BEATO NARCISO DE
ESTENAGA Y ECHEVARRIA
1936 d.C.
22 de agosto
Nació en Logroño. Huérfano de padre y madre
(jornalero y lavandera, respectivamente), fue llevado primero a Vitoria
y luego a un colegio para huérfanos en Toledo, fundado por
Joaquín de Lamadrid (que también sería asesinado
en el mes de agosto de 1936), que quedó impresionado por la viva
inteligencia del niño. Lamadrid le consiguió una beca en
el Seminario de Toledo, graduándose en Derecho con brillantez y
siendo ordenado sacedote en 1907. Además del Derecho,
sentía predilección por los temas históricos y los
relacionados con el arte. Debido a sus talentos fue pronto nombrado
canónigo por oposición de la catedral primada.
Amigo y confesor del rey Alfonso XIII, tras quince
años de ministerio sacerdotal éste lo eligió como
Obispo- Prior de Ciudad Real, Prior de las Órdenes Militares, en
1922. El propio rey le invistió como caballero de la Orden de
Santiago. Intervino en el Congreso Catequístico Nacional de
1929, celebrado en Granada, en el Ibero-Americano de Sevilla y en el
Eucarístico de Toledo.
Era correspondiente de las Real Academia de la Historia y
de la de Bellas Artes de San Fernando, académico de
número y director de la Academia de Bellas Artes y Ciencias
Históricas de Toledo, caballero de la belga Orden de la Corona.
Dominaba varios idiomas y fue autor de varias obras, entre ellas una
historia de la catedral de Toledo que dejó inconclusa. El
presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, que le
encargó, en abril del 1936, el “Elogio fúnebre de Lope de
Vega”, con motivo del tercer centenario del fallecimiento del
Fénix de los Ingenios.
Cuando estalló la Guerra Civil se produjo una
situación equívoca. Cuando la situación se
complicó, sobre todo a mediados de julio de 1936, y peligraban
las personas de Iglesia, algunos amigos ofrecieron, al Sr. Obispo y a
su familiar la posibilidad de ponerse a salvo abandonando la
diócesis, lo que no aceptaron. Como diría el Prelado: “mi
puesto está aquí”. Nuevamente el día 26 ó
27 les ofrecieron la posibilidad de librarse, y su respuesta fue la
misma: «aquí está mi puesto”. El 5 de agosto un
grupo de milicianos armados asaltaron el obispado, donde él
residía, y empezaron un registro meticuloso. El Sr. Obispo
defendió el Sagrario de una profanación inminente. En un
momento dado amenazaron con matar al Prelado, quien, de rodillas, les
dijo: “matadme”. Pero no lo hicieron.
El día 12 de agosto los echaron fuera del obispado
y los acogió una familia amiga, con quien permanecieron hasta el
día 22. Ese día los milicianos asaltaron la casa y se
llevaron al Sr. Obispo y a su secretario, el beato D. Julio Melgar, que
no opusieron la menor resistencia. Los condujeron por el camino de
Peralvillo Bajo, hacia el río, donde los asesinaron
disparándoles. Al día siguiente sus cadáveres
fueron vistos por un testigo, que los reconoció. Llevados al
depósito del cementerio, los colocaron en dos sencillas cajas de
madera y los trasportaron a la sepultura del Cabildo, donde fueron
enterrados. El 10 de mayo de 1940 el cadáver de D. Narciso fue
sepultado en la catedral. Sus reliquias fueron exhumadas y nuevamente
inhumadas privándolas de la veneración popular.