BEATO MIGUEL AGUSTÍN PRO JUAREZ
23 de noviembre
1927 d.C.



   Nació en Guadalupe de Zacatecas (Méjico), en el seno de una familia de clase media. Atormentó a sus hermanas, se enamoró y gastó una broma detrás de otra; como su padre era ingeniero de minas, Miguel trabajó con su padre en las oficinas y en los ratos libres bajaba a la mina para hablar con los mineros, de ahí aprendió su vocabulario que tanto le sirvió en su apostolado. También aprendió a tocar la guitarra y la mandolina y a cantar las coplas populares.

   Ingresó en la Compañía de Jesús en el Llano en 1911. En 1913, emitió los votos religiosos. Como había estallado la revolución en Méjico, fue enviado a Estados Unidos, donde continuó el noviciado en Los Gatos, California y luego marchó a España, a Granada, para terminar sus estudios de Retórica y Filosofía. Luego marchó a Nicaragua, donde ejerció el magisterio. En 1922 regresó a Europa donde estudió Teología en Barcelona y en 1924, fue enviado a Enghien, Bélgica, donde concluyó sus estudios teológicos. Recibió la ordenación sacerdotal en 1925, en la ciudad flamenca; en Bruselas fue operado tres veces del estómago, y allí recibió la noticia de la muerte de su madre. Siempre se mostró alegre, sobre todo en los momentos de mayor contrariedad. Su permanencia europea le ofreció la oportunidad de conocer de cerca la realidad del catolicismo social de la región franco-belga. Participó en la actividades de la Juventud Obrera Católica de Bélgica y de la Acción Popular francesa.

   En 1926, volvió a México, en el momento que arreciaba la persecución religiosa. Fue vigilado de manera especial por la policía, pero él no cejó en su ministerio sacerdotal que fue muy fructífero, y siempre de forma clandestina. Se mantuvo alejado de las actividades políticas y militares de los cristeros y de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, de la que su hermano Humberto fue un dirigente regional; a raíz del atentado al presidente de la República, Álvaro Obregón, fue detenido, junto a sus hermanos Humberto y Roberto, y fusilado sin juicio previo en la ciudad de Méjico D.F. Cuando era llevado al paredón sostenía el crucifijo en una mano, y en la otra el rosario y sus últimas palabras fueron: "Perdono de todo corazón a mis enemigos. ¡Viva Cristo Rey!". Debido a que sus detractores creyeron que su muerte probaría la cobardía de los sacerdotes católicos, estuvieron muchos reporteros en su ejecución. Tenemos, por tanto, un registro fotográfico completo no de la cobardía del Beato Miguel, sino de su valor.

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(Parroquia San Martìn de Porres)