BEATO MODESTO ALLEPUZ VERA
22 de septiembre
1936 d.C.
Como sus hermanas, asistió
desde niño a la escuela externa de la Casa de Misericordia. Tenía
12 años cuando se fundó la Asociación de Hijos de María
de la Medalla Milagrosa. Modesto empezó como aspirante con entusiasmo
y permaneció hasta la muerte unido a la Asociación, que es
como decir a la Stma. Virgen. A los 18 años fue elegido secretario
con la general. A su pluma debemos escenas preciosas de la historia de la
Asociación. En 1931 contrajo matrimonio y pasó a de la sección
de caballeros. Era contable de una buena empresa y persona conocida en Cartagena
que ejercía un cierto liderazgo. Fue un decidido propagandista de
la sindicación cristiana. Cuando España se desangraba en una
lucha política enconada, él desde el periódico y desde
la tribuna, predicó siempre la doctrina del amor de Jesucristo. La
horda comunista necesariamente había de cebarse en él.
MARTIRIO: Lo prendieron el 18 de agosto de 1936 en el pueblo
de Canteras y lo condujeron a la cárcel de San Antón. Lo juzgaron
y condenaron junto a sus compañeros de Asociación Gonzálbez
y Ardil en el primer juicio de jurados celebrado en el arsenal de Cartagena
conforme al decreto de Azaña de 25 de agosto que es una auténtica
burla a la justicia y al derecho. El juicio tuvo lugar del 16 al 19 de septiembre.
Ellos confirmaron su pertenencia a la Asociación y a la cofradía
California. Los catorce jueces populares, los testigos, y los acusadores,
pertenecían al Frente Popular, los mismos que el 25 de julio habían
quemado las iglesias de Cartagena. El sábado 19 sobre las 12 de la
noche se dictó la sentencia condenándolos a muerte. Les mataron
de madrugada el 22 de septiembre de 1936 en el cementerio, sin más
delito que haberse mantenido fieles a Dios y a la Asociación de la
Medalla Milagrosa.
Son impresionantes los detalles de la última noche que
pasaron los tres congregantes preparándose para el sacrificio. Se
confesaron, perdonaron a los causantes de su muerte y animaron a sus familiares.
Recuerda un cuñado de Modesto: “Con mucha entereza y sin ninguna lágrima
le dijo a su esposa: Teresita no estés triste. No llores, porque a
mí me llama Dios y me voy con Él. No tomes represalias ni odios
contra nadie. Terminó su visita tranquilizándonos a todos,
diciéndonos que se iba con Dios, y que desde allí nos cuidaría
a todos”. Otro testigo añade: “Entre lloros y abrazos a los suyos,
vivas a la Milagrosa, canto del himno de la Asociación y rezo del
santo rosario, les animaban con gran entereza, siendo ellos los que deberían
haber sido animados”. Se complementa este relato en las biografías
de Gonzálbez y de Ardil.