NUESTRA SEÑORA
DE LA CARIDAD DEL COBRE
8 de septiembre
Nuestra
Señora de la Caridad del Cobre, o la Virgen de la Caridad del
Cobre, Caridad del Cobre o simplemente Cachita, es una de las
advocaciones de la Virgen María. Es la Patrona de Cuba.
La imagen mariana se venera en la Basílica Santuario Nacional de
Nuestra Señora de la Caridad del Cobre en Santiago de Cuba.
Según recuentos de la época, la imagen
apareció en 1612 o principios de 1613 de abril, en la
Bahía de Nipe, la mayor de Cuba, situada en la costa norte de la
región oriental de la isla. Fue avistada por tres esclavos: un
muchacho negro de 10 años (Juan Moreno) y dos hermanos de pura
sangre india (Juan y Rodrigo de Hoyos), que trabajaban como esclavos en
las minas de cobre de la región. El trío ha quedado
bautizado en la imaginería cubana como "los tres Juanes".
En un relato que se conserva en el Archivo de Indias de
Sevilla, hecho bajo juramento eclesiástico "setenta y cinco
años después del suceso", el esclavo negro Juan Moreno
contó cómo ocurrieron los hechos.
Los jóvenes, que habían ido en busca de sal, divisaron la
imagen de la Virgen con el Niño Jesús en brazos -la misma
que hoy es objeto de veneración por los cubanos- que se acercaba
flotando en una tabla, donde podía leerse la frase "Yo soy la
Virgen de la Caridad".
El santuario inicial se construyó de manera
improvisada, empleando hojas de guano y tablas. Tras múltiples
sucesos misteriosos ocurridos en torno a la imagen, ésta fue
llevada al que sería su santuario definitivo, a poca distancia
de allí, en la cima de una loma cercana a las minas de cobre.
Según documentos antiguos que se encuentran en el
Archivo General de Indias, la llegada de la imagen de la Virgen de la
Caridad a las serranías de la Sierra del Cobre, en Cuba, se
produjo cuando un illescano, Francisco Sánchez de Moya,
capitán de artillería, recibió el 3 de mayo de
1597 un mandato del Rey Felipe II para que se fuera a las minas de la
Sierra del Cobre a defender aquellas costas de los ataques de piratas
ingleses. El rey le hizo el encargo de erigir una pequeña
iglesia, lugar donde soldados y mineros pudieran acudir a encomendarse
y hacer sus oraciones a la venerada imagen de la Virgen de la Caridad.
Antes de su partida hacia el Nuevo Mundo, este Capitán
mandó tallar en Toledo una réplica de la Virgen de la
Caridad, que fue la que llevó por mar hasta la isla y
estableció a Rodrigo de Hoyos como capellán.
Una noche Rodrigo fue a visitar a la Virgen y notó
que no estaba allí. Se organizó una búsqueda sin
éxito. A la mañana siguiente, y para la sorpresa de
todos, la Virgen estaba de nuevo en su altar, sin que se pudiera
explicar, ya que la puerta de la ermita había permanecido
cerrada toda la noche.
El hecho se repitió dos o tres veces más
hasta que los de Barajagua pensaron que la Virgen quería cambiar
de lugar. Así se trasladó en procesión, con gran
pena para ellos, al Templo Parroquial del Cobre. La Virgen fue recibida
con repique de campanas y gran alegría en su nueva casa, donde
la situaron sobre el altar mayor. Así llegó a conocerse
como la Virgen de la Caridad del Cobre.
La Historia se mezcla con la leyenda cuando, setenta y
cinco años después de la aparición, el
único testigo sobreviviente del "milagro", ya en plena
senilidad, hizo una declaración jurada donde involucra en el
relato de la milagrosa aparición al propio capitán
Francisco Sánchez de Moya, quien había llevado la imagen
a la isla.
En el Cobre se repitió la desaparición de la
Virgen. Pensaron entonces que ella quería estar sobre las
montañas de la Sierra Maestra. Esto se confirmó cuando
una niña llamada Apolonia subió hasta el cerro de las
minas de cobre donde trabajaba su madre. La niña iba
persiguiendo mariposas y recogiendo flores cuando, sobre la cima de una
de las montañas vio a la Virgen de la Caridad.
La noticia de la pequeña Apolonia causó gran
revuelo. Unos creían, otros no, pero la niña se mantuvo
firme en su testimonio. Allí llevaron a la Virgen. Desde la
aparición de la estatua, la devoción a la Virgen de la
Caridad se propagó con asombrosa rapidez por toda la isla a
pesar de las difíciles comunicaciones.