BEATA MERCEDES
MARÍA DE JESÚS MOLINA
12 de junio
1883 d.C.
Nació en Babaun, Guayaquil, (Ecuador). A los 15 años ya
era huérfana de padre y madre. Tras un período de luto
pasado en su pueblo natal junto a sus hermanos Miguel y María,
se trasladó a Guayaquil a la casa de una familia conocida hasta
que su hermana al casarse se trasladó a esta ciudad y entonces
se fue a vivir con ella.
Gracias a la caída de un caballo, que le
fracturó un brazo, y la tuvo en convalecencia un tiempo, la hizo
recapacitar sobre la vanidad del mundo, renunció al lujo,
vistió el hábito votivo de la Merced y se dedicó a
Dios. También deseó emitir votos privados, pero su
confesor la disuadió, entonces, tras un período de
noviazgo y poco antes de casarse, maduró su idea de consagrarse
a Dios. Gracias a la dirección espiritual, primero de Pedro
Pablo Carbó, y después, de Vicente Pastor, siguió
las huellas de Cristo en una vida de ascesis que la condujo a la
perfección cristiana.
Realizó privadamente los votos de los consejos
evangélicos y marchó a la residencia de huérfanas
de Guayaquil, de donde fue nombrada directora, cargo que aceptó
por obediencia. Se dedicó al cuidado de los niños indios
jíbaros de los Andes. Su principal tarea fue la catequesis, pero
tuvo que abandonar este trabajo misionero, por las luchas entre las
tribus y la epidemia de viruela. Marchó a Cuenca, con dos de sus
compañeras de misión, donde se dedicó a la labor
educativa y formación catequética de las niñas,
educación de adultos y asistencia a domicilio a moribundos.
En 1873, llegó a Riobamba, donde fundó las
Hermanas de Santa Mariana de Jesús (las Marianitas), para la
asistencia en los orfanatos, educación de jóvenes y
adultos y la recuperación de las mujeres marginadas. Es la
primera congregación autóctona del Ecuador. Tuvo
problemas con el presidente de la República, Lemus Royo, que
supuso un revés a su expansión como religiosas.
También, los distintos directores espirituales, les
señalaron otras ocupaciones, que separaba a las religiosas de su
espíritu fundacional. Todo esto llevó a Mercedes a
dimitir de su cargo como superiora general, y la encargaron los
trabajos más humildes, que ella aceptó con toda
sencillez. Murió en Riobamba de una pulmonía. Fue
beatificada por SS Juan Pablo II el 1 de febrero de 1985.