BEATO MIGUEL AGUADO CAMARILLO
27 de noviembre
1936 d.C.
En julio de 1936 el matrimonio
vivía con sus cuatro hijos en una buhardilla en Ponzano, 38, esquina
a Bretón de los Herreros, Estaba empleado de mozo en un almacén
de recauchutados, calle Salustiano Olózaga, 12, Su recordatorio dice
textualmente: Era un pobre obrero y pertenecía a las Compañías
del Cerro de los Ángeles, Adorador Nocturno y Caballero de la Milagrosa.
MARTIRIO: Lo denunciaron los vecinos como católico, porque
iba a misa todos los días. El 29 de octubre de 1936 fue apresado a
traición y conducido a la comisaría de Buenavista, y dos días
más tarde a la cárcel Modelo. La esposa era muy valiente y
soportando las mayores humillaciones y groserías, acudía a
la cárcel con los cuatro niños. El 16 de noviembre lo trasladaron
a la cárcel de Porlier. Sin juzgarle y sin darle la menor posibilidad
de defensa, el nombre de Miguel Aguado Camarillo, aparece en las listas de
una de las sacas de la cárcel de Porlier, fechada el 26 de noviembre.
El martirio tuvo lugar el 27 de noviembre de 1936, festividad de la Virgen
Milagrosa, de la que él era congregante, en Paracuellos de Jarama
con otros 25 compañeros. Las primeras noticias y los detalles sobre
el martirio las tuvo la viuda directamente por el H. Joaquín Saldaña,
portero de los Paúles y amigo de la familia, que había coincidido
con Miguel en la prisión en Porlier.
La esposa del mártir es un buen ejemplo del perdón
cristiano y de la fortaleza que Dios da a quienes se abandonan en Él.
Viuda a los 30 años, con cuatro niños, sin más ayuda
que la Providencia, nunca demostró odio ni sentimiento de venganza.
De su hija Carmen es este testimonio actual y vivo: “La recuerdo siempre
vestida de negro, trabajando en todo lo que podía para sacarnos adelante.
Siguió muy devota de la Milagrosa y nos inculcó a todos a confiar
en Dios. Todas las noches antes de acostarnos nos hacía rezar por
nuestro padre para que esté en el Cielo y por el alma del asesino,
para que Dios le convierta y le lleve al Cielo. Mi madre se confesaba en
la basílica y también con el Jesuita hoy santo, P. José
M.ª Rubio. No me cabe la menor duda de que mi padre aceptó la
muerte por el Señor, porque era un buen cristiano”. Esta misma convicción
perdura en la Asociación de la Virgen Milagrosa de la basílica
de Madrid. Carmen nunca faltó a la novena de la Virgen Milagrosa.
Falleció en la misma fecha de la beatificación de su padre,
dos años antes.