptando el nombre del Hijo: Nuestra Se ñora de
las Maravillas. Tal es el origen del bello nombre de la imagen venerada
en Madrid.