No es cierto. En la Biblia no encontramos ninguna prohibición en contra del uso de la medicina.
Hijo
mío, cuando estés enfermo, no te desanimes, sino ruega al
Señor y él te sanará.
Enseguida, recurre al médico, porque a él
también lo creó Dios; no prescindas de él, puesto
que lo necesitas (Sir 38,9.12).
Aquí
vemos claramente como, en caso de enfermedad, hay que acudir a la
oración y al médico.
El Nuevo Testamento presenta la misma enseñanza.
Cuando Jesús oyó, les dijo: No son los sanos los que necesitan al médico, sino los enfermos (Mc 2,17).
El que esté enfermo, que llame a los presbíteros de la Iglesia para que rueguen por él, ungiéndolo con aceite en nombre del Señor. La oración hecha con fe salvará al enfermo; el Señor lo levantará y si ha cometido pecados, le serán perdonados (Stgo 5,14-15).
Se le acercó, curó sus heridas con aceite y vino y se las vendó. Después lo puso en el mismo animal que él montaba, lo condujo a un hotel y se encargó del cuidado (Lc 10,34).
El
aceite y el vino eran los remedios más usados en aquel tiempo.
Jesús no los prohíbe. Al contrario quiere que se use el
aceite como materia de un sacramento: la Unción de los Enfermos.
Si alguien piensa curarse con la sola oración, está tentando a Dios al exigir continuamente un milagro.
Jesús replicó: Dice también la Escritura: No tentarás al Señor tu Dios (Mt 4,7).
¿Por qué no hacen lo mismo con relación a los alimentos, orando para que Dios les dé la comida diaria, sin esforzarse por sembrar?