NUESTRA SEÑORA
DE LA CAPILLA
11 de junio
El
origen de la devoción de Jaén a la Virgen de la Capilla
responde a una documentada tradición, cuya síntesis es la
siguiente: Desde la conquista de Jaén a los
musulmanes en 1246, la ciudad tuvo un marcado carácter
fronterizo, lo que motivó continuos ataques y asaltos.
Durante los primeros
años del siglo XV, estos asaltos cobraron especial virulencia,
lo que motivó que las autoridades rectoras de la ciudad
determinaran abandonarla al sentirse inermes ante el poderío de
los moros granadinos.
La Virgen María
descendio a la ciudad en la noche del 10 al 11 de junio de 1430
acompañada de un cortejo celestial que la partió desde la
Catedral hasta la iglesia del arrabal de San Ildefonso. Las
crónicas recogen un buen número de delaraciones de
testigos de este hecho.
"En la muy famosa, muy noble, y muy leal Ciudad de Jaén, guarda
y defendimiento de los Reynos de España. Sábado en la
noche a diez días del mes de junio de 1430 años,... a la hora de
medianoche el sábado dicho iba una gran procesión de
gente muy lucida y con muchas luces, y en ella siete personas que
parecían hombres, que llevaban siete cruces; iban uno
detrás de otro, y que las cruces parecían a las de las
parroquias de ésta Ciudad, y los hombres que las llevaban iban
vestidos de blanco o con albas largas hasta los pies. Iban más
otras treinta personas también con vestidos Blancos, en dos
hilos, acompañando las Cruces. En lo último desta
procesión iba una Señora más alta que las otras
personas, vestida de ropas blancas con una falda de más de dos
varas y media; y iba distinta de los demás la última, y
no iba cerca della otra persona, de cuyo rostro salía gran
resplandor, que alumbraba más que el Sol, porque con él
se veían todas las cosas alrededor, y contorno, y las tejas de
los tejados como si fuera amedio día el Sol muy claro, y era
tanto lo que resplandecía, que le quitaba la vista de los ojos,
como el sol cuando le miran en hito. Esta Señora llevaba en sus
brazos un niño pequeño también vestido de blanco,
y el niño iba sobre el brazo derecho. Detrás desta
Señora venían hasta trescientas personas, hombres y
mujeres, éstas cerca de la falda de la Señora, y ellos
algo mas atrás. Estos hombres y mujeres no hacían
procesión sino de montón; iban las mujeres delante y los
hombres atrás, y todos vestidos de blanco, y sonaban como que
iban armados. La cual procesión iba hacia la capilla de San
Ildefonso, y habían salido de la Santa Iglesia mayor”. ("Historia
de la Antigua y Continuada Nobleza de la Ciudad de Jaén",
publicada en 1628).
Al divulgarse el
suceso en la ciudad, debido a los sobrecogidos comentarios posteriores
de estos testigos, la autoridad eclesiástica intervino. Y el
vicario general y provisor del obispado, don Juan Rodríguez de
Villalpando, reunió a los testigos el martes 13 de junio de
1430, y ante escribanos públicos les tomó
declaración. La piedad popular interpretó aquella
visión como un prodigioso Descenso de la Virgen María a
Jaén.
Según el pueblo
fiel, la Señora debió de ser la Virgen María, con
el Divino Niño en sus brazos, acompañada de San Ildefonso
y Santa Catalina y de ángeles y santos. Y la razón del
Descenso no era otra, que la de infundir confianza y fortaleza a los
vecinos de Jaén para que resistieran los ataques de los
musulmanes del cercano Reino de Granada. Ciertamente, desde 1430 a
1492, los giennenses resistieron con fuerza los sucesivos ataques, que
incluso repelieron con éxito.
Agradecidos a esta ayuda y patrocinio celestial, en el lugar donde
había finalizado aquella misteriosa procesión, se
colocó una talla de la Virgen, posiblemente extraída de
un retablo anterior. Las gentes comenzaron a visitar a esta imagen que,
por pertenecer a la Capilla de San Ildefonso, llamaron “de la Capilla”.