BEATO MIGUEL
FACERÍAS GARCÉS
1936 d.C.
22 de febrero
Nació el 22 de
febrero de 1861 en Perarrúa (Huesca)
Profesó el 24 de marzo de 1893
Fusilado el 22 de febrero de 1937 en Caseta de Alboquers (Barcelona)
El H. Facerías nació el 22 de febrero de 1861 en
Perarrúa, pueblo de la provincia de Huesca y de la
diócesis de Barbastro, siendo sus padres D. Miguel
Facerías, sastre de profesión, y Dª. María
Garcés. Fue bautizado en la parroquia del pueblo ocho
días después.
El Hermano, antes de entrar en la Congregación,
ejerció el oficio de sastre.
Su ingreso en la Congregación tuvo lugar el 4 de septiembre de
1881 en el noviciado de Barbastro con 21 años. Al poco tiempo
tuvo que volver a su pueblo para restablecerse de vómitos de
sangre. Una vez repuesto volvió al noviciado y profesó el
24 de mayo de 1883.
Al cabo de unos meses fue destinado a Alagón, donde estuvo hasta
1889. Ese mismo año, en agosto, fue trasladado a Cervera con el
cargo de sastre. Estando en este colegio publicó en 1893 una
pequeña obra sobre sastrería, que tuvo buena acogida,
como demuestran las reediciones de Cervera y de Barcelona en 1910.
En 1904 estaba en Olesa de Montserrat como enfermo para curar su salud.
A finales de 1906 fue mandado a Vich, último destino, que
duró 30 años. El oficio que desempeñó en
esta comunidad fue el de siempre, sastre. Dirigió la
sastrería con competencia insuperable, pues entendía
mucho tanto de corte como de paños.
Cualidades y virtudes
Su salud era regular, mediana.
Medianamente instruido en lectura y demás, aunque muy bien
preparado para su oficio de sastre. Condiciones óptimas para el
trabajo. Hábil para enseñar el oficio.
Formal, piadoso, ejemplar, entero. Conducta sobresaliente muy
servicial. De toda confianza.
Muy observante, dócil. Fervoroso
Refugios, detención y martirio
El H. Facerías abandonó el convento el día 21 de
julio de 1936 por la tarde junto con el H. Ciriaco García,
enfermo, y se refugió en la casa del Sr. Viñeta. Los
días que estuvo en esta casa los pasó dedicado a
ejercicios de piedad con sumo fervor, viéndosele frecuentemente
con el rosario en la mano.
Los HH. Facerías y García, después de obtener
certificado médico de sus achaques y enfermedades, extendido por
el Dr. Cándido Bayés, se presentaron al Comité
para lograr autorización de ingreso en el convento de las
Josefinas, convertido en una especie de asilo municipal de ancianos.
Uno del Comité les preguntó quienes eran y ellos
respondieron que eran Hermanos del Corazón de María.
Entonces les dijo:
Vds se merecen cuatro tiros.
No se molesten Vds, pues como somos viejecitos, con dos tiros
había suficiente, respondió el H. Facerías.
El día 13 de agosto ingresaron en el asilo. El H.
Facerías salía con frecuencia para ponerse en contacto
con los otros miembros de la comunidad dispersa. Al advertirle
que salía mucho, respondió:
No me importa que me maten.
El 17 de diciembre de 1936 fue disuelta la casa asilo. El H.
Facerías acudió a la casa Viñeta, pero esta vez no
le pudieron admitir. Entonces se refugió con dos religiosas en
la masía Casa Nova del Clos, casa solariega de una de aquellas
religiosas, situada en el municipio de Santa Cecilia de
Voltregá. En la masía continuó con su piedad y
fervor, ayudó en lo que pertenecía a su oficio de sastre
y enseñó el catecismo a los hijos del colono.
Fue detenido el 22 de febrero de 1937 por una denuncia hecha al
Alcalde, el cual dijo que había que limpiar el pueblo de la
porquería clerical. Ese día era el septuagésimo
séptimo aniversario de su nacimiento en este mundo y para
celebrarlo había repartido caramelos entre los niños y
estaba muy animado. A eso de las tres de la tarde se presentaron en
casa cuatro pistoleros, el Alcalde, el presidente del Comité y
otros dos más. Mientras estos vigilaban, los dos primeros
entraron a registrar. El H. Facerías se encontraba en un
bosquecillo próximo y cuando terminó sus rezos
volvió a casa ignaro de lo que sucedía. Le hacían
señales para que escapara, pero no entendió. Al llegar a
la casa se lo dijeron y él contestó con gran
serenidad:
Si es voluntad de nuestro Señor, yo estoy preparado para el
martirio.
Entonces dan voces los milicianos de guardia y salen los de dentro
indagando:
¿Quién es Vd.?
Soy el sastre de los Misioneros de la Merced.
¿Conoce Vd. a alguien en Vich?
Sí, conozco al alcalde.
Venga Vd., pues irá a declarar.
¿Me autorizan Vds. a cambiarme de traje?
Y mientras iba, comentó
Padrina, ¿le parece a Vd. que me ponga dos pantalones para pasar
la noche en la cárcel? Lo más cierto es que me van a
matar. ¿Ven Vds. qué cumpleaños tengo? Aun pudiera
ser que vaya a acabarlo en el cielo.
Alargando unos rosarios
Mire, tómelos porque los profanarían, que sean para su
madre Carmen, y cuando esta muera pasen a la Carmencita. Aquí
tiene también siete duros… Quedo muy agradecido. Sólo
siento que falte la Concepción para despedirme de ella, pero
dígale que en el cielo me acordaré mucho de ella.
Al terminar estas palabras todos lloran.
No hay lágrimas que me ablanden, interrumpe el presidente del
Comité, a mí nadie me ablanda el corazón, ni mi
mujer puede conseguirlo.
La abuela levanta la voz y dice:
Si quieren matarlo por haber celebrado misa, sepan que no ha celebrado
jamás.
El H. Facerías se despide de toda la familia diciendo:
¡Adiós!
¡Salud! se dice, observan los milicianos, pero el Hermano,
como si no hubiera oído, repitió la despedida:
¡Adiós! Y si no nos vemos más, !hasta el cielo!
Se llevaron al Hermano a la sede del comité, donde le sometieron
a burlas. El chófer, “alquilado” por orden del Alcalde del
pueblo vecino, le dice al presidente del comité:
¿A dónde vas, bestia bruta, con este vejete que no puede
tenerse en pie? ¿No te da vergüenza matar gente de tantos
años?
Este es un fraile o un canónigo. Debemos acabar con esta raza de
gente.
Y de allí se dirigen a Vich, a la Comisaría de Defensa.
Según los testimonios, en la madrugada del 23 de febrero le
llevaron al lugar conocido como el Pont del Llop (Puente del Lobo), y
le fusilaron, pues allí encontraron su cadáver. Fue
enterrado en el cementerio de Alboquers.