BEATO MIGUEL GOÑI ARIZ
31 de julio
1936 d.C.
El día 27 de abril
de 1902, en el pueblo de Imarcoain (Navarra), ubicado en las faldas del lado
norte de la Sierra de Alaiz, nació un niño en la familia de
Domingo Goñi y María Áriz y al día siguiente,
según expresión del mismo Beato fue admitido en el amoroso
regazo de la fe católica al recibir las aguas bautismales en la Parroquia
de San Martín, imponiéndole el nombre de Miguel. El 2 de marzo
de 1904 recibió el Sacramento de la Confirmación de manos del
Arzobispo de Pamplona Fray José López de Mendoza en el pueblo
vecino de Torres de Elorz (Navarra).
Miguel, desde pequeño, fue iniciado por sus padres en
la fe, recibiendo la primera Comunión a los 7 años. Después
de terminar los Sacramentos de la Iniciación Cristiana continuó
cercano a la Iglesia con el pequeño servicio de acolitar en la Eucaristía.
Si en cuestión de fe había recibido una esmerada
educación, no fue así en lo referente a la ciencia, pues, según
nos relata, apenas si fue a la Escuela; y lo poco que aprendió lo
hizo en su casa por afición. Para superar este problema sus padres
pensaron enviarle interno a Pamplona; pero este camino se vio modificado:
a los 9 años, en un episodio de miedo al infierno, su madre para consolarlo
le ofreció estudiar para sacerdote, lo que él aceptó
gustosamente. Desde ese momento estuvo preparándose para ingresar
en el Seminario de Pamplona, pero la muerte de su padre hizo diferir la decisión.
Por esas fechas fueron a predicar una Misión a su pueblo
los Redentoristas P. Villoslada y P. Navarro. El carácter simpático
de los Misioneros entusiasmó a miguel, que comenzó a sentir
hacia ellos una atracción irresistible. Manifestado este sentimiento
a su madre y al P. Navarro, decidieron que el siguiente curso comenzara en
el seminario menor de los Misioneros Redentoristas.
Vida en la Congregación del Santísimo Redentor
Ingresó en el Seminario del Espino el 8 de septiembre
de 1913. Allí, pasados los primeros días, vivió alegre
y contento. El día 6 de abril de 1915 fue trasladado con sus condiscípulos
al Seminario que los Redentoristas abrieron en el Convento de San Pablo de
Cuenca. Según nos relata Miguel allí su vocación la
vio tambalearse: en San Pablo se deslizaron los años de jovenista
atravesando por mil vicisitudes en las que fluctuó varias veces mi
vocación y en las que ciertamente hubiera naufragado si la Virgen
del Perpetuo Socorro no me hubiera prestado ánimo varonil para seguir
adelante (Curriculum Vitae, p. 6).
Terminada esta etapa comenzó el postulantado el 23 de
julio de 1919 en Cuenca; el 24 de agosto partió para el Noviciado
que comenzó en Nava del Rey el 25 de agosto de ese año con
la vestición del hábito redentorista. Profesó el día
26 de agosto de 1920, tras la cual fue con el resto de su curso a Astorga
(León) a realizar sus estudios sacerdotales. Estos, aunque no fueron
brillantes, le permitieron acceder a las Sagradas órdenes, recibiendo
el subdiaconado el 19 de septiembre de 1925 y el Diaconado el día
siguiente y se ordenó de sacerdote el 27 de septiembre de 1925.
Su primera misión como sacerdote fue la de Misionero;
sus sueños se había visto realizados pues esta tarea fue lo
que prendió en su corazón al contemplar a los Redentoristas.
Pero esta encomienda necesitaba su preparación, por lo que, terminado
el curso, el 25 de agosto de 1926 viaja con la mayor parte de sus compañeros
de Astorga a Nava del Rey, donde comenzó su segundo Noviciado el 30
de agosto bajo la tutela del P. Girón. Terminado este a finales de
febrero de 1927 es destinado a Granada donde llega el 2 de marzo.
En la ciudad de la Alhambra se reencuentra con su condiscípulo,
el P. Julián Pozo. Allí serán ambos testigos de la solemne
Coronación Canónica del Icono del Perpetuo Socorro por el Sr.
Cardenal-Arzobispo de la ciudad, Dr. Casanova que tuvo lugar el 12 de junio
con la presencia del Superior General el Rvmo. P. Patricio Murray. En julio
de 1928 marcha a Barcelona a la fundación de aquella comunidad, donde
está hasta septiembre de 1929.
El 17 de ese mes llega a la Comunidad de Santander, donde estará
hasta el 17 de septiembre de 1932 en que la obediencia le destina a Vigo.
Durante ese tiempo de estancia en aquella comunidad colaborará con
la comunidad con los cargos de Bibliotecario, Prefecto de Forasteros y al
menos una tanda de Misiones por tierras de Orense.
En Vigo será prefecto de Iglesia y se empeñará
sobre todo en el ministerio interno. Su ya frágil salud queda truncada
por una afección pulmonar, que ocasiona tener que marchar a Nava del
Rey en busca de un clima más seco, a donde llega el 25 de septiembre
de 1935. Allí estará hasta enero de 1936, en que es destinado
a Cuenca, donde le sorprenderá la persecución religiosa.
Por su delicada salud, se dedicó más al ministerio
interno que a la Vida Misionera, que era lo que le motivó en su vocación.
Su carácter alegre y extrovertido, su celo y entusiasmo apostólico
y su trato agradable, le abrían los corazones para la acogida del
Evangelio y le permitió granjearse simpatías por los lugares
por donde pasó ejerciendo el ministerio.
La persecución religiosa
Miguel escribe a su familia una carta fechada el 30 de junio
de 1936 en la que les dice:
el 2 de mayo de 1936, aniversario del otro 2 de mayo tan ensalzado en
otro tiempo por el patriotismo castellano y que hoy ensalzan casi únicamente
los vascos-castellanizados del Ebro para arriba, pues a los del Ebro para
abajo les interesa más quemar iglesias y lucir camisas rojas, estuve
a punto de perder el pellejo. Por cierto que al comentar después de
la refriega con mi compañero de desventura, que es tan vasco como
yo, nuestra mala suerte en fecha tan señalada en los anales de Castilla,
le decía yo que sin duda eran los Manes de los héroes del
2 de mayo de Madrid quienes se habían ensañado de estos dos
vascos auténticos, vengando así la rabia que les producía
el olvido de sus compatriotas. Nada me hubiera extrañado que el Diario
de Navarra, digo de Albacete, lo comentara de esta suerte, si se llega a
enterar de lo sucedido. El caso fue que nosotros por milagro salvamos nuestras
preciosas vidas
Hasta el 1 de mayo puede decirse que gozamos de normalidad
relativa. Aunque ya desde mediados de abril se registraban casi a diario
atropellos con elementos de Derecha (los pocos que aquí existen) no
eran sin embargo tales que inspiraran temor para el futuro.
Llegó el 1 de mayo, y conforme al ritual marxista, celebraron
la obligada manifestación con profusión de banderas rojas,
puños en alto y estómagos vacíos. Terminada ésta,
yo mismo acompañado de unos amigos, vi como un grupo de revoltosos
se apartaban del resto de los manifestantes y con toda decisión, como
obedeciendo a una consigna, asaltaba el centro de Acción Popular y
arrojaba cuanto en él había a la calle, improvisando con sillas,
mesas, máquinas de escribir, 200000 papeletas electorales
una magnífica
hoguera. Y todo ello a las barbas de la Guardia Civil, la cual desde el cuartel
próximo al lugar de los sucesos contemplaba, como los demás,
el inesperado espectáculo. Intentaron también quemar algunas
iglesias; pero alguien de entrañas no tan fieras, logró disuadirles
por el momento. Este fue el preludio del mitin
Por la tarde del mismo día
intentaron asaltar el convento de San Pablo situado a las afueras de la ciudad
y habitado por un centenar de Padres y Estudiantes Paúles
La Guardia
Civil que desde algunos días antes hacía que lo custodiaba,
al oír los primeros disparos de las turbas, disparó a su vez
al aire, y como consecuencia de los mismos, las turbas pusieron los pies
en polvorosa y, lo que fue peor, los pusieron también entre la confusión
de la escapada, en las cabezas de algunos niños curiosones. Bastó
para que pusieran el grito en el cielo y en los oídos del Gobernador,
y para que hicieran correr la voz de que habían sido los frailes quienes
disfrazados de Guardias Civiles habían disparado. Se declaró
la huelga general para el día siguiente, exigiendo la salida inmediata
de Cuenca de los Paúles.
En efecto, los frailes recibieron orden de desalojar el edificio
para el mediodía del día siguiente. Algunos de estos (y fueron
los más afortunados) en previsión de lo que pudiera suceder
a la mañana siguiente, salvaron campo a traviesa y durante la noche
los 11 kilómetros que separa a Cuenca de la estación más
próxima. Mientras tanto, los demás pasaron la noche empaquetando
libros, muebles y objetos de culto con el fin de transportarlos en las primeras
horas de la mañana en varios camiones a Pamplona. Pero al día
siguiente y ya desde las primeras horas las turbas y los pistoleros llegados
de Madrid con fines electorales fueron dueñas de la población.
Volcaron los camiones que llevaban los enseres de los frailes, robaron cuanto
quisieron, profanaron vasos y ornamentos sagrados paseándose con ellos
por las calles y a algunos de los Paúles les propiciaron salvajes
palizas. Y ese día por la mañana fue cuando también
yo gusté y supe a que saben tan bárbaras caricias. Salí
con otro amigo para ver el sesgo que tomaban los acontecimientos y milagrosamente
la salida no terminó en entrada en el otro barrio. Lucía yo
un traje presentable y una boina, la cual, según me enteré
después, aquí casi solamente la policía secreta la lleva.
Mi compañero un mono recién estrenadito. Al salir a la calle
alguien le dijo a mi compañero que con aquel mono nadie le conocía.
¡Cómo se equivocó! Pues mi compañero fue el que
me perdió. De mí, los primeros comunistas que se nos acercaron
decían que quizás fuera policía, pero del otro, por
su cara fina, su modo de andar y su mono nuevecito, repetían que sin
duda era Paúl. Las primeras sospechas de nosotros comenzaron cerca
de San Pablo donde se habían reunido gran muchedumbre para asaltar
el convento y apalear a los paúles. En el principio logré yo
convencer a algunos de que éramos de Madrid y que habíamos
llegado la víspera de las elecciones.
Aquel día toda cara desconocida se les antojaba que era
de fraile Paúl. Ante la insistencia de algunos de ellos, eché
yo mano de algunas frases gruesas que me dieron buen resultado. Pero que
mi compañero era fraile nadie les quitaba de la cabeza. Usted no será
fraile, pero ese otro sí que lo es repetían sin cesar. En
esto llegan los Guardias de Asalto y les obligan a que nos cacheen. Esta
fue nuestra perdición. Al vernos sin armas y mi prestigio de policía
por tierra, se abalanzaron sobre nosotros. Todavía por instinto hicimos
ademán de echar mano a la pistola, ellos huyeron por un momento, momento
que nosotros aprovechamos para meternos en la primera casa. En ella nos defendimos
durante dos horas, con la esperanza de que al fin vendría fuera en
nuestra ayuda. Pudimos escapar por la puerta trasera, pero nos la cerraron.
Dos puertas cayeron por tierra hechas astillas. Al fin agotados los medios
de defensa y viendo que nadie salía en nuestra defensa, antes de abrir
la última puerta ya medio rota, me decidí a dirigirles la palabra,
haciéndoles ver que era el propietario quien salía perdiendo
y dándoles palabra de ir con ellos al Gobierno Civil donde se identificaría
nuestra personalidad, pero a condición de que no nos pegaran. Los
cabecillas entraron en razón. Salimos y al vernos entre aquellas turbas,
yo pensé que no lo contábamos jamás. Gracias a que algunos
más comprensivos hicieron lo que pudieron para que no nos pegaran
más brutalmente. Llegamos al Gobierno Civil con vida, que no fue pequeña
hazaña; y yo sin mi boina bilbaína que quedó perdida
en la refriega. El pánico que se apoderó de los elementos derechistas
era enorme. Aquel día ninguno de ellos salió a la calle. Trataron
varios jóvenes hacer un llamamiento a todos los hombres de orden para
defender los conventos e iglesias, y solo se presentaron ocho.
Si aquel
día (o cualquier otro) les da por incendiar todas las casas religiosas,
lo pueden hacer con toda libertad. Y conste que Cuenca es la provincia mejor
de Castilla la Nueva.
Miguel
El día 20 de julio de 1936 sale de la Residencia de San
Felipe y se hospeda junto con los PP. Olarte, Jorge y Posado en la casa que
el Sacerdote Canónigo D. Acisclo Domínguez tenía en
la calle Andrés Cabrera; salían a la Catedral a celebrar la
Eucaristía. Pero a los pocos días se dieron cuenta que eran
el centro de atención de los milicianos que patrullaban por las calles,
y disolvieron la improvisada comunidad el día 25.
Los PP. Posado y Jorge fueron a las Hermanitas y el P. Miguel
Goñi acompañó al P. Ciriaco Olarte a la calle Los Pilares,
casa de otro sacerdote amigo de la comunidad de San Felipe, D. Enrique García,
Beneficiado de la Catedral de Almería. Siguieron saliendo a celebrar
a la Catedral; una noche enviaron a un monaguillo para pedirle al H. Benjamín
que les consiguiera un cáliz y para darle el siguiente: escóndete
bien, que de nosotros todos saben que estamos aquí, y cada día
se pone peor (Cf. H. Benjamín). La vida que llevaron en casa de D.
Enrique fue la de un continuo retiro de oración, preparándose
los tres para un futuro incierto, pues veían como las cosas cada día
estaban peor.
El día 31 de julio, después de celebrar los tres
sacerdotes la Santa Misa se presentaron unos milicianos en la casa y hacen
un registro; ante la presencia de los redentoristas, D. Enrique les aclaró
que eran amigos suyos, y estos se fueron. Volvieron al poco rato y les dijeron
a los PP. Goñi y Olarte: ¡Quedan detenidos! Quítense
los guardapolvos [refiriéndose a las sotanas] y sígannos.
D. Enrique y su asistenta intentaron impedir que se los llevaran, pero un
miliciano les dio un empujón y les fritó: Quítense
o los aso. Los dos redentoristas supieron su destino y se despidieron de
D. Enrique diciéndole Hasta el cielo.
Dado que daban las 10:00 hs. en la torre Mangada de una mañana
de verano, muchos les vieron pasar en medio de la ciudad: calle Pilares,
calle Severo Catalina, bajada de las Angustias, postigo de los Descalzos,
Ermita de la Virgen, Puente de los Descalzos
; toda una ruta turística
detallada en las guías turísticas. Iban entre un grupo de milicianos
que los llevaban a empujones, insultos y vivas a Rusia y al ritmo de la internacional.
Al llegar al puente se adentraron por una senda a la orilla del Júcar
en dirección a la estación eléctrica del Batán.
En un desmonte de una antigua cantera los pusieron a subir un terraplén,
y los milicianos, desde arriba y abajo descargaron sobre ambos siervos de
Dios. Varias personas fueron testigos del macabro cuadro. El cadáver
del P. Goñi sufrió rotura premortem y posmortem de huesos,
tal como se ha podido ver en la recognición reciente de los restos.
Ambos fueron abandonados en el descampado con una vigilancia para que nadie
se atreviese a acercarse; poco a poco, sin poder precisar la hora de la muerte,
se fueron desangrando; según la partida de defunción el P.
Miguel Goñi murió el día treinta y uno de julio último
sobre las veinte horas a consecuencia de hemorragia y destrucción
cerebral. Por la noche fueron recogidos ambos cadáveres e inhumados
en la fosa común. El P. Goñi junto con el P. Olarte fueron
los protomártires mártires de la ciudad de Cuenca. A ellos
les seguirá el Sr. Obispo junto con su secretario.