NUESTRA SEÑORA DE BEAURAING
1932 d.C.
Quince años
después de Fátima, La Virgen se apareció a cinco
niños en Beauraing, Bélgica. Estas apariciones, junto con
las de la cercana ciudad de Banneaux, prepararon el camino para los
mensajes Marianos de Amsterdam.
Las apariciones de la Virgen en Beauraing y Banneaux
ocurrieron dentro de un período de seis semanas y ambas
están aprobadas por la Santa Sede. Ámsterdam tiene la
aprobación de su obispo.
El 21 de diciembre Nuestra Señora se dio a conocer
a los niños: ´Yo soy la Virgen Inmaculada.´ La
Virgen se hizo ver con su corazón resplandeciente y dorado.
El 3 de enero La Virgen dijo a Andree:
"¡Soy la Madre de Dios, La Reina del Cielo. Reza siempre!´"
Finalmente le dijo a Fernande:
-¿Amas a mi Hijo?
-¡Sí!- exclamó la niña.
-¿Me amas a mí?
-¡0h, sí!
-Entonces sacrifícate por mí.
Había terminado la Primera Guerra Mundial y el
mundo entero pasaba por la Gran Depresión. Poco podían
imaginarse que pronto vendría otra guerra peor. Este fue el
marco histórico de la visita de Nuestra Madre que nunca esta
lejos de los que sufren y que quiere prepararnos para que seamos
capaces de vencer las adversidades y llegar al cielo.
Beauraing era y sigue siendo una humilde aldea en el
sudoeste de Bélgica, a unas 4 millas de la frontera con Francia.
En la época de la aparición de Nuestra Señora, la
población era de solo unos 2,000 habitantes. También
allí se sufrían los estragos de la Gran Depresión,
pero lo sobrellevaban mejor por ser gente sencilla y cercana al campo.
Desde el 29 de noviembre del 1932 hasta el 3 de enero del
1933, La Virgen María se apareció casi todos los
días a cinco niños. A veces venía varias veces al
día, de manera que hubo un total 33 apariciones.
El contenido del mensaje fue muy breve, dos o tres
palabras, pero fuerte. Algunos trataron de añadir, pero los
niños se mantuvieron firmes al mensaje.
Los niños videntes y sus familias.
La familia Degeimbre.
Germaine, una mujer fuerte, simpática y
práctica que supo proveer sola por sus hijas, es la madre de dos
de las videntes, Gilberte de 9 años y Andree de 14. La hija
mayor, Jeanne, de 17 años, nunca vio a la Virgen y, movida por
la envidia, atacó mucho a sus hermanas llegando hasta la
calumnia y el desprecio a las apariciones. Los padres, así como
las dos primeras hijas nacieron en Beauraing, pero la familia se
había mudado a Voneche donde el padre consiguió trabajo
cuidando una granja. Allí se quedaron por 13 años. Al
morir el padre, la familia regresó a su pueblo natal. Solo
llevaban dos años de regreso en Beauraing cuando ocurrieron las
apariciones.
La familia Voison.
Héctor y Marie Loose Voison eran los padres de los
otros tres videntes, Fernande de 15 años, Gilberte de 13 y
Alberto. Héctor, empleado del ferrocarril, para aumentar su
pobre ingreso, abrió una tienda con su esposa en la calle
principal del pueblo. Los Voisons estaban muy involucrados en el
Partido Socialista y habían abandonado la práctica de la
fe católica.
Un día los niños fueron al convento a
recoger a Gilberte y jugaban frente a la puerta. De repente, Alberto
exclamó emocionado: "Miren, la Virgen, vestida de blanco,
está caminando en el puente." Las niñas no le prestaron
ninguna atención. Pero entonces Femande, por el tono de alarma
en la voz de su hermano y por la expresión de su rostro, hizo le
hizo caso y miró hacia donde este le señalaba. Al mirar
se quedó congelada. Las otras niñas, mientras tanto, no
habían todavía mirado y dijeron: "Tonta, es solo la luz
de un automóvil."
La insistencia de Alberto hizo que se voltearan.
Según miraban hacía arriba, todos la veían y
quedaban conmovidos. ¡La Virgen estaba sobre el puente! Estaba
iluminada, su vestido blanco y largo oscilaba en el viento.
Parecía como si estuviera caminando sobre una nube. Los
niños pudieron distinguir que estaba caminando en el aire. No
sabían que hacer e inmediatamente Alberto tocó el timbre
del convento. Las chicas empezaron a dar golpes en la puerta con todas
sus fuerzas. Gritaban y lloraban al mismo tiempo. La Hermana Valenia
contestó a la puerta y, por la gran conmoción que
manifestaban, les preguntó que era lo que pasaba. Todos gritaron
a un tiempo. "Mire, hermana, la Virgen está caminando sobre el
puente, vestida toda de blanco - tenemos miedo."
La hermana trató lo mejor que pudo de ver y no
podía distinguir nada. Pensó que quizás se estaban
refiriendo a la estatua de Nuestra Señora de Lourdes en la
gruta. Encendió una luz para que ellos pudieran ver mejor. Como
insistían sobre la aparición ella les dijo: "Eso es solo
una rama en el viento, las estatuas no caminan." Los niños
insistieron en que la Santísima Madre estaba caminando sobre el
puente. La hermana esforzó sus ojos, pero no podía ver
nada. En ese momento, Gilberte salió por la puerta, e
inmediatamente vio la visión, por lo que exclamó
maravillada: "¡Miren!" Los niños estaban muy asustados y
querían llegar a su casa.
La monjita no les creyó pero, durante la cena en su
convento, le contó la historia a la Madre Superiora, la Hermana
Teofila y al resto de la comunidad. La respuesta de Sor Teofila fue
tajante: "Hermana, ¿Como puede usted contar una historia como
esa? suena tan infantil como esos niños."
Mientras tanto, los niños corriendo hacia la casa
de los Degeimbre, pasaron a un hombre en la calle. Por sus expresiones,
él pensó que había un fuego en algún lugar.
"¿Qué ha sucedido?"- preguntó. Uno de ellos
contestó: "vimos algo blanco". Cuando llegaron a la casa de los
Degeimbre, Germaine estaba sentada en la mesa con dos amigos, Raymond
Gobert y Jules Defesche. Inmediatamente supo que algo le sucedía
a los niños, pues estaban sin respiración, sus rostros
enrojecidos. Todos hablaban emocionados al mismo tiempo. "¡Creo
que vimos a la Santísima Virgen! ¡Yo pienso que era la
estatua que se movió! ¡La Santísima Virgen estaba
caminando!"
La respuesta fue incredulidad y disgusto. La hija mayor de
los Degeimbre, Jeanne, dijo: "¿Ustedes dos ven a la Virgen? Si
yo la hubiera visto, sería diferente. ¿Pero, ustedes dos?
No son lo suficiente buenas."
Germaíne mandó a sus dos hijas a dormir y le
dijo a los tres niños de Voison. "Ahora ustedes,
escúchenme. No le digan nada de esta tontería a sus
padres. Ellos, sin embargo, le comunicaron todo a sus padres.
La Virgen siguió apareciéndose a los
niños pero, por los primeros tres días no les dijo
absolutamente nada. La gente les preguntaban "¿Qué dijo?"
Su respuesta fue: Nada". Finalmente, el viernes, 2 de diciembre, en
respuesta a las preguntas de las personas, ella contestó:
A la pregunta "¿Es usted la Virgen Inmaculada?,
Ella movió su cabeza y abrió sus brazos.
A la pregunta, "¿Qué quiere usted de nosotros?", Ella
habló por primera vez. "SIEMPRE SEAN BUENOS."
Los niños respondieron: "Sí. Nosotros
siempre seremos buenos." Pero muchos entre la gente, cuando se
enteraron del mensaje protestaron: "¿Eso es todo?"
El próximo día, sábado 3 de
diciembre, los niños repitieron sus preguntas. A la pregunta,
"¿Es usted realmente la Virgen Inmaculada?", Ella movió
su cabeza en aprobación.
A la pregunta ¿Qué quiere usted de
nosotros?", su respuesta fue "¿Es verdad que ustedes siempre van
a ser buenos?" Los niños respondieron: "¡Sí!
Nosotros siempre seremos buenos."
Los niños enfrentaron gran oposición de
todos lados, incluso del sacerdote del pueblo. Nadie les ayudaba a
discernir, mas bien se burlaban de ellos o los acusaban de mentirosos.
Las apariciones carecían de milagros espectaculares
y la gente no encontraba el sensacionalismo que buscaban. Un sacerdote,
al que se le pidió que comentara sobre el primer mensaje de
Nuestra Señora, observó que era una declaración
muy insignificante para haber sido hecha por la Madre de Dios.
¿Dónde estaban los milagros? ¿Dónde estaban
las señales? ¿Qué decía la Virgen que fuese
tan trascendental? "SEAN BUENOS SIEMPRE" ¿Qué era eso?
Se desató una batalla. No solo la Prensa Socialista
y los anticatólicos sino que los mismos católicos se
encargaron de ofender y desprestigiar a los niños y a la Virgen.
Los niños se encontraron incomprendido aun por sus padres. El
odio hacia ellos era general y extraordinario. Solo contaban con la
Virgen. La mayor parte de las veces ella solo miraba a los niños
y se sonreía. Los seguía mientras recitaban el rosario,
pero no se les unía. Si la Virgen no decía nada,
quería decir que no había nada que reportar y los
niños se podían ir a sus casas.
A pesar de todo, de repente, la iglesia tuvo más
participantes en Misa. Las madres de los videntes, Germaine Degeimbre y
Marie Louise Voison, habían pedido que se celebrara una Misa en
honor a Nuestra Señora, para que si lo que sus hijos estaban
experimentando no era del Señor, María pusiera fin a
ello. El día escogido fue el 8 de diciembre, la fiesta de la
Inmaculada Concepción. Aquel día Marie Louise Voison
recibió la Eucaristía por primera vez en diez
años. Su esposo la siguió muy poco después.
Para complicar mas las cosas, unas personas sin fundamento
dijeron también tener apariciones en otros lugares el mismo
día 8 de diciembre, mientras los niños estaban esperando
que Nuestra Señora. El demonio quería distraer, dividir y
conquistar. Quería desprestigiar las apariciones como lo
había hecho en Lourdes y Fátima.
Los niños estaban sujetos a enormes presiones,
todos, desde el gobierno hasta las autoridades eclesiásticas le
hacían constantes preguntas. Sin embargo, desde el primer
día, los niños fueron consecuentes en sus informes. Los
padres de los niños también sufrieron. La tienda de
Héctor y Marie Louise Voison se llenó de curiosos que no
dejaban a los clientes entrar. Las ventas cayeron y tuvieron que
cerrar. Héctor se convirtió en el hazme reír de
Partido Socialista. Pero a través del sufrimiento vino la gracia
y Héctor recibió los sacramentos y se convirtió en
un firme defensor de las apariciones.
Los relatos de los niños sobre las apariciones
coincidían casi perfectamente. Cada vez que Nuestra
Señora se le aparecía, caían de rodillas, de forma
que sus rodillas impactaban contra el suelo de golpe, como si hubieran
sido empujados hacia por una gran fuerza. Sin embargo, los niños
no sentían dolor por ello. Cada noche, antes de la
aparición, los niños rezaban el rosario con una voz
natural, pero cuando llegaba la Virgen alcanzaban un tono
altísimo y rezaban mucho mas rápido.
El miércoles 28 de diciembre, Nuestra Señora
le dijo a los niños que muy pronto dejaría visitarles.
Esto entristeció muchísimo a los niños.
El 29 de diciembre, cuando María se despedía
de los niños, abrió sus brazos haciendo visible en su
pecho, por primera vez, su corazón que brillaba en oro. Es por
eso que se le ha llamado la SEÑORA CON EL CORAZÓN DE ORO,
referencia a su Corazón Inmaculado.
El 30 de diciembre, la Virgen les mostró su
corazón de oro a los niños otra vez y les dijo:
"¡OREN! ¡OREN MUCHO!"
El 31 de Diciembre mostró una vez mas su
corazón de oro.
El primero de Enero de 1933, le dijo a los niños
"OREN SIEMPRE." y añadió que no los vería de nuevo
hasta la aparición del 3 de Enero.
En una ocasión, en que la Virgen habló solo
a Fernande Voison, los otros niños se enojaron con ella pues se
sentían excluidos. Fernande temió por lo que pensaran
ellos u otras personas que podían acusarla de falsificar una
aparición. Hizo saber que a ella no le gustaba que Nuestra
Señora le hablaba solamente a ella.
Según la costumbre de los niños era que,
cuando Nuestra Señora movía sus labios para hablar, ellos
dejaban de orar para poder oír sus palabras. Durante la
aparición del primero de enero, cuando la Virgen comenzó
a mover sus labios para hablarles, Fernande temía de que le
fuera a hablar solamente a ella y continuó orando con sus ojos
bajos para no poder oír a Nuestra Señora. Esta actitud
causó, como veremos, un episodio singular en las apariciones.
Dos días después, Fernande estaba arrepentida de su mal
comportamiento con la Virgen.
Una gran multitud estaba reunida para la aparición
final. A los niños se les dificultó llegar a sus lugares
para la aparición. En cuanto llegaron se pusieron a rezar y,
después de un corto tiempo, cayeron de rodillas, excepto
Femande. Ella miraba a su alrededor desconcertada, luego lentamente se
arrodilló por unos cuantos segundos, pero se levantó
llorando y exclamó: "no puedo verla."
La Virgen estaba más hermosa que nunca. Sus rostro
y todo en ella resplandecía.
-Primero le habló Gilberte D.: "Esto es entre tú y yo, y
te pido que no le hables de esto a nadie." La Virgen le dio un secreto,
y dijo "Adiós."
-Enseguida le habló a la otra Gilberte: "Yo convertiré
pecadores." Entonces le dio a la niña un secreto, y dijo
"Adiós."
-Entonces le habló a Alberto. Le dijo un secreto, y dijo
"Adiós."
-Finalmente, le habló a Andree: "Yo soy la Madre de Dios, la
Reina del Cielo. Oren siempre." Luego dijo "Adiós" y
desapareció.
Fernande, que seguía sin poder ver a la Virgen,
rezaba con todas sus fuerzas. Cerró sus ojos, oró, y
luego los abrió, pero no podía ver a la Virgen.
Miró a las expresiones en los rostro de los otros niños y
sabía que Nuestra Señora les estaba hablando.
Tenían lágrimas en los ojos. Femande estaba sumamente
triste y dolida. Al final de las apariciones, los otros niños,
que si veían, empezaron a levantarse. La multitud comenzó
a dispersarse. Femande permaneció de rodillas. Miró a su
alrededor, aturdida. Alguien sugirió que dijeran otro rosario.
Quizás Nuestra Señora volvería. Los niños
se arrodillaron otra vez y rezaron el Santo Rosario. La Señora
no regresó. Los niños se levantaron y caminaron hacia la
gruta para orar. Fernande exclamó "¡Yo quiero verla!."
Permaneció sola, arrodillada, rezando pues la gente se fue tras
los otros a la gruta.
Fernande le dijo a la Virgen: "Por favor, por favor
regrese a mí. No me deje de esta forma. Lo siento. Siento no
haberle dejado hablar el otro día. Yo la amo. Usted me
prometió un secreto. No puede terminar de esta forma. Yo la
necesito. ¡Por favor! ¡Por favor!."
Ya oscurecía, cuando, de repente, el poderoso
crujir de un rayo estremeció a todo el mundo. Su luz
resplandeció en el cielo, seguido por una bola de fuego que
cayó sobre un espino. Todo el mundo pudo verlo. La multitud
quedó estremecida y volvió su mirada hacia aquel
árbol. Fernande tenía una gran sonrisa. ¡La Virgen
había regresado! La Inmaculada Madre celestial miraba Femande
que no podía parar de llorar de alegría. La Virgen
esperó un momento, y entonces le habló:
-¿Amas a mi Hijo?
-Sí- exclamó ella.
-¿Me amas a mí?
-¡0h, sí!
-Entonces, sacrifícate por mí.
Estas breves palabras son el contenido principal de las
apariciones de Beauraing. La Virgen esperó hasta el final,
cuando ya parecía que todo había terminado, cuando una
niña permaneció insistentemente rogando que la perdonara
por haberle ofendido.
Femande quería que la Virgen se quedara.
Tenía muchas preguntas que hacerle. Pero la Señora
abrió sus brazos, resplandeció con más brillo que
nunca antes, y expuso su Corazón de Oro. Miró a Fernande
con inmenso amor y dijo: "Adiós". Fernande se derrumbó en
lágrimas; su cuerpo entero temblaba de los sollozos
incontrolables.
Los cinco videntes se casaron.
Pocos años después de las apariciones
estalló la Segunda Guerra Mundial. Hitler invadió a
Bélgica. El Santuario de la Virgen en Beauraing se
convirtió en un foco de esperanza cristiana para los belgas. En
aquellas difíciles circunstancias los fieles recordaron que la
Virgen les había enseñado que el amor a Jesús y a
ella exige sacrificio.
Las apariciones han sido aprobadas por la Santa Sede. Cada
año unas 200,000 personas visitan el santuario. El mensaje de la
Virgen no era solo para los videntes, sino para todos sus hijos.
Medítalo. Vívelo. Responde al clamor de Nuestra Madre.
-¿Amas a mi Hijo?
-Sí-exclamó ella.
-¿Me amas a mí?
-¡0h, sí!
-Entonces, sacrifícate por mí.