En Gondar, en
Etiopía, beatos Liberato Weisss, Samuel Marzorati y Miguel
Pío Fasoli de Zerbo, presbíteros de la Orden de los
Hermanos Menores y mártires, que murieron lapidados a causa de
su fe católica.
Miguel Pío
Fasoli de Zerbo (1676-1716).
Nació en Zerbo, cerca de Pavía (Italia), el 3 de mayo de
1670. Ingresó en la Provincia franciscana de San Diego de la
región de Insubria (Milán) y, ordenado sacerdote,
comenzó su actividad enseñando teología, pero
enseguida se ofreció también para integrarse en la
misión de Etiopía.
Desde hacía
mucho tiempo la Iglesia católica se esforzaba grandemente por
restablecer la comunión plena y la unión con la Iglesia
copta, sin conseguirlo. El 20 de enero de 1697, la Santa Sede, por
medio de la Congregación de Propaganda Fide, abrió de
nuevo la misión de Etiopía y la encomendó a los
franciscanos. El Ministro general de la Orden hizo entonces un
llamamiento a sus religiosos buscando voluntarios para tal
misión, y muchos se ofrecieron. Entre ellos se hallaban nuestros
tres Beatos. La misión franciscana tenía como objetivo
llevar de nuevo a la Iglesia copta de Egipto y a la de Etiopía a
la unión con la de Roma.
Los padres Liberato
y Miguel Pío fueron destinados a Etiopía; el padre
Samuel, a la isla de Socotra, en el Océano Indico, pero no
consiguió su objetivo y regresó a El Cairo, donde se
unió a la segunda expedición de sus compañeros.
El rey de
Etiopía impidió el ingreso en el país, y se
establecieron en Ailefun, ciudad cercana, hasta que vinieran tiempos
mejores. Se les unió Samuel Marzorati, que venía de la
India, e intentaron de nuevo entrar en Etiopía en 1711, y esta
vez no tuvieron problemas.
El rey, cristiano
copto, les pidió que no discutieran cuestiones litúrgicas
y que no se llamasen "romanos". Nuestros frailes vivieron de la
profesión que habían aprendido: cuidaban a los enfermos y
aprendían las lenguas locales. Con todo, la población
nativa difundió habladurías contra los misioneros que
fueron enrareciendo la convivencia. El Rey Justos, para evitar males
mayores, envió a los franciscanos a otra provincia, Tigré.
La situación
política cambió, el monarca fue destronado y los
misioneros fueron entonces localizados y trasladados a Gondar para
procesarlos. En el juicio, acusados de herejía contra la Iglesia
Copta de Etiopía, declararon abiertamente que eran cristianos y
que habían sido enviados por el Sumo Pontífice para
enseñarles la verdadera fe cristiana. Contra las creencias de
los coptos monofisitas, proclamaron, entre otras cosas, que Cristo
tiene dos naturalezas, divina y humana, y no una sola. Afirmaron,
además, la presencia real de Cristo en la Eucaristía
conforme a la fe profesada por la Iglesia católica. Manifestaron
que la circuncisión era innecesaria. En sus muchas discusiones,
los monjes coptos no consiguieron que los franciscanos renunciaran a su
fe y abrazaran las creencias de la Iglesia copta. Tras rechazar los
frailes por última vez la oferta de absolución si
renegaban de su credo, fueron condenados a muerte, trasladados a un
lugar llamado Amba-Abo y lapidados el 3 de marzo de 1716. El padre
Liberato murió casi inmediatamente, poco después
falleció el padre Samuel, mientras el padre Miguel Pío,
antes de expirar, aún se levantó por tres veces del
montón de piedras.
La noticia del
martirio llegó de inmediato a Europa por las relaciones escritas
que enviaron testigos presenciales de los hechos. Con todo, el proceso
de beatificación se retrasó considerablemente por
diversas circunstancias. Los beatificó Juan Pablo II el 20 de
noviembre de 1988.