BEATO MODESTINO DE
JESUS Y DE MARIA MAZZARELLA
24 de julio
1854 d.C.
Domingo Mazzarella, nació en Frattamaggiore, provincia de
Nápoles, en la diócesis de Aversa, en el seno de una
familia de humildes artesanos. A la edad de dieciséis
años fue acogido gratuitamente en el seminario de Aversa.
Atraído luego por la austera vida de los franciscanos del vecino
convento de Grumo Nevano, en 1822 vistió el hábito
franciscano en el convento de Piedimonte Matese (Caserta), e hizo el
año de noviciado en el convento de Santa Lucía del Monte,
Nápoles. En 1824 emitió la profesión religiosa y,
después de un regular curso de estudios filosóficos y
teológicos hechos en los conventos de Grumo Nevano, Portici y
Santa Lucía del Monte, fue ordenado de sacerdote en 1827, en la
catedral de Aversa.
Empeñado
rápidamente en el ministerio de la predicación y en la
celebración del sacramento de la reconciliación, el P.
Modestino de Jesús y María ejerció también,
con una dedicación ejemplar, el oficio de guardián
(superior) en los conventos de Mirabella Eclano (Avellino) y de
Pignataro Maggiore (Caserta). En 1839 fue trasladado al convento de
Santa María de la Sanità, Nápoles, situado en uno
de los barrios más populares de la ciudad, en donde
permaneció hasta el día de su muerte, ejerciendo un
provechoso y admirable ministerio sacerdotal, sobre todo en favor de
los más pobres y enfermos. Se distinguió particularmente
por su celo en la defensa de la vida naciente y en la difusión
de la devoción a la santísima Virgen bajo la
advocación de “Madre del Buen Consejo”, que llevaba en el
corazón desde los años de su juventud.
En 1854, afectado por el cólera contraído mientras
asistía a las víctimas de esa epidemia, después de
haber pedido perdón a los hermanos e invocado con fervor a la
Madre del Señor, murió, con gran pesar de sus numerosos
beneficiados y de toda Nápoles. El alcalde de la ciudad, el
príncipe de San Agapito, al saber la noticia de la muerte del P.
Modestino, exclamó conmovido: “Hemos perdido el consuelo de
Nápoles”. Fue beatificado por Juan Pablo II en enero de
1995.